Por Javier Valenzuela
Desde
Washington
Con 1600 periodistas ya acreditados
en la penitenciaría de Terre Haute (Indiana) para cubrir la ejecución
de Timothy McVeigh y otros 1800 que se desplazarán a Oklahoma City
para seguir la reacción de los familiares de las víctimas
del atentado de 1995, en que murieron 168 personas, el SuperBowl
de la pena de muerte movilizará, como mínimo, la mitad de
recursos informativos humanos y materiales que los últimos Juegos
Olímpicos, los de Sydney. Diarios y cadenas de televisión
de Estados Unidos ya comienzan a preguntarse si no se estarán excediendo,
si no van a convertir una muerte en un circo mediático.
Aunque sólo 10 de los 3.400 reporteros movilizados asistirán
en persona a la ejecución de McVeigh, y sin poder emplear grabadoras
o cámaras, EE.UU. y el mundo pueden ir preparándose para
una sobredosis informativa. Un mínimo de 10 cadenas estadounidenses
de televisión retransmitirán en directo la ejecución,
aunque sea desde el exterior de la penitenciaría de Terre Haute.
Desde su experiencia de haber sido testigo directo una vez de una ejecución,
Greta Van Susteren, la corresponsal judicial de CNN, que con otros 50
miembros de su cadena estará en Indiana, adelanta sus sentimientos:
Al final terminás preguntándote: `¿Qué
estoy haciendo? ¿Por qué estoy aquí?.
Es una historia predecible, confiesa Erice Sorenson, vicepresidente
de MSNBC. Salvo si hay aplazamiento de último minuto, se sabe que
McVeigh será atado a una camilla, pronunciará, si lo desea,
unas últimas palabras y recibirá un cóctel químico
que terminará con él en pocos minutos. Muchos familiares
de víctimas expresarán su alivio por la desaparición
del monstruo, grupos de manifestantes protestarán por
la vigencia de la pena capital en Estados Unidos y el mundo volverá
a escandalizarse.
Como todos los medios, la cadena Fox News ha prometido que intentará
ser grave y discreta. Pero varios de los testigos que estarán
en el patíbulo ya tienen reservados espacios en los programas especiales
que seguirán a la ejecución. Y aunque existe un compromiso
de no difundir sonido o imágenes de la muerte de McVeigh si alguien
los consigue subrepticiamente, todo el mundo vigilará a todo el
mundo. Si alguien difunde una cinta, habrá una reacción
en cadena, admite Sorenson. Mike Wallace, del popular programa 60
Minutes, afirma con desparpajo que él hubiera preferido la
difusión en directo de la ejecución. La pena de muerte
es popular en Estados Unidos y tenemos derecho a ver cómo se aplica,
dice Wallace.
No faltan quienes piensen que esta cobertura frenética tiene su
lado positivo. Puede reabrir el debate nacional sobre la pena de
muerte, afirma Tom Rosenstiel, de Proyecto para la Excelencia
en Periodismo, una organización que defiende el rigor informativo.
Un escritor comprometido
Estoy en contra de la pena de muerte y estoy en contra de
que Timothy McVeigh haya volado a tanta gente, pero estoy aún
más en contra de la (ex) fiscal general Janet Reno.
Fue así como el escritor norteamericano Gore Vidal se justificó
por haber aceptado una invitación de McVeigh a presenciar
su propia ejecución la semana que viene. No soy mórbido,
pero él me lo pidió y los dos compartimos la misma
opinión sobre cómo el gobierno federal en Washington
se está saliendo de control, subrayó.
Vidal se había puesto en contacto con McVeigh luego de que
éste le enviara una carta acerca de un artículo suyo
aparecido en 1998 en Vanity Fair sobre los derechos constitucionales.
La correspondencia convenció a Vidal de que su interlocutor
no es ningún loco: es un hombre muy inteligente que
sabe mucho sobre la Constitución. McVeigh afirma que
colocó una bomba en el Edificio Federal de Oklahoma en 1995
en respuesta al asalto que Janet Reno ordenó contra la sede
del culto davidiano en Waco, Texas, que dejó 80 muertos.
El muchacho tiene un sentido de la justicia, argumentó
Vidal, quien escribirá una nota sobre su ejecución
para Vanity Fair.
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