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EL DUEÑO DE LOS MEDIOS Y EL HOMBRE
MAS RICO DE ITALIA ES EL EJE DE LAS ELECCIONES
Citizen Berlusconi apuesta a ganarlo todo

Italia vota hoy en unas elecciones convertidas en un virtual plebiscito nacional sobre la figura
del zar de los medios Silvio Berlusconi, enfrentado a la izquierda y a la Unión Europea.

Francesco Rutelli (izq.), candidato del Olivo, es un mero figurante para Silvio
Berlusconi (der.), que rehusó cualquier posibilidad de debate, televisado o no, con él.
A Berlusconi lo aleja de otros derechistas europeos como el austríaco Joerg Haider, antes que la edad e incluso la ideología, la fortuna que es producto de su emporio.


Por Alfredo Grieco y Bavio

A las acusaciones de los medios de media Europa, Silvio Berlusconi las desechó como “basuras”. Y dijo poco más. Pero cuando se trata de hacer propaganda a su coalición de centroderecha, la Casa de las Libertades, y sobre todo a sus virtudes para encabezarla, il cavaliere descose sus labios. Firma por televisión, como hizo el martes, en papel sellado y membretado, un vistoso “Contrato entre Silvio Berlusconi y los italianos”, en cinco puntos redactado por notorios escribanos. Y siempre, siempre, ataca a la sinarquía de su rival político, la coalición centroizquierdista del Olivo en el poder, y denuncia un complot comunista y terrorista. Un complot en el que participan gustosos conspiradores tan diversos como el decano de los periodistas italianos (el derechista y nonagenario Indro Montanelli), las Brigadas Rojas (lo amenazan de muerte en colusión con el gobierno), el liberal semanario británico The Economist o el diario conservador alemán Frankfurter Allgemeine.

Arte de injuriar

La estrategia del líder de la centroderecha es eficaz. Le dio una ventaja de 20 puntos que se redujo a 4 o 5 en el último sondeo. También es simple: se trata de reducir la política italiana a una confrontación entre él y sus adversarios. En el fin de semana fue a desafiar a Massimo D’Alema, ex jefe de gobierno, presidente del Partito Democratico di Sinistra (PDS), y, según Berlusconi, verdadero mandamás de la izquierda. Lo hizo en Gallipoli, de cuya elección depende que D’Alema conserve su banca de diputado en el parlamento. El candidato del Olivo para el cargo de presidente del Consejo (premier) es el ex alcalde de Roma Francesco Rutelli. Según Berlusconi, sin embargo, es un mero figurante, y por eso ha rechazado un debate televisado, que reclamó incluso el habitualmente reticente presidente de la república, Carlo Azeglio Ciampi. Es que, se justifica Berlusconi, “Rutelli es candidato de tan bajo nivel...”.
El discurso que Berlusconi pronunció en Gallipoli fue el más agresivo de una campaña agresiva, y tal vez el más revelador. Fue debidamente televisado, y tuvo el esperable eco en la prensa italiana. Antes, el hombre más rico de Italia se presentaba sólo como ex obrero, y punto. Pero ahora se forjó una conciencia política, y ya es “revolucionario”. Desprecia el poder, como todo subversivo que se respete, pero sabe que para convertir a Italia en modelo de Europa le tocará sacrificarse y conquistar su Palacio de Invierno, en este caso situado en Roma y llamado Palazzo Chigi, sede del premier. “Es un puesto que no me gusta. Pero iré para hacer la revolución”, gritó Berlusconi a una multitud que respondía “¡Bravo!” a ese verdadero italiano que asusta a los eurócratas. Berlusconi siguió con las personalizaciones. Cuando sea derrotado en la sureña Gallipoli, D’Alema “deberá hacer lo que nunca hizo: buscar trabajo”. Porque D’Alema –que antes para el mismo Berlusconi era el único comunista, o ex, con el que valía la pena conversar– se reveló como lo que es: “Un viejo bolchevique”. El público reía y aplaudía rabiosamente, pero Berlusconi los interrumpió, porque no, no basta con aplaudir, el domingo hay que custodiar los centros de votación “para evitar que se despliegue la profesionalidad de la izquierda en la manipulación de los resultados de las urnas”. El candidato que se irrita cuando sus enemigos esbozan alguna duda sobre su transparencia, los acusó de fraude electoral.

