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Una �Norma�
con poca voz para entrar a la historia

La ópera de Bellini no
tuvo un elenco adecuado.
June Anderson mostró problemas de afinación y llegó mal a los agudos. La puesta es atractiva en lo visual, pero sin peso teatral. Lo mejor fue la argentina Cecilia Díaz.

Por Diego Fischerman

Una obertura ágil, con especial énfasis puesto en la acentuación de las apoyaturas y las síncopas, excelente en las maderas y ajustada en las cuerdas, prometía para la función de estreno de Norma una noche memorable, por lo menos en lo musical. Las promesas, por supuesto, rara vez se cumplen y ésta no fue la excepción. Tiempos exasperantemente pesados, desajustes inadmisibles entre coro y orquesta y fallas de entonación importantes en las filas de violas y cellos, sumados al pobre nivel vocal del elenco, derrumbaron las expectativas a lo largo de las más de dos horas y media en que esta cumbre del belcanto zozobró de desafinación en desafinación y de agudo forzado en agudo forzado
No todo fue malo, de todas maneras. La puesta, aunque inexistente en cuanto a la marcación actoral, produjo un espectáculo visualmente interesante, sobre todo a partir del aprovechamiento de unos pocos elementos, de la renuncia al abigarramiento y de una iluminación inteligente. En particular, gracias al bello contraste entre un árbol de curvas y sombras voluptuosas con las rectas del techo en perspectiva que marca el territorio del templo y la simpleza de las columnas móviles situadas a los costados. También hubo un muy buen manejo de los espacios, tanto en las escenas de masas como en los solos y dúos. Fue notable la resolución plástica de la escena en que Norma duda acerca de la conveniencia del asesinato de sus hijos como forma de venganza contra el padre de ellos, su infiel amante, el procónsul romano Pollione.
La actitud –más bien la falta de ella– del tenor Giorgio Merighi en la escena en que el romano piensa que Norma denunciará a Adalgisa y finalmente se condena a sí misma fue, en cambio, una prueba de la ausencia de un trabajo teatral mínimamente detallado. Las voces, no obstante, fueron peores. June Anderson, mal en el comienzo y mejorando a lo largo de la noche, tuvo en la función del estreno graves dificultades con la afinación y evidentes problemas para conseguir los agudos. Es cierto que este es uno de los papeles más difíciles del repertorio pero, a juzgar por lo mostrado el viernes, June Anderson no está (o ha dejado de estar, o no está por ahora, vaya a saberse) a la altura del desafío. Aun así demostró autoridad y, pese a su fama de frialdad, logró una Norma en muchos aspectos conmovedora, sobre todo en relación con sus hijos y con la muy buena Adalgisa de Cecilia Díaz. La argentina fue la única que, a pesar de no tener una voz asimilable a priori con el estilo belcantista, construyó su personaje con altura y, sobre todo, salvo algún pequeño desliz, cantó las notas que tenía que cantar y lo hizo con expresividad, buen fraseo y, de paso, convicción en el aspecto actoral. Evelina Iacattuni, como Clotilde, la confidente de Norma, se las arregló, a pesar de la brevedad de su papel, para ser una de las que más desafinó, sólo superada por la impericia y desagradable gola de Merighi, agravadas, desde ya, por la importancia de su personaje. Denis Sedov fue un Oroveso de buen timbre pero poco peso dramático y el coro, a pasar de la potencia que lo caracteriza careció de sutileza, las contraltos no tuvieron presencia y mostró inseguridades rítmicas poco comprensibles en una partitura como la de Bellini. Censabella, seguro en cuanto a su enfoque estilístico y eficaz en los momentos instrumentales, falló en varios momentos en su necesario papel de concertador del conjunto.

 

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