Hoy la Patria requiere
algo inédito
1. Muchas veces en nuestra historia tuvimos que asumir situaciones
difíciles. Los cristianos sabemos que Jesús es el
Señor de la historia y que la fuerza de su Resurrección
es siempre fuente de esperanza, sobre todo cuando las dificultades
son grandes. Por eso queremos reiterar nuestro llamado del mes de
noviembre pasado, a enfrentar la situación con espíritu
de grandeza. Entonces dijimos que cada uno de los habitantes del
país estaba llamado a ponerse a la altura de las circunstancias,
para salir de esta crisis tan profunda que trasciende lo económico
y envuelve al orden político y hasta el mismo estilo de vida
de la Nación.
2. Hace ya 10 años, reunidos en Catamarca, analizábamos
los desafíos que enfrentaba la nueva evangelización,
lamentando que no se hubiera logrado conciliar la convivencia en
libertad con la concreción de una sociedad más justa.
Veíamos cómo, progresivamente, se iba perdiendo no
sólo lo que tenemos, sino también lo que somos. Ya
entonces era visible la corrupción generalizada que nos estaba
destruyendo como personas y como sociedad; la falta de independencia
y majestad de la justicia; la inoperancia de las leyes; y la pobreza
y marginalidad crecientes.
3. Nos duele comprobar que el nuevo siglo encuentra al país
en una situación tan delicada que no le deja vislumbrar el
rumbo y la orientación de su historia. La democracia restablecida
hace más de 17 años, olvidó su misión
de recrear la sociedad argentina que había sido enfrentada
y herida por desencuentros y luchas fratricidas. Estos años
debieron ser el momento de la política que, como necesaria
mediación al servicio del bien común, propusiera a
todo el pueblo y ejecutara esperanzas razonables. ¡Cuántos
interrogantes sin respuesta! ¡Cuántas ilusiones frustradas!
4. La acción política, uno de los más nobles
servicios al hombre y a la sociedad, parece esterilizarse por la
afanosa búsqueda personal y sectorial de poder y riquezas,
y pervertirse cuando grupos económicos o financieros la hacen
instrumento de sus intereses.
5. Los partidos políticos se están desdibujando.
No se percibe en ellos una adecuada y clara escala de valores que
los rijan. Han dejado de ser escuela de civismo para sus adherentes
e instrumento de selección de los mejores y los más
aptos para la consecución de los cargos públicos.
No debemos olvidar que la autoridad concebida como servicio, purifica
y da sentido al poder.
6. Por su extensión en el tiempo y por su intensidad, la
crisis de la escala de valores que padece la dirigencia y su resonancia
en las instituciones hace peligrar la identidad e integridad de
la Nación. Crisis que también fluye hacia el resto
de la sociedad, a lo cual colabora el empobrecimiento de la educación
y la poderosa invasión de la cultura comunicacional. Ésta,
más allá de determinados servicios en la tarea informativa,
se ha transformado en una propuesta frívola, transmitiendo
la caricatura del hombre y no su dignidad, o la grandeza de su vocación,
la belleza del amor, el sentido del sacrificio y la alegría
de sus logros.
7. Tampoco olvidamos que los problemas económicos son graves
y realmente nos deben preocupar, como lo hemos dicho tantas veces.
Pero más que los indicadores económicos, lo que nos
hace percibir la gravedad del problema es la persistencia y extensión
de la pobreza del pueblo y el desconcierto de los dirigentes. La
sociedad reclama un orden justo que logre desligar a la República
de las imposiciones de los grupos de poder, internos y externos
al país, y que impida el avasallamiento de la dignidad propia
de todo ser humano.
8. ¿Quién piensa el futuro de la Argentina? ¿Cuál
es el proyecto de país que oriente nuestra acción?
¿Qué hacer para generar esperanza? Es necesario que
todos nos convirtamos, especialmente los dirigentes, evitando el
creciente divorcio con el pueblo y dejando de lado, para siempre,
la búsqueda de privilegios personales o sectoriales. Es necesario
recrear la política como principal instrumento de gestión
del bien común, de modo tal que sea ella la que dirija y
encauce también a la economía en el marco de las instituciones
republicanas vigentes.
9. Es necesario rehacer nuestra cultura, recuperando los valores
que nos dieron existencia. Esto supone desarrollar una educación
que sea promotora de la persona humana y discierna claramente los
desvalores con los cuales convivimos cotidianamente. Sólo
asumiendo una vida de auténtica justicia y de verdadera libertad,
en la que el hombre sea el principio, el sujeto y el fin de todas
las instituciones, encontraremos los caminos que nos lleven a construir
una sociedad más justa y equitativa, recreando los vínculos
sociales tan deteriorados ahora, en medio de un clima de violenta
inseguridad y temor.
10. Gracias a Dios, son muchos los ciudadanos que ante la crisis
vencen el desánimo, no bajan los brazos e intentan convertir
sus vidas en signos de esperanza. Es más, en la conciencia
colectiva de los argentinos se advierte un fuerte deseo de privilegiar
la ética y la idoneidad, y de alentar a los honestos.
11. También son muchos los que están ya trabajando
de modo perseverante por el bien común, generando una corriente
de solidaridad que enfrenta la inequidad social. Estos esfuerzos
solidarios van tejiendo redes de contención que humanizan
las consecuencias negativas del proceso de globalización.
Agradecemos la labor desinteresada y silenciosa de tantas personas,
organizaciones, y de Caritas, y les pedimos que continúen
convocando a otros muchos a extender esas redes solidarias.
12. Dado que la crisis afecta a los vínculos sociales, se
hace necesario que, con imaginación y creatividad, todos
participemos en recomponerlos, sea en la familia, que es el fundamento
de la sociedad, el barrio, el municipio, el trabajo o la profesión.
Hoy la Patria requiere algo inédito. Dondequiera que estemos
podemos hacer algo para generar mayor comunión. Nosotros
mismos, como ministros de reconciliación, unidad y comunión,
nos comprometemos a intensificar nuestro trabajo en la reconstitución
de esos vínculos.
13. Damos gracias al Señor porque al comenzar el nuevo milenio
y pese a estas situaciones críticas, muchos hombres de buena
voluntad abren su corazón a la trascendencia, y cada vez
son más los que buscan en Dios consuelo y fortaleza por la
oración.
14. Se acerca la fiesta de Pentecostés. Lo propio del Espíritu
Santo es ayudar a los hombres a transformar la confusión
en armonía, el desorden en orden y la división en
comunión. Junto a María Santísima, no dudemos
en invocarlo, en clamar a Él para que ilumine nuestras mentes
y fortalezca nuestras voluntades. Él puede ayudarnos a todos,
especialmente a la dirigencia argentina, a convertirnos en fuente
de esperanza para el pueblo.
Los Obispos de la República Argentina
81ª Asamblea Plenaria
San Miguel, 12 de mayo de 2001
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