Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


“El ADN no viola ningún derecho constitucional”

En un dictamen para la Corte Suprema, el procurador Nicolás Becerra recomendó obligar a Evelyn Vázquez a hacerse el análisis genético para determinar si es hija de dos desaparecidos.

Misión: �Dios puso la beba en mis manos, entonces pensé que me la debía quedar y criarla�, dijo ante la Justicia el apropiador confeso.

Nicolás Becerra, procurador general de la Nación.

El Procurador General de la Nación, Nicolás Becerra, le recomendó a la Corte Suprema de la Nación que obligue a Evelyn Vázquez a hacerse un análisis de ADN para determinar su origen biológico y así establecer si fue sustraída de sus verdaderos padres durante la dictadura. Por los datos disponibles, las Abuelas de Plaza de Mayo estiman que la joven de 23 años podría ser hija biológica de los desaparecidos Susana Pegoraro y Rubén Bauer. El apropiador confeso, el ex marino Policarpo Vázquez, está preso desde marzo de 1999.
Cuando Evelyn Vázquez apeló en el alto tribunal la resolución de la Sala I de la Cámara Federal, que le exigía la extracción de sangre tal como había indicado antes la jueza María Romilda Servini de Cubría, dijo que estaba dispuesta a someterse al análisis sólo si le garantizaban que no sería utilizado contra el ex suboficial que la crió, que está acusado por la sustracción de bebés durante la dictadura.
El procurador, a quien la Corte le había pedido que elaborara un dictamen sobre el tema, no le dio la razón a la chica, lo que no implica que el tribunal adopte el mismo criterio ya que no está obligado a hacerlo. Accedió en cambio, al pedido de su abogado de que no fueran retenidos sus documentos filiatorios en la causa porque “dejaría a su representada en una situación de indocumentación que le impediría el goce de los derechos personalísimos y el ejercicio de los derechos constitucionales”.
La determinación del origen biológico de Evelyn, sigue el texto firmado el lunes, “resulta conducente para comprobar si fue realmente sustraída de sus verdaderos padres y luego retenida siendo una niña y, asimismo, podría servir para establecer en qué circunstancias habría ocurrido, quiénes habrían sido –además de ella– las víctimas de esos sucesos y quiénes habrían sido los autores de la sustracción aludida...”
Cuando Vázquez declaró ante la Justicia, confesó que en 1977 recibió una beba de manos de un otro militar apodado “El Turco”. “Dios puso la beba en mis manos, entonces pensé que me la debía quedar y criarla”, dijo. Su esposa, Ana Ferrá, añadió que ella no podía tener hijos.
El dictamen agrega que “la medida ha sido dispuesta para el esclarecimiento de delitos sumamente graves como lo son la sustracción, retención ocultamiento de un menor de diez años, la supresión del estado civil, y diversas falsedades documentales”. La muestra de sangre, argumenta, “guarda también en el caso concreto una razonable proporción con la necesidad de asegurar el interés general en la investigación y castigo de los delitos investigados”.
La jurisprudencia alemana y norteamericana son citadas en el dictamen como referencia. También figuran fallos anteriores en que la propia Corte Suprema avaló examen de ADN compulsivo, “el derecho de la sociedad a conocer la verdad sobre las violaciones a los derechos humanos” y, en particular, “el derecho de los familiares de las víctimas a conocer lo que aconteció con sus seres cercanos”. Habrá que ver qué resuelve la Corte a los reparos que planteó Evelyn como mayor de edad.
“No paso por alto –dice Becerra– el indudable conflicto al que se halla expuesta Evelyn Vázquez al verse enfrentada a la posibilidad de estar contribuyendo, aunque más no sea como objeto de prueba, en la persecusión de las personas a las que ha considerado desde siempre sus padres”. Pero, contrapone, “tampoco se vería satisfecho el sentimiento de justicia si se concediera al autor una carta de indemnidad cada vez que lograra consolidar una relación de afecto con el niño del que se ha apropiado o que ha retenido, reclamando paralelamente resignación y aceptación de la situación a los padres y a la familia, en general, de los que ha sido arrebatado”. El análisis de ADN, remata, “no acarrea violación alguna de los derechos y garantías constitucionales”.

 

