Por
Bill Scott
Desde Roma
El español Juan Carlos Ferrero se consagró como el gran
rey del polvo de ladrillo al conquistar el Abierto de tenis de Italia
derrotando al brasileño Gustavo Kuerten 3-6, 6-1, 2-6, 6-4 y 6-2
en una extenuante final. Ferrero gana su cuarto título del año,
tras triunfar en Dubai, Estoril y Barcelona, y su primer Masters Series.
El valenciano es también el jugador que más torneos ganó
en la temporada y se proyecta como gran candidato para el Abierto de Francia,
que comienza el 28 de este mes en el complejo parisino de Roland Garros.
Estoy muy satisfecho con esta victoria, dijo Ferrero tras
una final que implicó su tercer título consecutivo en el
último mes y que se extendió durante tres horas y cuatro
minutos. Ferrero se ubica así segundo con 291 puntos en la carrera
de campeones de la ATP, por delante de Kuerten (289) y sólo superado
por el estadounidense Andre Agassi (427).
Tras cerrar el extenuante partido, Ferrero alzó sus brazos al cielo
y corrió rumbo a la grada para abrazar a su padre, a su novia y
a su entrenador, Antonio Martínez Cascales, que llegó desde
España para la final. Luego se estrechó en un abrazo con
el número uno Guga Kuerten, bicampeón de Roland Garros y
campeón de Roma 99, que en el último set se mostró
físicamente exhausto. Tuve mucho apoyo esta semana, me sentí
como en casa con el ambiente romano, agregó el español
en su discurso tras proclamarse campeón.
El partido, disputado bajo un sofocante calor, fue una prueba de resistencia
para ambos tenistas física y mentalmente, como explicó
el propio Ferrero. El brasileño se lo tomó deportivamente
y sacó conclusiones positivas del torneo romano. Fue otra
fantástica semana para mí. Estoy satisfecho de haber estado
en la final, pero fui derrotado por un gran jugador, resumió
Kuerten. Pese a arrastrar unos problemas en la ingle, el número
uno del mundo del 2000 no piensa descansar hasta después de su
gran objetivo de la temporada, Roland Garros, donde defiende su título.
Son tres semanas cruciales y no podré detenerme antes de
París, concluyó.
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