Por Rory Carroll
*
Desde
Roma
La campaña electoral
italiana llegó a su clímax anoche, en un final televisivo
dominado por la controversia sobre la figura del probable ganador, Silvio
Berlusconi. Las cantidades de telespectadores habrían sido sin
precedentes, mientras millones de personas en sus casas, y en plazas equipadas
con pantallas gigantescas, contemplaban al centroderechista candidato
opositor defendiendo su derecho a volver al asiento de primer ministro
que colapsó bajo su persona en 1994. El gobierno de centroizquierda,
cuyo candidato es Francesco Rutelli (46), rogó a los votantes indecisos
acudir a las urnas, para evitar la victoria de un millonario rodeado de
escándalo que según alegó arriesgaba
convertir a Italia en el paria de Europa.
Los analistas están pronosticando un regreso de Berlusconi y de
sus aliados de extrema derecha, siete años después de que
cayeran del poder en desgracia y en medio de recriminaciones mutuas. La
negativa de Berlusconi (64) a comparecer junto a Rutelli en un debate
televisivo llevó anoche a una confrontación virtual en que
ambos aparecieron en programas de entrevistas al mismo tiempo, obligando
a los televidentes a cambiar de canal a cada rato. Posteriormente, Rutelli
se dirigió a un acto de masas en Nápoles, mientras Berlusconi
hablaba a sus partidarios en la Piazza del Popolo en Roma.
Pese a las enormes audiencias televisivas de ayer, es probable que la
votación de mañana registre un número de abstenciones
sin precedentes, tal vez tres millones más que en las anteriores
elecciones en 1996, cuando ocho millones de votantes se quedaron en sus
casas. Los partidos políticos que logren persuadir aunque
sea a una porción de esos abstencionistas potenciales serán
los que ganen la elección, afirmó Renato Mannheimer,
uno de los principales encuestadores. Una enorme ventaja inicial de Berlusconi
se redujo a un 4 por ciento en las encuestas de intención de voto
hace dos semanas, las últimas que pudieron ser publicadas de acuerdo
con la ley italiana. Y hay consenso en que su ventaja se ha reducido aún
más desde entonces y que puede no ganar una mayoría en el
Senado, de 623 bancas. Pero sus alianzas con la xenófoba Liga del
Norte y la posfascista Alianza Nacional deberían asegurarle una
mayoría en la Cámara de Diputados de 623 bancas. Al mismo
tiempo, y para tener alguna chance de ganar, el gobierno debería
arrasar en el centro y sur del país, incluyendo Sicilia.
La preocupación europea en el sentido de que las acusaciones de
corrupción contra Berlusconi lo vuelven inapto para el cargo de
primer ministro han ayudado a convertir las elecciones en un plebiscito
sobre su legitimidad. Fuentes diplomáticas afirman que la coalición
podría convertirse en un paria entre sus vecinos si incurre en
gastos excesivos o encara políticas antiinmigración. Pero
los italianos, que son cínicos respecto a todos los políticos,
parecen dispuestos a correr el riesgo dando al así llamado Cavaliere
la oportunidad de cumplir con sus muchas promesas tentadoras: bajar impuestos,
reducir el crimen, descentralizar el Estado y barrer con la burocracia.
Muchos esperan que las capacidades que le posibilitaron construir un imperio
de negocios de 12.800 millones de dólares incluyendo propiedades,
editoriales y el club de fútbol AC Milán pueden representar
un estímulo para la economía. El ex cantante melódico
de cruceros de placer ha logrado retratar con éxito tres sentencias
por sobornos y evasión de impuestos que se encuentran hundidas
en tecnicismos, y cuatro acusaciones de corrupción, como la caza
de brujas de magistrados de izquierda.
Rutelli, mientras tanto, está prediciendo la victoria del gobierno,
aunque el electorado está cansado de sus peleas internas y sus
abortadas reformas políticas. La coalición de ocho partidos,
incluyendo verdes, ex comunistas y democristianos, consumió tres
primeros ministros desde suelección en 1996. Y el crédito
merecido por una mejor economía y por haber hecho entrar a Italia
a la zona del euro aparece contrapesado por el creciente temor al crimen
y a la inmigración ilegal.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
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