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Obras maestras y su mejor versión

El violagambista argentino Juan Manuel Quintana grabó, junto a Céline Frisch, interpretaciones memorables de J. S. Bach.

Lugar: La viola da gamba, muchas veces compañera del clave en función de bajo, aquí
se complace en oscilar entre
ese lugar y el del solista.

Juan Manuel Quintana en
viola da gamba y Céline
Frisch en clave apuestan
a lo camarístico.

Por Diego Fischerman

La crítica especializada europea lo considera el violagambista más perfecto y musical de la escena actual. Su disco anterior, dedicado a Suites de Marin Marais, fue considerado sobresaliente por las revistas francesas Diapason y Le Monde de la Musique y por la inglesa Gramophone. Ahora, el argentino Juan Manuel Quintana acaba de publicar, en el sello francés Harmonia Mundi, la mejor versión registrada hasta el momento de algunas de las obras más bellas escritas por Johann Sebastian Bach, sus Sonatas para viola da gamba y clave. Junto a él toca la clavecinista Céline Frisch, cuyo disco dedicado a obras para teclado de Bach obtuvo, también, reseñas deslumbradas.
Estas obras fueron grabadas con instrumentos originales por Jordi Savall y Ton Koopman en dos oportunidades, por Paolo Pandolfo (que fue maestro de Quintana), por Wieland Kuijken, Anner Bylsma (en cello piccolo) y Jaap Ter Linden (profesor de Yo-Yo Ma cuando este quiso adentrarse en el estilo barroco). La interpretación de Quintana tiene un poco de todas ellas. El impulso rítmico y los ataques contundentes de Savall –sin sus arbitrariedades–, la perfección de Kuijken –sin su prescindencia–, la musicalidad del fraseo de Pandolfo –aunque con mayor calor– y el sentido de la estructura de Bylsma –sin su agógica a veces disparatada–. Quintana pone, casi sobre todo, la comprensión de la retórica de Bach. Lo sigue en sus trucos para reclamar la atención del oyente, en sus inflexiones dramáticas, en su trabajo alrededor del sonido como vehículo de los afectos.
Parte del encanto de estas tres sonatas reside ya en el título. Bach no las piensa como “sonatas para instrumento solista y bajo continuo”. No se limita a escribir el bajo para que, sobre esa base, un instrumento armónico (clave, órgano, laúd) improvise el acompañamiento. Especifica al clave como instrumento y escribe su parte. Hay un juego de interrelación, de planos entre la viola da gamba y el clave, de intercambio de papeles. Tal como se complacía en hacer habitualmente (cuando otorgaba al cello o al órgano funciones solistas en algunas de sus cantatas), Bach subvierte los planos. La viola da gamba, muchas veces compañera del clave en función de bajo, aquí se complace en oscilar entre ese lugar y el del solista.
El CD se completa con la transcripción de la Sonata en Sol Mayor para violín y clave. Y, tanto en el caso de Quintana como en el de Frisch (que toca un instrumento Philippe Humeau), lo que subyace es la fluidez y naturalidad del fraseo. El otro dato relevante es el equilibrio entre el espíritu casi de danza de algunos de los movimientos con la serenidad meditativa de otros, sin que se rompa la continuidad entre unos y otros. O, si se prefiere, el balance exacto entre la línea corta (el delineamiento de un motivo melódico o rítmico) y la larga (la sensación de conducción inevitable entre un movimiento y otro.
Nacido en Buenos Aires en 1972, formado en Ginebra con Arianne Maurette, en Basilea con Pandolfo y en París –donde concluyó sus estudios en la Escuela Superior de Música con Christophe Coin–, director asistente de Marc Minkovski en Les Musiciens du Louvre, Quintana toca habitualmente con Frisch y se nota. Mucho más que el disco de un solista con acompañamiento, estas versiones son el de un grupo de cámara, en el que la vieja verdad de que la totalidad es más que la suma de las partes cobra sentido. Parte del mérito de que esa electricidad ambiente se note pertenece a los ingenieros de sonido. La calidad de la grabación –tal como sucede habitualmente con el sello Harmonia Mundi– es excepcional.

 

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