Aragón, entre glorias y tragedias
Por Martín Granovsky

Ese mediodía de 1973 los bombos entraron por primera vez al Aula Magna del Colegio Nacional de Buenos Aires. Los militantes peronistas se equiparaban ya en número a las agrupaciones de izquierda marxista, tradicionalmente mayoritarias en el colegio, y querían hacerse sentir en la asunción del nuevo rector, un abogado y profesor de Historia con experiencia en la defensa de presos políticos de la (hasta entonces) última dictadura.
Raúl Aragón sorprendió con el discurso. Estaba a tono con el ‘73, el año de “Liberación o dependencia”, pero en lugar de apelar al revisionismo de moda su rescate de la historia añadía a Manuel Belgrano, a Bernardo de Monteagudo, al propio Amadeo Jacques, el rector francés de cuando Miguel Cané había cursado la secundaria. Para él, se trataba de una misma línea de cambio más allá de cada época. O de un compromiso con los cambios –revolución, se decía entonces– adaptado a cada época.
Entre los alumnos que escucharon ese día a Aragón estaba Claudio Slemenson, que desde la Juventud Peronista terminaría siendo dirigente nacional de la Unión de Estudiantes Secundarios.
Ayer a las siete de la tarde, 28 años después, Aragón volvió al Aula Magna para presentar un libro. Se llama “Glorias y tragedias del Colegio Nacional de Buenos Aires”, acaba de ser publicado y el propio autor lo definió como novela-ensayo-autobiografía. Slemenson no estaba ayer entre las butacas. Es uno de los miles de desaparecidos de la Argentina. Sin embargo, Aragón incluyó a Claudio como el personaje que hila su libro, el interlocutor de gente que va desde Mariano Moreno hasta Esteban Echeverría, desde los anarcosindicalistas al Juan Perón de su primer gobierno, de la Reforma Universitaria a la CGT de los Argentinos.
Había un clima cariñosamente emocionado en un salón donde convivían viejos ex alumnos, flamantes ex alumnos que preparan una historia con testimonios desde el ‘71, dirigentes de derechos humanos como Adolfo Gass, Horacio Ravenna y Sergio Di Gioia y el general Martín Balza.
El rector actual, Horacio Sanguinetti, recordó con ironía que “Aragón no estudió en el Colegio porque nadie es perfecto”, pero destacó que “evoca la mejor tradición de libertad”, la misma que se vivió en su rectorado, que terminó con los fascistas de la Misión Ivanissevich en 1974. Ese ejercicio como rector, dijo Sanguinetti, no fue gratis. “Lo que hizo de bueno, ciertamente lo pagó”, dijo aludiendo al exilio de Aragón en Francia.
Un ex alumno, Enrique Vázquez, parte de aquellos militantes y actualmente profesor de Historia, como Aragón, agradeció al ex rector “haber tenido confianza en nosotros, que éramos muy chicos, porque nos dejó arriesgarnos y él también se arriesgó”. Para Vázquez, el libro se suma a otros que aportan a lo que él llamó, en plural, memorias de los argentinos. Nombró una memoria construida por la dictadura. Mencionó otra, posterior, de los tiempos del Nunca Más, a la que definió como un prólogo de la teoría de los dos demonios, según la que, como se sabe, unos malos se pelean con otros malos ante la mirada atónita de una mayoría ajena a ambos. “Se necesitaba exponer el horror, y el horror fue expuesto”, dijo, con lo cual dejó una definición y abrió una polémica. ¿No será tiempo de diferenciar el discurso cristalizado a partir del Nunca Más, el de los dos demonios, con el contenido del informe o, por ejemplo, con el juicio a las juntas que sirvió como una verdadera máquina de la verdad para mostrar qué hizo cada sector de la sociedad durante la dictadura? Vázquez redondeó, eso sí, la tercera vertiente de memoria, donde se incluiría el libro de Aragón y otras investigaciones como “La voluntad”, de Martín Caparrós y Eduardo Anguita. “Más allá de lo ideológico, hay que restituir identidad a cada uno de los protagonistas de esa época, porque si no el pasado no tendrá sentido y, entonces, el futuro tampoco”, dijo. Sobre el final, subrayó otra cosa que deja la lectura del libro de Aragón: la pasión por la política. Político y presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Alfredo Bravo se acordó de cuando ambos comenzaron a discutir la formación de un organismo de derechos humanos que confluiría en la APDH, en diciembre de 1975. Mencionó al Aragón de ese momento, al Aragón del exilio, al Aragón secretario de la Conadep y acordó con Vázquez en “poner las cosas en su lugar, para no caer en otra manipulación”.
“Lo único objetivo son los datos, porque el libro es intencionado”, dijo después, como si hiciera falta, Aragón entre su media sonrisa pícara, mientras el timbre del turno de la noche marcaba las siete y media, un poquito retrasado. La intención es, explicó, un homenaje “a una generación que abrazó ideales que los llevaron a un aniquilamiento físico y cultural”. Aunque “se puedan haber equivocado en los métodos, deben ser homenajeados”, dijo el antiguo rector que Bravo asimiló ayer a un liberal, de cuando la palabra tenía otro significado, o a un anarquista. Aragón dijo que los ideales implicaban cambiar una sociedad donde “se ve a la gente levantando comida de los tachos de basura” y reemplazarla por una “donde rijan la justicia y la libertad”. Porque si en el Buenos Aires hay más de 90 desaparecidos, dijo Aragón, “no es porque querían el boleto escolar o un mayor porcentaje del presupuesto sino dar vuelta el país”.
Tres consejos finales de Aragón, dichos en su tono suave, lejos de la soberbia. El primero: atender más al papel del exilio en el combate a la dictadura. El segundo: “El docente aislado es un docente muerto”. Y el tercero: “Tener confianza en la capacidad creativa de la gente”.

 

PRINCIPAL