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La banca privada quedó en el centro del debate

En la última jornada del Coloquio IDEApyme, el diferente rol que juegan las entidades públicas y privadas en la atención a las pequeñas empresas dominó las ponencias. Fuertes
críticas a los banqueros.

Martínez: Los bancos locales �deberían apostar a que el país salga adelante,
y no referenciarse únicamente con indicadores interna- cionales�.

Enrique Martínez, secretario para las pymes. Los bancos privados fueron blanco de las críticas.

Por Claudio Scaletta

La banca privada “pretende ser una burbuja, no realizó ningún ajuste y obtiene resultados brillantes en medio de un país que está en un proceso de depresión profundo”, disparó el presidente de Provincia ART, Carlos Brown. Los bancos privados no realizan los esfuerzos necesarios para atender a las pymes porque prefieren orientarse hacia el “segmento de negocios que es más rentable y fácil de administrar”, agregó Guillermo Busso, director del Banco Nación. “Tenemos que demostrar más compromiso con el sector”, reconoció Martín Pérez de Solay, director del Citibank. Aunque en distintos paneles, la discusión sobre el financiamiento de las pymes realizada en la jornada de cierre del primer coloquio de IDEApyme marcó una línea divisoria entre las perspectivas de la banca pública y la privada.
Enrique Martínez, secretario para la Pyme, había dejado en un discurso pronunciado en el cierre de la jornada anterior, los datos de la significación del sector para el sistema financiero local. Si al crédito a las pymes, 40 por ciento del total, se suman los créditos personales, se llega al 65 por ciento. Sin embargo, estos segmentos representan el 90 por ciento de sus ingresos por intermediación. Por ello, “no es de extrañar la morosidad creciente”. La relación había servido de ejemplo a la primer parte de su exposición en la que había destacado que “toda relación económica implica para las partes ejercer un poder para retener la mayor parte del valor en juego. En el momento último de la transacción (...) lo que se define es quien se queda con la mayor parte”.
Aunque en su panel se presentaban casos de asociatividad exitosa en el sector pyme, Carlos Brown siguió cargando contra los bancos. “La gente no consume, entrega su dinero a los bancos y estos cuando se lo tienen que entregar al Estado o al sector productivo obtienen ganancias espectaculares sin importarles qué es lo que sucede con el resto”. Para el ex ministro de la Producción de la provincia de Buenos Aires, “mientras caen los indicadores industriales un 16 por ciento, los depósitos crecen en el mismo nivel”. En este contexto los bancos locales “deberían apostar a que el país salga adelante, y no referenciarse únicamente con indicadores internacionales”.
En las mesas integradas exclusivamente por los representantes de los bancos, las conclusiones tuvieron menos énfasis.
Oscar Tanucci, del Banco Sudameris, reclamó para la banca privada la intermediación en la canalización de los fondos públicos a las pymes. Se necesita “una fuerte integración del sector privado y el público”, argumentó, porque “somos los privados los mejores capacitados para ejecutar las políticas de incentivo”. Según datos de la Small Business Administration de Estados Unidos, señaló, “por cada dólar de ayuda al sector de las pequeñas y medianas empresas, el Estado obtiene 7 dólares adicionales en el cobro de impuestos”.
El gerente de Banca para Empresas del Grupo HSBC, Ernesto Lorenzo, se refirió a las medidas que, junto a la banca privada, puede tomar el Estado para beneficiar al sector pyme. Entre ellas el sistema de facturación de la “duplicata” brasileña y el leasing. Sobre la primera dijo que facilitaría financiar el ciclo de cobranzas. “Acá está el centro de la cuestión, en el agujero negro que se produce por la prolongación de la cadena de pagos”, destacó.

