Un elogio de la condición extremadamente ética de su personalidad
fue una de las unanimidades que incluyó un cálido homenaje
a la figura del escritor Bernardo Verbitsky, organizado por el Instituto
Judío de Investigaciones (IWO). Mario Ber, docente de literatura
judía; José Rosemberg, editor; Armando Bublik, autor de
la novela Poncho y Talmud, y Horacio Verbitsky, periodista de Página/12
e hijo del homenajeado participaron de la mesa redonda. La actividad dio
inicio a un ciclo que se llama Mi padre. Bajo ese título
paraguas, dos veces por año, el IWO homenajeará de aquí
en más a creadores judeo-argentinos, en presencia de sus hijos.
La apertura del acto estuvo a cargo del Saúl Drajer, presidente
del IWO quien señaló que el ciclo busca rescatar la
palabra y la memoria de los judeo-argentinos. Nos pareció
que iniciarlo con Bernardo resultaba muy significativo, señaló.
Porque es uno de los escritores que juntaron lo porteño con
lo judío, y porque su trascendencia, y su estructura de pensamiento,
lograron que esto sea una amalgama. El homenaje se centró
en la creación literaria de Verbitsky, aunque incluyó elogios
a su tarea como periodista, a su condición de bicho de redacciones
Ber habló de la obra literaria de Verbitsky (p) desde el ángulo
de un lector apasionado. Tres libros marcaron a fuego a Ber, y sobre ellos
ordenó casi todo su discurso: Es difícil empezar a vivir,
El café de los angelitos y En esos años. Este último,
destacó, inauguró la no ficción argentina.
Personajes novelados con una profunda carnadura se engarzan en hechos
reales externos a ellos, y así se muestra una época caótica,
su verdad histórica, describió.
Rosemberg expuso luego de manera sintética su relación con
Verbitsky (p), a quien conoció por unas consultas que el escritor
le realizó hace décadas. Luego de algunas anécdotas
sobre la revista Davar, casi amonestó a Horacio: Espero que
sepa quién fue su padre. Fue el primer editor de La guerra gaucha
de Leopoldo Lugones y un pionero de las ediciones. Bublik, por su
parte, trazó un análisis que vinculó la prosa de
Verbitsky junto a los valores humanos que lo caracterizaron. El editor
hizo hincapié en Etiquetas a los hombres, que consideró
su testamento político e ideológico. Verbitsky
odiaba las etiquetas, no le gustaban las antinomias ni que se clasificara
a determinados grupos humanos por su ideología o color. El amaba
la libertad porque amaba las ideas.
Horacio Verbitsky, que acababa de ganar un premio Martín Fierro
que no fue a recibir (ver recuadro), dijo que considera la obra de su
padre la mejor crónica documentada de la vida urbana de Buenos
Aires entre las décadas del 20 y del 70, y lo
recordó como un hombre con pretensión de justicia, exactitud
y mesura que trataba siempre de ser justo, de no absolutizar ni
en un sentido ni en el otro. De él, dijo, aprendió
a no bajar la guardia a no entregarse, a no resignarse, a
denunciar las cosas que ocurren y llamarlas por su nombre. Verbitsky
buscaba ser intolerante con la intolerancia.
La vida no es la tele
Horacio Verbitsky no pudo asistir a la ceremonia en que le entregaron
el lunes el Martín Fierro a la labor periodística
en televisión, por su temporada 2000 en Día
D, el programa de Jorge Lanata. Envió por ello a la
fiesta a su mamá y su hijo menor, portadores de una carta,
que fue leída por el conductor de la fiesta, el locutor Jorge
Rossi. En ese texto, antes de dedicar el premio a los detenidos
y vejados en las cárceles bonaerenses, el periodista fijó
su postura sobre el trabajo televisivo, recordando sus comienzos
en el medio, en 1961. Trabajaba tres días para escribir
una nota decente en el diario y sólo a veces alguien se daba
cuenta. Decía dos pavadas en televisión y me saludaban
en la calle. Temí que esa forma de éxito instantáneo
y banal me tergiversara. Volví cuatro décadas después,
en las que averigüé quién era y qué quería
en la vida. Me alegra que a los colegas les haya gustado lo que
hice como para premiarlo. Pero no tengo tiempo para hacer un programa
diario, para hacerlo con la calidad debida. Por eso volví
a irme.
|
LOS
LIBREROS LLAMARON A UN APAGON DE PROTESTA
La Ley del Libro, atorada
Luego de la extensión
del IVA, ayer el mundo de la cultura fue blanco de un golpe más.
Cuando la industria del libro esperaba que la Cámara de Diputados
aprobara la esperada Ley del Libro, finalmente el proyecto no fue ni siquiera
discutido por el recinto, debido al planteo a último momento de
la Comisión de Presupuesto y Hacienda de gravar los libros con
un 10,5 por ciento. Ante el cuestionamiento de uno de los artículos
clave del proyecto de ley que ya tenía la media sanción
en el Senado, en el que se remarcaba que la producción y
comercialización de libros está exenta del Impuesto al Valor
Agregado en todas sus etapas, todas las organizaciones nucleadas
en la Cámara Argentina del Libro (CAL) realizaron una manifestación
para expresar el total rechazo a la medida que impulsa el diputado radical
Raúl Baglini. Por la noche, en una reunión a la que asistieron
editores, libreros y distribuidores, se decidió convocar a un apagón
nacional en las librerías del país para el próximo
lunes, de 19 a 19.30, y llamar a una concentración en el Congreso
para el martes, acompañado con el cierre de todas las editoriales.
El lunes fuimos a Economía dispuestos a celebrar la aprobación
de la ley. Sin embargo, Baglini propuso esta medida que sostiene claramente
el pensamiento cavallista, a pesar de que el ministro de Economía
había planteado que a la industria del libro no se la tocaba. Y
esto se agrava más aún por el hecho de que tanto Fernando
De la Rúa como Darío Lopérfido asumieron públicamente
la promesa de que la ley iba a salir. Es una cosa de locos, subrayó
a Página/12 Rogelio Fantasía, presidente de la CAL. La situación
de la industria del libro empeora si se tiene en cuenta que casi el 50%
de la población no leyó ningún libro en el último
año, según los datos que se desprenden de una encuesta realizada
por el Ministerio de Educación. Como el gravamen se verá
reflejado en el precio de los libros, lo único que hace la medida
es ponerle una bandera negra a la industria del libro y a la cultura.
¿Cuántas personas estarán en condiciones de comprar
un libro?, reflexionó Fantasía.
|