Por Sergio Moreno
y Mario Wainfeld
Carlos Chacho Alvarez
parece relajado y cómodo en su nuevo lugar de observador
sin compromisos partidarios. Hace tiempo que reflexionó públicamente
sobre la necesidad de sentirse libre para opinar, para expresar lo que
piensa sin ataduras ni contrapesos ni culpas. Y, en este reportaje con
Página/12, el lector podrá apreciar, con claridad, que Alvarez
se lanzó de lleno a los brazos de esa su ansiada libertad.
Es categórico cuando habla del fracaso del Gobierno, de las tareas
y triunfos a lo Pirro, aclara de los asesores
antialiancistas del Presidente, del destino de un Fernando de la Rúa
atado económica y políticamente a la fortuna (buena o mala)
de Domingo Cavallo, de lo que debería hacer el Frepaso que
ya no presido, recuerda y de sus vicios, del lugar diferenciado
de Aníbal Ibarra, del incómodo sitio de su compañero
y amigo Darío Alessandro al frente del bloque de diputados de la
Alianza, de la política, de la economía y de las relaciones
internacionales. Y se siente tan libre que hasta ensaya que, de presentarse
en octubre por afuera de la coalición, él votaría
por Elisa Lilita Carrió. Partiendo de la base
que ella ya adelantó que no se iba a presentar, advierte.
Con ustedes, Alvarez en libertad.
¿Y ahora qué?
Ahora, a trabajar en la política desde otros ámbitos,
distintos a los de la cotidianidad partidaria. Tomar un poco de distancia
de todo lo que es coyuntura electoral, candidaturas y tratar de aportar
propuestas o cuestionamientos desde un lugar distinto.
¿Qué ámbitos? ¿Qué lugares?
Este cambio de lugar tiene un primer efecto sobre el Frente, que
tiene varias tareas. La primera es darse un debate que lleve a un mayor
grado de institucionalización, que debe ser producto de una discusión
sobre la identidad del Frepaso, del papel que tiene en esta coyuntura
y para adelante. En el ámbito nacional y esto lo marcó
también Aníbal Ibarra, el Frepaso tiene que pasar
a una situación de apoyo crítico, que blanquea la no participación
en el núcleo decisivo de la política. Hay que discutir las
decisiones del Gobierno desde una perspectiva propia. Y el tercer punto
es que debe plantear una mirada mucho más severa acerca de las
prácticas de la fuerza en muchos lugares, una revisión para
romper con las mimetizaciones de las viejas prácticas políticas
que en muchos lugares nos han hecho confundir y perder la marca y la identidad.
Su salida ¿no dejó a su fuerza en un estado extremo
de vulnerabilidad para encarar esta tarea?
En la rutina del día a día eso era difícil
discutirlo. Me parece que va a ser útil que el Frepaso pueda plantarse
como un colectivo que se reformula a sí mismo, con menos dependencia
de una conducción que, por distintas circunstancias, fue muy personalizada
y quizá excesivamente movimientista. Ahora, en términos
de vulnerabilidad en relación a la coyuntura electoral, creo que
no es lo decisivo.
No me refiero a eso...
Respecto del Gobierno tiene la misma situación que antes
porque, desde que pasó lo del Senado y hasta cuando estaba yo en
el Gobierno, el núcleo de decisión de la política
pasaba por fuera de la Alianza, pasaba por el entorno del Presidente,
que influía para que no hubiese Alianza, para que el Presidente
concentrara toda la autoridad. Entonces, el tema preocupante es la crisis
de identidad. Eso llevará un tiempo. Hay voluntad y mucha gente
muy valiosa para conducir ese proceso. Y creo que, como cuesta tanto ser
tercera fuerza en la Argentina, hay que acompañar ese proceso:
yo no voy a ser indiferente a ese proceso.
Tengo la sensación de que el Frepaso hoy discute su existencia
porque inclusive su lugar de nacimiento, crecimiento e inserción
en la sociedad, ahora lo ocupa Elisa Carrió.
Esto tiene dos perspectivas. Una, responsabilidad de gestión,
que ahí tendría que haber una marca. Muchas de las cosas
que está planteando y haciendo Aníbal van en ese sentido,
buscando una cierta singularidad. Lo mismo, y es muy importante, es cómo
le vaya a Juan Pablo Cafiero en la gestión al frente de Desarrollo
Social, si hay algo distinto en las políticas sociales a lo que
hubo. Pero al mismo tiempo, sobre la fuerza hay además una expectativa
de cómo incorpora su propia perspectiva a un gobierno de coalición.
