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MAÑANA SE ESTRENA EL DOCUMENTAL “YO, SOR ALICE”
El cine versus la desmemoria

El film fue realizado por un director argentino radicado en Francia,
Alberto Marquardt, que aquí explica
las motivaciones personales del trabajo.

La monja francesa Alice Domon
vivía en la Argentina desde 1967.
El grupo de tareas que la asesinó
tenía en sus filas a Alfredo Astiz.

Entre los seis estrenos cinematográficos de mañana, se destaca Yo, sor Alice, un documental sobre Alice Domon, la religiosa francesa perteneciente a la congregación Hermanas de las Misiones Extranjeras, que vivió en Argentina desde 1967 y fue secuestrada y desaparecida por la dictadura militar, que juzgó subversivo su compromiso social. La visión de la propia Alice sobre esos años difíciles es narrada a través de la lectura da la correspondencia que ella mantuvo con su familia. Sus cartas revelan la confrontación con una sociedad en crisis y el avance de su compromiso con la realidad que le tocó vivir. En el texto que sigue, el director del film, Alberto Marquardt (un argentino largamente radicado en Francia), explica cómo nació el proyecto y por qué la historia de Alice Domon no debe ser olvidada.

Por Alberto Marquardt

Mi primer contacto con la real historia de Alice Domon fue en Buenos Aires, en el otoño de 1995, de la boca del infatigable y excepcional Horacio Méndez Carreras. Yo estaba de paso en la Argentina en el momento de las declaraciones del ex capitán Scilingo. Nunca me voy a olvidar, estaba esperando una pizza en un boliche, cuando aparece ese tipo en la tele, en pleno “prime time” con pinta de oficinista cansado, haciéndose cargo personalmente de haber tirado al mar a 30 detenidos de la ESMA.
La terrible imagen de esas mujeres y hombres cayendo al mar, cuerpos desnudos, inertes, muertos a espaldas de todos, anónimos, martillaba mi cabeza. Scilingo esa noche, como todos las noches, impune (como todos los otros asesinos de la ESMA), volvería a dormir a su casa. Yo había decidido volver a París con la idea de hacer un film con el claro objeto de alertar (gritar) la insoportable situación de impunidad que se vivía en Argentina respecto de los crímenes de la dictadura y sobre todo los desaparecidos.
Alice Domon y Léonie Duquet habían estado detenidas en la ESMA. Alfredo Astiz, condenado en Francia a perpetuidad, gozaba en Argentina de una total libertad y el caso nunca había sido resuelto, ni siquiera juzgado. En Francia no podrían desentenderse de esta historia y Alice daría voz a las decenas de miles de desaparecidos. Antes de salir para París, Horacio Méndez Carreras me habló de ella. El, como abogado de las familias de desaparecidos franceses en Argentina (son quince los franceses desaparecidos en Argentina y la causa por estas desapariciones ha sido reabierta en París por el juez R. Le Loire), sabía bastante sobre la vida de Alice Domon.
Yo no podía saber que la puerta que Horacio me abrió en ese momento sería la primera de una larga serie en el conocimiento de Alice Domon. Fue el comienzo de más de dos años de una apasionante investigación: seguir paso a paso su vida no sólo me llevó a descubrir (en ella) a una persona extraordinaria que llegué realmente a amar, sino que remontando la trayectoria de Alice en Argentina de 1967 a 1977, conociendo la gente que había compartido con ella luchas, penas y alegrías fue también una forma de volver sobre una época que sin saberlo se encontraba profundamente enterrada en mi memoria.
Hoy no puedo decir que esta película hable por los miles de personas desaparecidas de Argentina. En todo caso, creo que habla de lo que yo sentí por una de ellas, Alice Domon. Y quisiera que lo que haya conseguido reflejar este film sobre su historia resuene en nuestras historias y en nuestra historia. Y mas allá de la denuncia, espero que este film pueda rescatar algo de esa historia que los milicos han querido borrar de las memorias con tantas muertes.

 

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