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Cannes vio un film argentino que
parece inspirado en el cine iraní

�La libertad�, de Rodrigo Alonso, pasó por la prestigiosa sección �Un certain regard�. Hubo huidas de la sala, pero también elogios.

Una imagen del acceso a la
sala de la competencia oficial 2001.
)"La libertad" dura apenas 75 minutos
y casi no tiene diálogos.

Desde Cannes

Casi en silencio, como el propio film que es prácticamente mudo, se presentó ayer el Festival de Cannes, dentro de la sección “Un certain regard”, la película argentina La Libertad, dirigida por Lisandro Alonso, un joven realizador debutante. La proyección fue expectantemente seguida por la delegación argentina, que también incluye al realizador Adrián Caetano, responsable de Bolivia, que se verá el martes. La libertad, cuyo director tiene 25 años, dividió posturas, pero el saldo fue netamente a su favor. Se trata de una película cuyo argumento se puede resumir en una sola línea: cuenta un día cualquiera en la vida de un leñador, en mitad de la pampa.
La cámara muestra el diario quehacer del hombre cortando árboles, comiendo, descansando, armando un cigarrillo, vendiendo la leña en un puesto cercano, cocinando un quirquincho que logró cazar poco antes de la noche. Poco más o, si se quiere, poco menos es lo que el espectador puede observar. Son apenas 75 minutos de metraje. Lo suficiente para que una película de este estilo, lenta, pausada, no se haga insufriblemente pesada. Aún así, algunos de los espectadores presentes en la sala no aguantaron la propuesta cinematográfica de Alonso y abandonaron la proyección a los pocos minutos. Sin embargo, la mayoría de los críticos la aprobaron, algunos calurosamente.
La libertad bebe en las fuentes de autores como el iraní Abbas Kiarostami, es decir, es un cine de mirar y observar, en que la ficción deja pasar a las andanzas de un hombre corriente, las aventuras y desventuras de su vida. Un cine que no logrará grandes colas en las taquillas pero que, por lo menos, comprueba, como hacen los médicos, que algo de pulso vital hay aún sobre la tierra. El nuevo cine argentino está interesando enfáticamente en Francia, sobre todo después del triunfo en Cannes de Mundo Grúa, de Pablo Trapero, que obtuvo el premio a la mejor ópera prima. Trapero es uno de los productores de La Libertad y llegó a Cannes acompañando al realizador. Este año se estrenarán en Francia 22 películas argentinas y el semanario L’Express acaba de afirmar que el nuevo cine de ese país parece destinado a desplazar al iraní y al oriental en el gusto de los cinéfilos del mundo.
Cine de silencios y de pocas palabras es también el de la película catalana Pau i el seu Germa (Pau y su hermano), la única española que compite en la sección oficial, que se pasó ayer luego de La libertad. Para Marc Recha, su director, estar concursando por la Palma de Oro ya es todo un éxito. Su película, que tiene algunas similitudes con la argentina, cuenta la historia de un joven que, cuando se entera de la muerte de su hermano, viaja hasta un pequeño pueblo de los Pirineos en busca de algunos recuerdos de su familiar desaparecido.
Cine puro y duro de autor y por tanto muy del gusto de este festival que, sin embargo, no entusiasmó a la crítica presente. Pero Pau... cuenta además con otro dato a tener en cuenta: un tercio de su producción pertenece a una compañía gala, con lo que muchos maliciosos ven en esto una de las causas de su presencia en la sección oficial.Y es que entre películas francesas, coproducciones y participaciones, la industria local tiene una presencia mayoritaria en este evento, que aprovecha para vender al mundo sus productos.

 

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