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OPINION
Por Mario Wainfeld

El default de la política

“El problema es la política. La imagen positiva del Presidente bajó de 70 puntos a 20. La del vicepresidente, que además renunció, por ahí anda. El ex presidente puede ir preso, acusado de jefe de una asociación ilícita, integrada por casi todo su Gabinete. La dirigente de mejor imagen es una oficialista que se pasó a la oposición, y acusa a casi toda la clase política de estar asociada a manejos mafiosos. En la volteada está incluido el jefe de Gabinete. Y el hombre fuerte del Gobierno, el San Salvador de la Economía, va aliado al peronismo en la provincia de Buenos Aires. Usted es un inversor, lee esos títulos en el diario... ¿Qué hace? La economía no remontará jamás con esta política.”
Podría razonarse al revés –replica Página/12 al importante funcionario oficialista–: las rencillas, la dispersión ocurren porque la economía no mueve el amperímetro. La derrota y la diáspora política derivan del estancamiento económico.
El funcionario es economista y se supone que más economicista que Página/12 pero no da el brazo a torcer.
“No nos tienen confianza y, por eso, todos nuestros supuestos logros se diluyen. El blindaje nos lo dieron contra el cumplimiento de metas trimestrales. ¿Por qué tres meses y no un año? Porque sospechaban que no íbamos a cumplir. Los bancos entran en el megacanje porque tienen garantizada una inmediata comisión. No somos confiables, y eso es un problema político.”
Quizá, a esta altura, poco importe cuál es la causa y cuál el efecto, si es que puede hablarse de causas y efectos para referirse a fenómenos sociales. La Argentina está al borde del default en política y en economía. Es difícil expresar en palabras la magnitud de la crisis de una sociedad que se asoma al abismo pero es casi imposible exagerarla.

El regreso al Medioevo

Domingo Cavallo va dejando de ser, día a día, la gran esperanza blanca. Los mercados le tuercen la muñeca una y otra vez. En Economía se desesperan cuando la City rumorea que renunció Daniel Marx pero nadie oculta que tiene crecientes discrepancias con Mingo. No es el único que piensa que está equivocado pero es uno de los pocos que osa decírselo.
A mayor debilidad, Cavallo retruca pidiendo más poderes. ¿Para qué sirve retomar el control de la AFIP si la actividad baja, con ella la recaudación y no hay a la vista una batalla contra los grandes evasores? Preguntas al viento. Nada perturba el exitismo de Cavallo, no parece haber dudas, aunque la realidad ha esterilizado varias de sus medidas anunciadas en las –tediosas a fuer de recurrentes– conferencia de prensas de cada viernes a la noche, con el riesgo país por las nubes.
Las iniciativas de privatizar la recaudación de impuestos y de garantizar la deuda externa con el producto de la recaudación pondrían en duda la supervivencia del estado nacional. Si alguien concesiona la recaudación de impuestos y prenda el producido a favor de un poder foráneo –relegando las responsabilidades del estado de garantizar a sus ciudadanos ciertos standards mínimos– se constela más cerca de un orden medieval que de un moderno estado republicano. La expresión “privilegio” –contra la cual se levantaron todas las rebeliones burguesas, populares y socialistas desde el siglo XVIII– es también la designación técnica del rango que tendrá, de prosperar el proyecto Liendo-Cavallo, la deuda externa con relación a los sueldos, las jubilaciones, la retribución de los proveedores del Estado. ¿Estado? Sólo por pereza conceptual o por carencia de vocabulario puede llamarse “Estado” al ente que licua a tal grado sus obligaciones más primarias.

