Desde Cannes
Casi en silencio, como el propio
film que es prácticamente mudo, se presentó ayer el Festival
de Cannes, dentro de la sección Un certain regard,
la película argentina La Libertad, dirigida por Lisandro Alonso,
un joven realizador debutante. La proyección fue expectantemente
seguida por la delegación argentina, que también incluye
al realizador Adrián Caetano, responsable de Bolivia, que se verá
el martes. La libertad, cuyo director tiene 25 años, dividió
posturas, pero el saldo fue netamente a su favor. Se trata de una película
cuyo argumento se puede resumir en una sola línea: cuenta un día
cualquiera en la vida de un leñador, en mitad de la pampa.
La cámara muestra el diario quehacer del hombre cortando árboles,
comiendo, descansando, armando un cigarrillo, vendiendo la leña
en un puesto cercano, cocinando un quirquincho que logró cazar
poco antes de la noche. Poco más o, si se quiere, poco menos es
lo que el espectador puede observar. Son apenas 75 minutos de metraje.
Lo suficiente para que una película de este estilo, lenta, pausada,
no se haga insufriblemente pesada. Aún así, algunos de los
espectadores presentes en la sala no aguantaron la propuesta cinematográfica
de Alonso y abandonaron la proyección a los pocos minutos. Sin
embargo, la mayoría de los críticos la aprobaron, algunos
calurosamente.
La libertad bebe en las fuentes de autores como el iraní Abbas
Kiarostami, es decir, es un cine de mirar y observar, en que la ficción
deja pasar a las andanzas de un hombre corriente, las aventuras y desventuras
de su vida. Un cine que no logrará grandes colas en las taquillas
pero que, por lo menos, comprueba, como hacen los médicos, que
algo de pulso vital hay aún sobre la tierra. El nuevo cine argentino
está interesando enfáticamente en Francia, sobre todo después
del triunfo en Cannes de Mundo Grúa, de Pablo Trapero, que obtuvo
el premio a la mejor ópera prima. Trapero es uno de los productores
de La Libertad y llegó a Cannes acompañando al realizador.
Este año se estrenarán en Francia 22 películas argentinas
y el semanario LExpress acaba de afirmar que el nuevo cine de ese
país parece destinado a desplazar al iraní y al oriental
en el gusto de los cinéfilos del mundo.
Cine de silencios y de pocas palabras es también el de la película
catalana Pau i el seu Germa (Pau y su hermano), la única española
que compite en la sección oficial, que se pasó ayer luego
de La libertad. Para Marc Recha, su director, estar concursando por la
Palma de Oro ya es todo un éxito. Su película, que tiene
algunas similitudes con la argentina, cuenta la historia de un joven que,
cuando se entera de la muerte de su hermano, viaja hasta un pequeño
pueblo de los Pirineos en busca de algunos recuerdos de su familiar desaparecido.
Cine puro y duro de autor y por tanto muy del gusto de este festival que,
sin embargo, no entusiasmó a la crítica presente. Pero Pau...
cuenta además con otro dato a tener en cuenta: un tercio de su
producción pertenece a una compañía gala, con lo
que muchos maliciosos ven en esto una de las causas de su presencia en
la sección oficial.Y es que entre películas francesas, coproducciones
y participaciones, la industria local tiene una presencia mayoritaria
en este evento, que aprovecha para vender al mundo sus productos.
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