Y eso creo que es lo que se viene perdiendo por inercia, por una dinámica
oficialista que no se corresponde al grado de incidencia que tiene la
fuerza en la toma de decisiones.
¿No se plantea ahí una hipótesis complicada
que sostendría que para luchar contra la corrupción hay
que ser opositor?
El Frepaso tiene que apelar mucho a las convicciones porque no está
en juego en este momento el tema de la sustentabilidad política
del Gobierno. Este Gobierno ha reducido toda su visión de cambio
en la sociedad a que el ministro Cavallo acierte en sacar al país
de la recesión y que se empiece a crecer. Pero no hay debilidad
en las bases de sustentación del Gobierno. El Frepaso tiene que
armonizar gestiones eficaces con una recuperación de la política
de convicciones.
¿Tiene sentido que el Frepaso siga integrando el gobierno
nacional?
Hay una discusión previa. La mayoría de los compañeros
con responsabilidades, en general, plantean participar (en el Gobierno);
me parece que es lo dominante. Esa situación se junta en paralelo
con lo que dice Aníbal: en el gobierno nacional no hay Alianza.
Entonces me parece que la fuerza debe recuperar un espacio propio. Puede
encontrar un lugar que no sea una posición tradicional en la lógica
de la coyuntura electoral, pero sí discutir cada decisión
del Gobierno aventando el fantasma de que si no acompañás
una medida se parte. Además, este es un gobierno que vive permanentemente
rozando cuestiones que tienen que ver con la identidad básica de
la Alianza y con el por qué fue votada. No se puede convivir con
la sospecha de que hay un pacto de impunidad para que no se avance con
la investigación de las armas. Como atmósfera, uno siente
que este gobierno está preocupado con lo que le pase a Menem, que
está más cerca de buscar atajos para que esto no pase que
para llegar a la verdad. Lo que ocurre con la investigación del
lavado es lo mismo: la sensación de que el Gobierno cree que no
es bueno que se esclarezca cómo funcionó el sistema económico
y político en la década del 90. Este gobierno fue
votado para romper con la cultura de diez años de menemismo y,
sin embargo, está más cerca de la idea de cambio impunidad
por gobernabilidad. En general es todo lo contrario a lo que la
gente votó. El Frepaso debe decirle a la sociedad que es garante
de que no va a haber pacto de impunidad en la Argentina. Eso no es ser
oposición sino ser coherente con lo que planteó desde un
comienzo. Y ponerse a la cabeza de muchas cosas que nosotros instalamos
en este mismo gobierno, como por ejemplo qué significa el ajuste
de la política: ¿es sólo una mirada fiscal de la
política o es el vaciamiento de la política para recrear
ciertos equilibrios con los poderes económicos en el país?
El Frepaso debería tener una mirada de la cuestión fiscal
o del gasto y un planteo más importante de por qué está
en crisis la política, esta doble crisis: el mercado que la considera
ruido y distorsión o puro costo y la sociedad que la considera
sinónimo de delitos y privilegios. La fuerza no puede ser un oficialismo
acrítico porque hay muchos intereses atados y al Gobierno no le
interesa esta cuestión. Por el contrario, tiene una visión
absolutamente conservadora de dejar todo como está y asociar la
suerte de este país solamente a que crezca al dos por ciento anual.
¿Y cómo se sostiene esto formando parte del oficialismo?
Esto tiene que defenderlo el Frepaso. Cavallo, por ejemplo, dijo
algo así como que el Mercosur fue y que sería
bueno hacer un acuerdo bilateral con Estados Unidos. El Frepaso debe tener
su propia posición al respecto, debe seguir defendiendo la construcción
de un espacio regional no sólo desde la perspectiva de los negocios.
Es una visión política: de qué bloque de poder va
a ser parte la Argentina. Esto no se discutió enningún lado
en el Gobierno, entonces ¿por qué nos tenemos que hacer
cargo como oficialista de un acompañamiento acrítico a decisiones
que no se comparten y no se discuten? Aún cuando se haya designado
a Juan Pablo Cafiero, su existencia no puede ser óbice para asfixiar
una política. Si la decisión mayoritaria es estar en el
Gobierno con un ministro de Desarrollo Social que haga bien las cosas,
no puede de ninguna manera condicionar las posiciones de la fuerza. Y
si las condiciona, hay que replantear esa situación.
Hay que discutir si se quedan en el Gobierno...