Jaquecas

En la campaña previa a las elecciones de octubre, Domingo Cavallo, el hombre fuerte del Ejecutivo, al mismo tiempo:
u a) Será la principal figura pública del oficialismo en el día a día.
u b) En la Capital acompañará a los candidatos de la Alianza defendiendo la acción del Gobierno.
u c) En la provincia de Buenos Aires compartirá listas con Eduardo Duhalde, quien centrará su campaña –tanto como el oficialista Raúl Alfonsín y el tercerista Luis Farinello– en duras críticas al “modelo”.
Si las líneas precedentes le hacen doler la cabeza y sentir mareos y confusión, calma lector. No consulte a un médico ni llame desesperado al oculista. La “creatividad” electoral nativa, el vaciamiento programático y de sentido de los partidos permiten cualquier sinsentido y marean al más pintado. Si cualquiera puede aliarse con cualquiera, en pos de cualquier programa, y enarbolando la bandera partidaria que se le ocurra quedan en suspenso la alternancia, la representación, la lógica misma del sistema.
El cavallista Oscar Castañón, puesto a explicar la entente de su jefe con Duhalde, acuñó una argumentación digna de detalle. Según él, a la larga, la Alianza será la gran beneficiaria de esa jugada. Alfonsín sumará por su lado. Los diputados de Acción por la República (AR), una vez electos, apoyarán las políticas oficiales. O sea: harán campaña antimodelo y pro PJ y luego votarán, digamos, garantizar la deuda externa con la recaudación fiscal. Lector ¿de nuevo se mareó? No se haga drama. También puede votar diputados aliancistas “de la alianza progresista” provincial que, posiblemente, se opongan a las políticas oficiales. No se aterre, no llame al médico.
“No se banca que Cavallo esté fuera de las listas de la Alianza. Es esquizofrénico. Vamos a laburar para que se sume”, asegura una de las principales figuras políticas del gobierno.
“¿Y la oposición de Alfonsín? ¿Y la decisión del Frepaso de no integrar listas con AR, y el cambio de Gabinete de Aníbal Ibarra cerrando filas con el alfonsinismo en la Capital?” –pregunta Página/12.
El funcionario delarruista replica: “Con Alfonsín habrá que hablar. Aníbal debió consultar, fue un gesto descomedido de su parte entrar en la interna radical”.
Tal vez tenga razón, tal vez no. En cualquier caso, deja vacante la explicación de cómo podría compatibilizarse el cambalache de ofertas electorales y coaliciones.

De la Sota le ganó a Mestre

“Te felicito, José Manuel, nos ganaste de mano.” El gobernador De la Sota no pudo dejar de sonreír mientras seguía oyendo en su celular la voz de Patricia Bullrich. Fue el primero en proponer una acción concreta para reducir el gasto político.
Así como en la TV pululan los reality shows, en otros territorios sobreabundan las ofertas de reducir “los costos de la política”. El oficialismo picó primero a la hora de hablar de ese tema. Era una de las “cuestiones de Estado” que asumió como propias Carlos Alvarez cuando era vicepresidente, en el paleolítico inferior. Federico Storani presentó un proyecto a cuyo lanzamiento no pudo asistir Chacho porque acababa de renunciar. De esto hace más de seis meses. En el ínterin, Ramón Mestre tomó la posta de Interior.
El martes, en reunión de gabinete, la Ministra de Trabajo le sugirió al sucesor de Fredi que acelerara el lanzamiento de un plebiscito para que la gente decidiera sobre el tema. Chrystian Colombo lo venía acicateando en igual sentido. Mestre se reunió con los gobernadores de la Alianza, dialogó sobre el punto pero no produjo ninguna medida concreta. Horas después De la Sota lanzaba una consulta en Córdoba: si consigue apoyo popular promoverá una reforma constitucional para reducir de 133 a 70 el número de legisladores provinciales. Primereó a su comprovinciano (y derrotado electoral) Mestre, un ministro de perfil entre bajo e inexistente y tan carente de reflejos que ni siquiera obra lo que le sugieren sus compañeros de gestión. El viernes, con la decisión de De la Sota en los diarios, mencionó que se estudia un referéndum. En puridad, se estudia desde tiempos de Storani, desde el paleozoico.
La astucia del peronista cordobés, que hasta hace poco tiempo se cuidaba de hacer cualquier cosa que no fuera administrar su provincia, se vincula a un escenario que los peronistas vuelven a imaginar: una eventual salida ante tempus de Fernando de la Rúa, como corolario de dos hechos más que posibles, la prolongación del estancamiento económico y una derrota letal en las elecciones de octubre.
La fascinación por podar senadores, diputados y concejales es una necesidad pero también una riesgosa prueba del descrédito de la actividad política. Un recorte no acompañado por cambios culturales y éticos no producirá otras derivaciones que algún achicamiento del déficit. La corrupción, el internismo, el financiamiento ilegal de los partidos no cesará y posiblemente no se mitigará. Simplemente, “la plata para la política” se buscará de otra forma. El creciente escándalo protagonizado por militantes de Franja Morada cobrando planes de capacitación laboral destinados a jefes de familia de sectores vulnerables es bien didáctico acerca de los códigos propios de cierta dirigencia local. Militancia no solo universitaria, como se irá develando si avanza la investigación que el gobierno mira con distracción y que la Oficina Anticorrupción -alegando vagas razones burocráticas– no considera de su competencia.

