Por Guillermo Tovar
Desde Bogotá
Beatriz Pinzón
Solano, la presidenta de la empresa Ecomoda, se casó
el martes por la noche con su antiguo jefe y dueño de la compañía,
Armando Mendoza, y el rating estalló. Con la boda terminó
la emisión de la telenovela colombiana Yo soy Betty la fea,
que se transmite en 22 países, entre ellos la Argentina, con un
promedio impresionante de espectadores. El exitoso culebrón, producido
por el canal privado RCN, se emitió por primera vez en octubre
de 1999 y terminó después de 350 capítulos de media
hora en una iglesia de Bogotá, en la que se celebró la boda
entre los dos personajes principales, Betty (Ana María
Orozco) y Armando Mendoza (Jorge Enrique Abello). En la ceremonia,
el mexicano Armando Manzanero, que viajó a Colombia exclusivamente
para grabar el capítulo final, interpretó al piano su famosa
canción Somos novios, acompañado por la cantante
puertorriqueña Olga Tañón.
La historia terminó con un final feliz entre Armando
y la ahora hermosa Betty, que después del matrimonio
tuvieron un bebé, y no con otros desenlaces por los que el público
apostaba, como por ejemplo con la fea en brazos de un amigo
francés. La telenovela colombiana más famosa fue escrita
por Fernando Gaitán, conocido por Café, con aroma
de mujer (1995), y se convirtió en un fenómeno de
audiencia que superó los 45 puntos en el horario estelar de la
televisión local de lunes a viernes a las 21.30. La historia, que
aún no ha terminado en la mayoría de los países en
los que se transmite, narró el calvario de una economista que obtuvo
las mejores calificaciones en la universidad, pero que por su fealdad
y torpeza no logra conseguir más que un puesto de secretaria.
En rigor, Betty es la negación de todos los atractivos
y desde su adolescencia se queda plantada en los bailes. Con todo, la
empleada de 26 años, que sueña con tener novio, se enamora
platónicamente de su jefe, que decide cortejarla en broma tras
una cruel apuesta con un amigo. Armando Mendoza está
comprometido con Marcela Valencia (Natalia Ramírez)
de los fundadores de Ecomoda y cuando se aburre
de ésta, tiene al alcance de la mano a las modelos que desfilan
con la ropa diseñada por la firma de alta costura. La broma termina
por convertirse para él en amor verdadero, aunque a su familia
y amigos les cuesta entender que se enamore de la fea de gafas,
cabello grasiento, aparato dental, risa bobalicona y figura desgarbada.
El romance se rompe cuando Betty se entera de que Armando
la enamoró en broma, pero a estas alturas la ejecutiva, que ha
dejado de ser fea, preside la compañía que aquél
dejó en la ruina y legalmente es su propietaria.
En los capítulos finales de la telenovela, manejados como un secreto
de estado, pero que ahora se conocen en todas partes, la pareja termina
reconciliándose para alegría del cuartel de las feas,
cinco empleadas chismosas e intrigantes, pero amigas incondicionales de
Betty. El éxito de la telenovela disparó las
tarifas publicitarias en Colombia hasta los 14.000 dólares el minuto.
La producción fue vendida en Ecuador, Panamá, Venezuela,
Perú, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana, Nicaragua,
Bolivia, Chile, Argentina, México, El Salvador, Paraguay, Honduras,
Puerto Rico, Uruguay, Brasil, España, Rumanía y EE.UU. (Telemundo),
entre otros países. La telenovela desató una fiebre comercial
que incluyó concursos de disfraces de Betty en varios
países, la venta de muñecas con su imagen, álbumes
de los personajes y rifas de automóviles entre las bolsas de detergentes.
Para los realizadores, el éxito de la producción tiene mucho
que ver con el humor en lugar del exceso de llanto habitual en las telenovelas
y con una cuestión matemática: las feas son muchas más
que las bonitas.
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