Claro. Tener un ministro y diez o quince funcionarios de segunda
línea, de ninguna manera puede condicionar las posiciones de la
fuerza, porque sería engañarse y creer que la fuerza participa
de las decisiones de este Gobierno cuando todos sabemos que no es así
y que casi nunca fue así. Esta Alianza nació con una debilidad
que es que los principales asesores del Presidente la consideran como
una herramienta para ganar elecciones pero también un instrumento
que no servía para seguir el camino de centroderecha que ellos
querían seguir. Ya en el hotel Panamericano empezaron las maniobras
para achicar la Alianza y, de echo, los principales asesores del Presidente
jugaron permanentemente a eso.
Lo lograron.
Sí, tuvieron varias victorias. A lo Pirro, pero tuvieron
victorias. Lograron la licuación de un proyecto político.
¿Y cómo evalúa la forma en que usted dio esa
pelea?
En la primera etapa, ya lo dije, quizás tendríamos
que haber demarcado más la cancha. Hay que reconocer que era muy
difícil confrontar públicamente a los cuatro meses de asumir
el Gobierno. Estaba en duda que la Alianza podía gobernar, si funcionaba
como coalición. Yo me hago cargo de que deberíamos haber
demarcado la cancha desde el primer momento y el Frepaso, ante la no coincidencia
dentro del Gobierno, debería haber expresado públicamente
esa disidencia. El Senado fue un punto límite.
Con respecto a los sobornos en el Senado, ¿cuál es
su idea sobre cómo fue el episodio?
Yo no tengo los datos. Si existieron los sobornos, como toda la
sociedad está convencida de que existieron, ellos no me iban a
contar a mi. Hay un modo de funcionar, que es el modo en que funciona
el sistema político argentino. El Senado es una metáfora
de cómo funcionaba el sistema...
Más allá de las pruebas, ¿cree que el dinero
salió del Gobierno?
Si hubo sobornos, alguien estaba interesado en que esa ley (de reforma
laboral) salga. Alguien tomó la decisión en el Gobierno
de seguir con el mismo sistema. Esa decisión fue letal, empezó
a quebrar la Alianza en los términos más profundos. Así
como se esperaba que la Alianza pelee contra la concentración económica
y plantee una lucha a la visión fiscalista y fundamentalista de
mercado, también se percibía que para otros cambios no había
restricciones: no juegan en contra la globalización, ni los organismos
de crédito; lo único que juega en contra son las complicidades
que existen en la Argentina desde hace muchísimos años.
Si no había una decisión de romper esa cultura dominante
era muy difícil transmitirle a la sociedad un compromiso con la
transformación y con el cambio. Ahí se rompe algo profundo,
decisivo, que nunca se pudo recomponer. Ahí también, asumo,
yo quedo entrampado en una situación de ambigüedad: no quería
quitarle al Gobierno una de sus bases de sustento que, entonces sí,
habría puesto en jaque a la gobernabilidad. Tomé ahora la
decisión que debería haber logrado al segundo día
después de mi renuncia.
¿No hubiese sido mejor, en aquel momento, convocar al Frepaso
a acompañarlo en su alejamiento?
Hubiese generado una crisis mayúscula. En ese momento el
Frepaso era una de las bases de sustentación del Gobierno. Seguro
que me iban a acompañar, pero creo que no con el consenso de que
eso era lo que había que hacer. Hoy, la fuerza quiere estar en
el Gobierno, hacer bien las cosas de sugestión, por supuesto yo
respeto esa decisión, pero a su vez hay una disconformidad con
lo que es este Gobierno.
¿Cómo se convive con esta situación?
No se puede decir que el Frepaso volvió al Gobierno: volvió
a un ministerio, no al lugar donde se toman las decisiones. Y lo peor
de todo es el clima de insatisfacción porque se siente que este
proyecto no contiene y que se han distorsionado sus bases. Aníbal
lo planteó claro: en la ciudad hay Alianza, en la nación
no. Si no hay Alianza a nivel nacional, no se puede hacer oficialismo
acrítico. El Frepaso tiene que dedicarle un tiempo al debate sobre
cómo atraviesa esta nueva etapa. Y debatir, además, un tema
que me parece muy importante y muy grave: en muchos lugares no hay una
marca Frepaso, no hay una forma de actuar que lo identifique respecto
al sistema político tradicional y eso es aniquilante para el futuro
de la fuerza.
¿En qué lugares?
La provincia de Buenos Aires es un ejemplo clarísimo: ahí
se participó de lo peor del funcionamiento del sistema político.