Mirando a Comodoro Py

Hoy por hoy las urnas están guardadas, las listas muy lejos. La libido de los políticos y la atención de los medios están más bien fijadas en Comodoro Py o en el Congreso. Para ser más precisos: en las investigaciones (parlamentaria) sobre lavado de dinero y (judicial) sobre venta ilegal de armas.
Los diputados Elisa Carrió y Gustavo Gutiérrez –haciendo gala de la misma convicción con que impulsaron el tema por años– y el juez Jorge Urso –haciendo gala de una convicción que le faltó por más de un lustro– ponen en vilo a buena parte de la dirigencia vernácula. El oficialismo hace gala de no interferir con la Justicia, actitud loable. No lo es tanto su mala onda hacia la comisión Carrió, ostensible en las desdichadas palabras que volcó –en una presentación pública muy poco consistente– el Presidente. Y frisa el bochorno que los radicales, correligionarios de “Lilita”, practiquen una suerte de juego de la silla al revés compitiendo para no estar en la comisión. Más allá de estos juegos, Carrió y Gutiérrez conocen su terreno e irán avanzando con las cajas que contienen documentación. Su decisión es no confinar la discusión sobre el tema en las paredes del Congreso sino ventilarla públicamente, en una arena donde –a la hora de cotejar prestigios y credibilidad– sacan luenga ventaja a eventuales sospechosos o antagonistas.
Los elementos que se suman a la causa sobre armas llevan a concluir que Urso acertó en su táctica de dejar para el final la citación a Carlos Menem. Las pruebas se siguen acumulando en torno (valga la expresión) del ex presidente. En su círculo más íntimo conviven dos apuestas, ninguna demasiado presentable.
La primera, es montarse en las denuncias mediáticas sobre Urso para quebrarlo. Fuentes judiciales, no sólo las más cercanas al magistrados aluden a una “campaña” periodística en su contra. Nada prueba su existencia pero sí es claro que el menemismo intentará sacar partido de las informaciones sobre el patrimonio del juez o las que incursionan en aspectos de su vida privada. Y no falta algún menemista servicial queasegura que habrá munición más gruesa, a medida que se acerque el 13 de julio, día en que el Jefe tiene agendado ir a Comodoro Py.
La segunda es garantizar que no cuele el cargo de asociación ilícita lo que no impediría una eventual condena de Menem, pero sí su encarcelamiento. No parece un objetivo fenomenal para un estadista pero sí un alivio para sus momentos de depresión, que según algunos de sus fieles, se han hecho habituales.

Gobernabilidad

“¿Qué pasa si perdemos las elecciones?” se indaga el funcionario que define a la política como la causa primera de la crisis nacional. Y se responde mediante nuevas preguntas: “¿Se tiene que ir De la Rúa? ¿Por qué? Por falta de gobernabilidad. Pero ¿hace falta que haya elecciones para concluir eso? ¿No será que ya hay falta de gobernabilidad?”. No espera respuesta. Cree, como tantos otros protagonistas de primer nivel, que no es solo el default económico el que está a la vuelta de la esquina.


 

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