Por J. N.
Quiso ser un súper jefe
de Gabinete, como fue Chrystian Colombo hasta que aparecieron Domingo
Cavallo y las cajas del lavado de dinero. Pero Rodolfo Terragno nunca
terminó de acomodarse a la gestión delarruista. Un poco
por la desconfianza del Presidente y otro por sus famosos planteos, como
cuando quiso presidir una reunión de Gabinete aunque estaba el
vicepresidente. Se fue en octubre, en el primer recambio, y hoy divide
su tiempo entre la redacción de un libro una especie de historia
de la Alianza y la política. Siempre pendiente de la economía,
Terragno critica a Domingo Cavallo, asegura que el Gobierno traicionó
su promesa y que la responsabilidad es de los malos economistas.
Aplaude a Elisa Carrió y dice coincidir con Carlos Chacho
Alvarez, aunque aclara que cualquier salida debe canalizarse a través
de los partidos políticos. Los países que confían
en dirigentes mesiánicos o en movimientos informales terminan mal,
advierte.
¿Qué queda de la Alianza?
Todo. La Alianza es la gente que nos votó y que nos exigió
que nos aliáramos. Muchas de las primeras figuras aliancistas,
incluido el Presidente, estaban en contra. La Alianza se constituyó
por las encuestas, porque todos se fueron convenciendo por las encuestas.
¿Y qué queda de la Alianza en el Gobierno?
Poco.
¿Eso es consecuencia de que tres de los fundadores de la
Alianza Chacho, Graciela Fernández Meijide y usted
ya no estén en la gestión?
No. Podríamos no estar nosotros y la políticas ser
coherentes con la promesa electoral. Lo que me preocupa no es nuestra
ausencia sino la escasa relación entre lo que prometimos y lo que
se está haciendo.
¿Por qué se defraudó esa promesa?
Porque los economistas de la Alianza no tenían un proyecto
alternativo al menemismo y la dirigencia era tributaria de esos economistas.
El Presidente tiene la mejor intención: es obvio que no quería
fracasar, pero se dejó llevar por la sabiduría convencional
de esos economistas. De la Rúa ha sido víctima de una política
económica errada.
El argumento es que los condicionamientos externos, el déficit
fiscal, no dejaban otra alternativa.
No es cierto. El Gobierno tenía una legitimidad y una fuerza
con la que podía imponer otras políticas. No es verdad que
lo único que se podía hacer era aumentar impuestos para
frenar el incipiente proceso de reactivación, bajar salarios y
crear expectativas de estancamiento y retroceso, que después se
convirtieron en una profecía autocumplida.
¿No cree que hubo también errores políticos?
La renuncia de Chacho y el debilitamiento de la Alianza fue un problema
político, no económico.
Eso es una excusa de los malos economistas para no admitir su propio
fracaso. En Colombia, la guerrilla domina el 40 por ciento del territorio,
los paramilitares el 30, hay rondando un Plan Colombia, y tiene menos
riesgo país que la Argentina. Comparado con Venezuela, Colombia,
Ecuador o Perú, la Argentina, desde el punto de vista político,
es un paraíso. El problema no es político. La Alianza tiene
que retomar su principio: el crecimiento con redistribución del
ingreso. Eso y moral pública es la Alianza. Eso no es el PJ, ni
es Cavallo.
Bueno, pero ocurre que Cavallo está en el Gobierno.
Sí. Ante el desconcierto, jaqueado por los mercados, a De
la Rúa le dijeron que la forma de sosegar todo eso era llamar a
Cavallo. Pero no comparto la idea de que Cavallo tiene el poder político.
Si no se resuelve el problema de base, vinculado a la deuda, no gobierna
nadie: ni De la Rúa ni Cavallo. Si no se resuelve eso, el Gobierno
es una hoja al viento.
¿Hay margen para que el Gobierno retome sus promesas iniciales?
Hace un año y medio nadie hubiese dicho que había
espacio para un deterioro tan grande, para que Cavallo integrara la Alianza.
Si hubo tantomargen para lo negativo, dos años y medio tendría
que darnos un margen para lo positivo.
¿Fue un error convocar a Cavallo?
Sí.
¿Había otra opción?
Sí. Los objetivos de Cavallo no son los nuestros, no son
los mismos que los de la Alianza. La economía tiene que ver no
sólo con la generación de riqueza sino también con
la distribución. Por otro lado, para subir impuestos, transferir
5 mil millones de dólares del sector privado al público
y hacer las cosas que se están haciendo, no hacía falta
Cavallo.
¿La Alianza debería fortalecerse contra la nueva coalición
del Gobierno, que incluye a Cavallo?
No. Eso sería dividir la Alianza y favorecería a Ruckauf.
Pero el Gobierno no es autónomo. Entonces, los partidos de la Alianza,
desde afuera, tienen que presionar. Por ejemplo, si el Gobierno quiere
embargar las jubilaciones y los sueldos para que en caso de crisis cobren
primero los acreedores y después la gente, la Alianza tiene que
decir no.
Pero eso implica una confrontación entre la Alianza y el
Gobierno.
No. Porque en otras cosas la Alianza coincidirá y apoyará
al Gobierno. No es que tiene que confrontar. Tiene que marcar las desviaciones.
Lo ideal sería que la Alianza tuviera una conducción.
Eso se intentó hacer, pero se desarmó justamente por
las diferencias entre los líderes de los partidos y De la Rúa.
Pero estoy convencido de que esto ayudaría a De la Rúa,
que la fuerza que lo llevó al poder estuviera organizada y que
hubiera una voz para apoyarlo en las cosas que merece ser apoyado y para
ayudarlo a rectificar sus errores. Ojalá De la Rúa hubiera
tenido una Alianza organizada que le hubiese impedido cometer los errores
que lo llevaron a este desgaste.
¿Hay un riesgo de fractura del radicalismo?
No. Dentro de la Alianza puede haber mayor o menor sintonía,
pero nadie está trabajando para que el PJ gane en el 2003.
¿Qué opina de las declaraciones de Chacho Alvarez?
(Piensa unos segundos) Registra el desencanto de la mayoría
con la Alianza y con la política. No puedo negar que en eso tiene
razón, pero creo que nosotros no tenemos derecho ni a deprimirnos
ni a lavarnos las manos. Tenemos la responsabilidad y el deber de forzar
rectificaciones.
¿Y qué piensa de su decisión de alejarse del
Frepaso?
No conozco ningún país exitoso que no tenga una democracia
orgánica.
Los países que confían en dirigentes mesiánicos o
en movimientos informales terminan mal. Hay que ayudar a que crear una
democracia libre de escoria, representativa, formal y bien organizada.
¿A través de los partidos políticos tradicionales?
Bueno, tiene que haber una reorganización, los partidos necesitan
democratizarse, pero no veo que la sustitución de los partidos
políticos o el surgimiento de un Chávez o un Fujimori sean
la solución.
¿Qué opina del crecimiento público de Elisa
Carrió?
Lilita está terminando con un mito, según el cual
la corrupción no se puede probar. Ella está demostrando
que eso era una vieja hipocresía.
Usted hablaba de los liderazgos carismáticos, inorgánicos
y por fuera de los partidos, como Fujimori o Chávez. ¿Cree
que Carrió puede encarnar una aventura de este tipo?
Ella no estaría dispuesta a eso.
Y si estuviera ¿usted la acompañaría?
No. El futuro de la democracia está en los partidos. Además,
toda aventura política tiene que ser financiada, y los financistas
capaces de proyectar al poder una fuerza improvisada nunca tiene buenas
intenciones.
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