Norte contra Sur

El líder de la Liga del Norte, Umberto Bossi, que había conservado el perfil bajo y presentable que se esperaba que guardara, volvió a las invectivas a fines de abril, cuando caracterizó al actual jefe del gobierno de centroizquierda, Giuliano Amato, como “enano nazi” por su negativa a realizar un referéndum sobre la devolution de Lombardía el mismo 13 de mayo de las elecciones generales. En un país tan estereotipadamente obseso por la bella figura, el insulto ataca la apariencia física del premier, que no dejó de contarse entre las razones por la que la izquierda prefirió al telegénico Rutelli, que tiene el mismo asesor de imagen que Bill Clinton. Al líder de la centro derecha el tema también le preocupa: ocultó mientras pudo (como Rudy Giuliani en Nueva York) una operación de próstata y se pone en puntas de pie en el momento exacto en que disparan el flash en las fotos de grupo. La nueva derecha populista europea usa con alegre cinismo el lenguaje de la izquierda; en el caso de Bossi, es más visible porque la misma coalición de la Casa alberga a la posfascista Alianza Nacional de Gianfranco Fini.
El tema de las autonomías regionales (y aun nacionales) es uno de los que separan con mayor claridad las propuestas de izquierda y derecha en las elecciones. Desde su perspectiva, el líder de la ex separatista y hoy ultrafederalista Liga del Norte condena el “nazismo” unitario del gobierno de Roma, y se queja de que los recursos de las regiones prósperas se drenen hacia las que lo son menos. La distribución geográfica del voto es, en líneas generales, clara: mientras que los ricos norte y centro se inclinan por la derecha, el sur lo hace por la izquierda. Es por eso que Berlusconi calcula el valor propagandístico de despojar a D’Alema de su banca en la Puglia.

Entre Reagan y el padrino

También en líneas generales, el programa de gobierno de Berlusconi no difiere demasiado del de la izquierda. O habría que decir que el programa del centroderecha no es tan diferente del de centroizquierda. Las mayores diferencias están, tal como quiere Berlusconi, en los candidatos. Y así el gotha de los diarios y publicaciones financieras (con matices, del Wall Street Journal al Financial Times) desconfía del hombre más rico de Italia, del estilo monárquico-populista que impuso a su partido, que es a la vez conservador e insurgente. Y sobre todo del ya célebre conflicto de intereses que significaría un jefe de gobierno que fuera también el empresario Nº 1. Es que a Berlusconi, de 64 años, lo aleja de otros derechistas europeos como el austríaco Joerg Haider, antes que la edad e incluso la ideología, la fortuna. Su holding privado Fininvest controla las tres mayores redes de televisión privada en Italia, el mayor grupo editorial (Mondadori), el diario Il Giornale, la agencia de publicidad Publitalia y el grupo financiero Mediolanum. En un eventual gobierno Berlusconi, también los medios del Estado, entre ellos las tres cadenas de la poderosa radiotelevisión Rai, quedaría también en sus manos. Como resumió el semiólogo Umberto Eco, uniéndose a las protestas de Norberto Bobbio y otros intelectuales, Berlusconi dominaría, simplemente, la opinión pública. Fininvest también controla el Milan, el equipo de fútbol que es la seña de identidad del norte, y no es casual que el partido político que fundó porte el nombre de un grito de cancha: Forza Italia. La saga judicial de Berlusconi continúa, con sus acusaciones de sobornos, abusos, y no tan indirectas connivencias con la Cosa Nostra, aunque jalonada de sobreseimientos y prescripciones. Sigue firme la causa que lleva en Madrid el juez Baltasar Garzón, quien lo acusa de quebrar a la empresa de televisión Telecinco, de la que era uno de los dueños, haciéndole pagar derechos imaginarios a compañías de las que era dueño y que operaban desde paraísos fiscales.
La combinación dosificada que propone Berlusconi de libremercadismo y reducciones de impuestos, de búsqueda de la competitividad y aligeramiento de la intervención del poder judicial, es la conocida fórmula económica de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y tiene su correlato en la actual administración norteamericana de George W. Bush. No es tan diferente a laque propuso Berlusconi en 1994, cuando formó un gobierno que duró siete meses, y cayó por la “traición” –hoy públicamente perdonada– de Bossi. Lo que sí cambió desde entonces es la situación de Italia. Cuando Berlusconi abandonó el palazzo Chigi, Italia seguía estremecida por el escándalo de corrupción política y financiera de Mani Pulite, la investigación judicial que acabó por descabezar a la clase política que había gobernado el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hoy Italia saneó sus finanzas hasta el punto que pudo integrar, con Francia y Alemania, la troika inicial de adhesión al euro. Un gobierno Berlusconi debería presidir sobre la introducción efectiva del euro el 1º de enero de 2001.

