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EL LIBRO DE EDUARDO ANGUITA SOBRE EL JUICIO DE MADRID
La perseverancia en la lucha

En la presentación de �Sano Juicio�, que cuenta la historia del proceso por genocidio contra los militares argentinos que instruye Garzón, todos reivindicaron la memoria y la militancia.

Cortiñas (Madres), Carlotto (Abuelas), Anguita (de pie),
Slepoy y De Gennaro (CTA).

Por Victoria Ginzberg

Juan Manuel Serrat canta “Para la libertad” en el estadio de Ferro; Nora Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y Estela Carlotto, presidenta de Abuelas, hacen declaraciones frente a las cámaras de televisión; el dictador Augusto Pinochet camina libre poco antes de su detención, el “arrepentido” Adolfo Scilingo habla de los vuelos de la muerte y Eduardo Anguita, con su computadora portátil enfrente y un mate al costado, lee párrafos de Sano Juicio. Con estas imágenes en video empezó el jueves por la noche la presentación del libro que narra la historia del juicio español (y de sus protagonistas) contra los militares argentinos.
El evento, en realidad, había comenzado un rato antes, en las conversaciones de todos los que se habían reunido en el Palais de Glace. Allí estaban muchos familiares de desaparecidos y ex detenidos que aportaron su testimonio frente al juez Baltasar Garzón como lo hizo el mismo autor del libro. Se destacaba involuntariamente en el salón lleno el juez Gabriel Cavallo, que recibió un aplauso cuando Anguita agradeció su presencia, como la de los fiscales Hugo Cañón y Miguel Angel Osorio. Cavallo fue quien anuló las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Cortiñas, Carlotto, el líder de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), Víctor De Gennaro y el abogado Carlos Slepoy fueron los encargados de los comentarios sobre el libro. “Un juicio siempre había sido algo frío, técnico; pero acá se muestra un juicio con seres humanos que palpitan día a día”, expresó Cortiñas. Tanto ella como Carlotto mencionaron a la madre de Anguita, desaparecida desde julio de 1978 y aprovecharon el auditorio para reiterar las críticas al gobierno que “sigue apoyando el camino de la impunidad”. “Este libro es una respuesta de lucha”, dijo Carlotto, quien volvió a rechazar la idea de una supuesta “mesa de diálogo” impulsada por el jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni. “No nos van a convencer a los viejos y menos a los jóvenes”, manifestó la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y terminó su exposición con un contundente: “no estamos llorando, estamos luchando; no estamos vencidos, estamos de pie”.
De Gennaro habló de su historia con el juicio por genocidio, torturas y terrorismo de Madrid, en el que el juez Garzón reivindicó la jurisdicción universal para juzgar a los culpables de crímenes contra la humanidad. “Al principio creíamos que era el juicio de los españoles desaparecidos -explicó– pero luego empezamos a entender que había que probar que en nuestro país hubo un genocidio y eso significaba entender que los compañeros habían estado en campos de tortura pero que el verdadero campo de concentración era la Argentina, significó que pudimos estar delante de un juez en representación de la clase obrera organizada y entender que también hubo resistencia de los trabajadores a la dictadura”.
“En 1998, cuando la Audiencia Nacional confirmó la competencia de Garzón sentimos que este proceso judicial iba a pasar a la historia; no porque existieran Garzón o Carlos Castresana (el fiscal que hizo la denuncia inicial) sino porque era un juicio que estaba haciendo el pueblo argentino en otro país, porque en el suyo se le había negado esa posibilidad”, aseguró Slepoy. El abogado argentino radicado en Madrid es uno de los protagonistas de Sano Juicio en tanto es uno de los protagonistas del juicio español.
Cuando los miembros del panel terminaron de hablar Anguita dijo simplemente que estaba “muy feliz de haber escrito este libro” y presentó a las actrices Victoria Egea y Vita Escardó, que sensibilizaron al público con la lectura de párrafos del libro intercalada con las estrofas de una canción popular de la Guerra Civil Española.

 


 

CAUSA POR ROBO DE BEBES SE ENLAZA CON EL PLAN CONDOR
El calvario de uruguayos

Por V. G.

“Mientras Aída tenía su bebé en el Pozo de Banfield, el resto de los uruguayos continuaba en Martínez, donde los interrogaban fuerzas de seguridad argentinas y uruguayas”, declaró la ex detenida Adriana Chamorro. El testimonio de la mujer, en el que se describen partos de desaparecidas uruguayas en Argentina, se sumó a las causas en las que se investiga el plan sistemático de apropiación de bebés y el Plan Cóndor, ambas a cargo del juez Rodolfo Canicoba Corral.
Chamorro, que actualmente vive en Canadá, fue secuestrada junto a su marido el 23 de febrero de 1978 en su departamento de Capital Federal. Estuvo un tiempo en la Brigada de San Justo y luego fue conducida al Pozo de Banfield, donde permaneció en octubre de 1978.
Cuando llegó a Banfield, Chamorro se comunicó con otra detenida, María Asunción Artigas Nilo de Moyano, a través de los ladrillos huecos del calabozo. Así se enteró que en el centro clandestino había 21 desaparecidos de nacionalidad uruguaya, entre ellos Andrés Carneiro de Souza y su esposa Carolina; María Antonia Castro de Martínez, una médica cuyo esposo había muerto en el Pozo de Quilmes; Yolanda Casco, Aída Sanz y su compañero “Cacho” Castro Gallo, quien ya había sido trasladado a Uruguay, la madre de Aída Sanz e Iliana Ramos de Dossetti.
En junio de 1978 Chamorro y Artigas de Moyano compartieron la celda y así la testigo supo que todos los uruguayos habían sido detenidos a fines de diciembre de 1977, que su compañera estaba embarazada y que Aída Sanz y Yolanda Casco habían parido luego de ser secuestradas, entre fines de diciembre y principios de enero.
“Me comentó que a Aída la torturaron en una casa de Martínez. Que la nena empezó a nacer en la mesa de torturas y que la sacaron a toda velocidad del lugar y la llevan al pozo de Banfield, donde nació la niña el 31 de diciembre de 1977. El parto se hizo con la parturienta esposada a la camilla y tabicada”, declaró Chamorro. En Banfield también nació, a principios de enero, el hijo de Yolanda Casco.
En Martínez, donde habían estado detenidos antes de ser llevados a Banfield, los uruguayos fueron interrogados por represores de su país y desde allí, fueron llevados a través de una lancha cinco personas hacía Uruguay.
El 15 de mayo de 1978 hubo un “traslado” importante en el pozo de Banfield y del grupo de detenidos uruguayos sólo quedaron María Artigas e Iliana Ramos. El 22 de agosto a la madrugada Artigas empezó a tener contracciones y a la mañana siguiente se la llevaron al piso de abajo. Al rato, el resto de los detenidos escuchó el grito de un bebé y los guardias subieron anunciando que había nacido una nena. La mujer volvió a la noche, sin su hija y con un frasco de Espadol y una sábana ensangrentada. Por Banfield también pasó el matrimonio Logares, que fue detenido en Uruguay junto a su pequeña hija. Los tres niños de madres uruguayas nacidos en ese centro clandestino de detención fueron buscados por sus familias y recuperaron su identidad. También fue encontrada Paula Logares.

 

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