 


 

CAYO FRENTE AL DOLAR TRAS UNA BAJA EN LA TASA
El euro no le da el gusto a Cavallo

Cuando menos se esperaba, el Banco Central Europeo resolvió ayer bajar un cuarto de punto, de 4,75 a 4,50 por ciento anual, la tasa de interés de referencia. Y el resultado en la jornada fue un resbalón del euro, que declinó 0,7 por ciento frente al dólar, hasta cerrar a 88,09 centavos. De esta manera parece alejarse el hipotético momento en que esas dos grandes divisas igualen su valor, instante esperado por Domingo Cavallo para poner en marcha la convertibilidad mixta, si se promulga la correspondiente ley. Wim Duisenberg, presidente del BCE, justificó su proceder con el argumento de que constató menores presiones inflacionarias a mediano plazo. Esto pese a que en los últimos doce meses los precios subieron 2,6 por ciento en la Unión Europea, excediendo la meta establecida de 2,0 por ciento.
Lo sucedido ayer con el euro tras la reducción de la tasa directriz coincide con lo normalmente esperable. Es decir, que el tipo de cambio de una moneda caiga cuando baja la tasa de interés con que retribuye a quienes ahorran en ella, porque en tal caso los capitales se desplazarán a otras monedas más rentables. Sin embargo, los fondos no se comportarán de ese modo si la disminución en la tasa genera expectativas de mayor crecimiento de las economías en cuestión, en este caso las de los doce países que utilizan el euro. Por tanto, una variación en la tasa no produce un movimiento predeterminable en el tipo de cambio.
El caso es que los operadores juzgaron esta movida del BCE como tímida y tardía. Vale decir que el cuarto de punto les pareció poco, y que además llega demasiado tarde como para asegurar que Europa Occidental cumpla con el papel de locomotora de la economía mundial que le exigen Estados Unidos y Japón, los dos gigantes hoy adormecidos. Además, se le enrostra a Duisenberg haber cedido a las presiones de políticos e industriales, ávidos por acelerar el crecimiento económico, y no haber actuado por propia convicción.

 

Debate: Cavallo quiere privatizar la DGI

Horacio Casabé, ex director de la DGI
“Más presupuesto”

“Uno de los organismos recaudadores más eficientes es el español y está en manos del Estado. No estoy de acuerdo con la privatización de la fiscalización tributaria. Sería como si el Ministerio del Interior delegara en una empresa el poder de policía. Además, el sector privado persigue intereses que no necesariamente coinciden con los del sector público. Una empresa se monta para ganar dinero, por lo cual es factible que se dedique a las operaciones más fáciles y rentables y relegue las investigaciones más complicadas. Pero en general los casos más grandes de evasión son los más difíciles. Antes de pensar en planes privatizadores hay que ver que la DGI padece de un problema presupuestario gravísimo. En agencias del interior no hay plata para viáticos y algunas no tienen siquiera para pagar el alquiler del local. Además, sólo el 30 por ciento del personal de la DGI se dedica a controlar a los contribuyentes. Lo que se debe hacer es mejorar los soportes informáticos para realizar cruzamientos de información fiscal, tener bases de datos actualizadas. Y para fiscalizar a los grandes contribuyentes, crear un cuerpo de inspectores muy calificados. Tampoco estoy de acuerdo con la venta de carteras de morosos en gestión judicial, por las posibles autocompras de los propios deudores. Las empresas se dedicarían a los casos más sencillos y que generen más honorarios”.

Leonel Massad, tributarista
“Sin antecedentes”

“La fiscalización tributaria no debería ser privatizada. Es una función inherente al sector público, dada la naturaleza de los intereses en juego. El sector privado podría ejercer alguna acción persecutoria sobre determinadas empresas o violar el secreto fiscal para vender información reservada. Podría haber filtraciones por las que una empresa se enterara de todo lo que hace el competidor. Por otra parte, en la legislación internacional no existe prácticamente ningún caso de concesión de la fiscalización. En mi opinión, lo que hay que hacer es mejorar el funcionamiento de la AFIP. Ya no quedan muchas posibilidades de crear impuestos ni subir alícuotas, entonces hay que pensar en el aumento de la recaudación por el lado del combate a la evasión. Para eso sería necesario apoyar a la AFIP de tres maneras: la primera es no imponerle tareas extraordinarias que distraen su trabajo. Por ejemplo, el impuesto docente implicó que durante seis meses el 50 por ciento del personal de la DGI estuvo afectado a esa tarea. Después, hay que terminar de instrumentar un plan estratégico para el corto y mediano plazo. Y finalmente hay que darle medios y tiempo. No puede ser que en marzo debían recategorizarse un millón de monotributistas y nadie se enteró porque no hubo plata para poner avisos en los diarios. A esta altura, ya no sé si no hay una mano siniestra que opera para que las cosas anden mal”.

 

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