La salvación por las obras

El centroizquierda promete, también ella, disciplina fiscal, sin subrayar recortes impositivos para los más ricos, pero sí una progresiva reducción de la presión fiscal que se reduciría a menos del 40% del PBI de aquí a cinco años. Y, como el laborista Tony Blair que el lunes anunció simbólicamente desde una escuela la fecha de las elecciones británicas, su clon italiano Rutelli augura el mismo énfasis en educación, salud, empleo y medio ambiente. También como en Gran Bretaña, otro tema clave es la inmigración, que la derecha asocia a la seguridad, e iguala a “clandestinos” con “delincuentes”. La izquierda asegura más o menos los mismos controles, sólo que en los estrictos límites de la legalidad. Una legalidad que suele ser lenta, y en esto también la derecha promete celeridad. La Liga del Norte es particularmente virulenta en su mensaje antiinmigrante y homofóbico. El centroizquierda busca alinearse también en estas materias, y en su programa Renovemos Italia Juntos, un pequeño libro de tapas rojas y 127 páginas, llama a la familia “célula básica de la sociedad”, y promete ayuda a los jubilados, a los que Berlusconi prometió un aumento. Fiel, o atento, a su electorado en el sur, el Olivo anuncia grandes obras públicas, en especial la unión de la isla de Sicilia con Calabria por un puente. Berlusconi también se comprometió con realizar en los próximos cinco años un 40% de su gran plan de obras.
La Casa de las Libertades publicó el programa de la coalición en la página de Internet del Partido Forza Italia. Lo hizo recién el martes, a sólo seis días de las elecciones, acaso para evitar el reproche de no haberlo hecho y con la conciencia de que estas elecciones italianas pasan poco por puntos programáticos. En todo caso, los sondeos acercaron al centroderecha y al centroizquierda, y uno de cada cuatro italianos que piensa votar todavía no decidió su voto. Parece seguro, sin embargo, que la campaña internacional contra Berlusconi lo favorece para el voto de hoy más de lo que pueda haberlo perjudicado.

 

Claves

Las elecciones generales de hoy enfrentan a la gobernante coalición de centroizquierda El Olivo con la coalición de centroderecha Casa de las Libertades.
El líder de la derecha es el magnate de los medios Silvio Berlusconi y los sondeos le daban hace dos meses 20 puntos de ventaja (que cayeron a 4 ó 5) sobre Francesco Rutelli, ex alcalde de Roma.
Las últimas dos semanas de campaña estuvieron dominadas por el ataque de la mayoría de la prensa europea contra Berlusconi. Como Berlusconi sabe convertir las acusaciones en persecuciones, la intención de voto no bajó.
El complejo sistema electoral italiano asegura una importante representatividad a los partidos pequeños. Las dos grandes coaliciones rivales reúnen cada una a ocho partidos, y varios partidos sin coalición se presentan a elecciones para una legislatura que incluirá a unos veinte.

 

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