Creo que hay que seguir mirando un poco el tema de la Ciudad: cómo
algunos compañeros usan las cuotas de poder para armar estructuras,
o los métodos tradicionales. Cómo el Frepaso tiene una mirada
severa con aquellos compañeros que han hecho lo peor de las cosas
de la política, desde invento de fichas, cómo se consiguen
los votos, cómo se usa lo legislativo para construir aparatitos
políticos, eso que estamos cuestionando como parte del vaciamiento
de la política. En muchos lugares no se ha tenido la mística
de decir acá hay una fuerza que quiere cambiar la política.
Esa era la marca de identidad de la fuerza. No se puede ser progresista
en la concepción y absolutamente conservador en el peor sentido
en las prácticas políticas. Es verdad que hay que luchar
desde adentro, no aconsejo hacer lo que yo estoy haciendo ahora, pero
el coro que aconseja eso, en general, lo que ha mostrado hasta ahora es
una mimetización con el sistema dominante y muy pocos, en los distintos
partidos, han mostrado voluntad de cambio.
¿Cómo ve hoy a De la Rúa?
Atado a la suerte económica y política de Cavallo.
La llegada de Cavallo explica el fracaso del Gobierno. Cavallo es quien
define la agenda integral del Gobierno. Cuando Cavallo plantea el ALCA
por sobre el Mercosur, o blanquea a los senadores, o pide que a ex ministros
y ex presidentes los juzgue la Corte Suprema, el Gobierno no sale a rebatirlo.
El problema no es Cavallo, es la falta de voluntad que hubo para tratar
de reconstruir el proyecto original de la Alianza.
¿Y a Cavallo?
Lo veo con muchas más dificultades de las que él creía
iba a tener para sacar esto adelante. El pensaba que tenía la confianza
de Wall Street y que debía jugar fuerte a la confianza interna.
Subestimó ese actor llamado mercado cuando llegó al Gobierno.
Hay una desconfianza en la economía argentina que excede a Cavallo.
El creía que se piloteaba esta crisis con menos complicaciones.
¿Y a Lilita Carrió?
El único intercambio que tuve con Lilita en cinco meses fue
una conversación telefónica donde planteamos lo importante
que era que la comisión que investiga el lavado cuente con el apoyo
de nuestra fuerza y no tuviera condicionamientos ni intentos de obstruirla.
Hablamos que estábamos jugados muy fuertemente en eso. Pero de
toda la otra cosa vinculada a la política partidaria o a la lógica
de construcción futura no hablamos nada porque yo planteé
tomar distancia de eso.
¿El Frepaso debería acercarse en términos políticos
a Carrió?
En principio me parece que hoy no hay espacio para construcciones
futuras, me parece que hay que ir coincidiendo en cuestiones concretas.
El que se esclarezca o no lo que pasó con el funcionamiento del
menemismo y del sistema político económico en la década
anterior es un temaestratégico en relación a cómo
va a ser la Argentina del futuro. Hay que tener un compromiso muy fuerte
ahí. Para lo demás es muy prematuro. Creo que hay que establecer
un diálogo.
¿Si Carrió lanzara una candidatura por afuera de la
Alianza en octubre?
Ahí tendría que decidir el Frepaso. Mi posición
puede valer pero debe decidirlo la fuerza. Creo que hoy una candidatura
de Lilita en la Capital arrastra a todo el Frepaso, de hecho.
No veo a ningún frepasista defendiendo al Gobierno nacional contra
las posiciones de Carrió. Y creo que con el radicalismo pasaría
lo mismo, una parte de la dirigencia seguro y la base radical votaría
ahí, ¿no?
¿Y usted que votaría? ¿Una boleta imaginable
de la Alianza o a Carrió?
(silencio)...Qué votaría... Me parece que votaría
a Carrió. Ojo, esto dicho partiendo de la base que ella ya adelantó
que no se iba a presentar.
La situación
de Alessandro
¿Cómo ve a Darío Alessandro?
Es muy incómoda su situación. El presidente
de un bloque tiene que decir a todo que sí. Puede discutir
algunas medidas hacia adentro del Gobierno, como ha ocurrido con
la reforma previsional, pero si de última prima la idea que
tal tema es primordial para el Gobierno, el presidente del bloque
debe votar eso y hacer que los demás lo voten. Es una situación
difícil, que viene siendo complicada para Darío desde
hace bastante tiempo.
¿Alessandro no debería correrse de ese lugar?
Yo no tengo que decidir eso, no me corresponde. Darío
es un dirigente muy importante para la fuerza y él va a ser
muy consciente de cual es el mejor rol que tiene que asumir.
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