Página/12
en España
Por
Carolina Bilder
Desde Madrid
Los
vascos volvieron a entregarle ayer el triunfo al nacionalismo en Euskadi,
y de modo reforzado. La coalición PNV-EA consiguió 33 diputados
en el Parlamento Vasco, seis más de los que tenía en la
Legislatura anterior, y se convirtió en la gran vencedora de una
jornada electoral en la que la afluencia a las urnas alcanzó un
record histórico, con una abstención del 20 por ciento.
El gran derrotado fue Euskal Herritarrok, la formación independentista
de Arnaldo Otegi que no condena los atentados de ETA, al perder la mitad
de los parlamentarios. El Partido Popular y el Partido Socialista vieron
derrumbarse sus aspiraciones de alcanzar la mayoría absoluta, lo
que les hubiera permitido desalojar del gobierno al Partido Nacionalista
Vasco.
A partir de hoy queda abierto el juego político y las especulaciones
para armar los acuerdos que permitirán la investidura del próximo
lehendakari (presidente regional) apenas quede conformado
el Parlamento, pero también unos acuerdos que deberán garantizar
la gobernabilidad y devolver la tranquilidad a casi dos millones de ciudadanos
que viven con la sombra de la organización independentista ETA
en sus espaldas. Ninguna de las encuestas auguraba el triunfo del PNV
y de su candidato, el actual lehendakari Juan José Ibarretxe. Pero
el nacionalismo se impuso en las tres provincias vascas (Guipúzcoa,
Alava y Vizcaya) con el 42,7 por ciento de los votos, recogiendo buena
parte de los votos que EH había ganado en las elecciones autonómicas
anteriores. Por detrás se ubicó el Partido Popular con 19
escaños (23 por ciento de los votos), uno más de los alcanzados
en 1998. Los socialistas, en cambio, perdieron un representante y se quedaron
con 13. En tanto, la Izquierda Unida aumentó de dos a tres escaños,
el equivalente al 5,5 por ciento de los votos.
Una especial atención acapararon los resultados de Euskal Herritarrok.
Fue el gran derrotado de estos comicios y la única formación
política que retrocedió fuertemente en votos. En 1998 la
tregua de la ETA le había permitido ganar 60 mil votos. Ahora,
con la amenaza permanente de ETA, los acusados de ser su brazo político
recibieron la condena de los vascos, quienes les hicieron perder 7 de
los 14 representantes que tenían.
El recuento de los votos en Euskadi fue muy veloz. A las ocho de la tarde,
minutos después del cierre de los colegios electorales, la palabra
clave era incertidumbre. A esa hora se conocieron los primeros datos de
las encuestas a boca de urna y las empresas encuestadoras fueron cuidadosas
en recomendar prudencia en la difusión porque se habían
encontrado con reticencias de los votantes en el momento de expresar su
voto. Con cautela, entonces, se dieron a conocer los primeros datos extraoficiales
que anunciaban una participación histórica de los electores,
no asignaban la mayoría absoluta a ninguna coalición y prenunciaban
el derrumbe de Euskal Herritarrok.
Una hora más tarde, los primeros cómputos oficiales con
un margen de error del 0,5 por ciento no alcanzaban para despejar las
dudas. En las siguientes estimaciones, con el correr de las horas, quedaría
prácticamente confirmado el resultado final. A medida que se iban
conociendo los porcentajes de los votos, la euforia entre los simpatizantes
nacionalistas aumentaba, mientras Ibarretxe recorría los pasillos
y el patio central de la sede del Gobierno Vasco saludando a sus invitados.
Ya se sentía ganador, pero no quería adelantar su emoción
y prefirió esperar a la totalidad del recuento. El clima general
era de optimismo, pero todavía estaba en juego un escaño
decisivo que oscilaba desde el PP al PNV y viceversa. La votación
fue tranquila, salvo un episodio cuando los candidatos del Partido Popular
y del Partido Socialista de Euskadi se acercaron a votar en distintos
colegios. El popular Jaime Mayor Oreja primero y el socialista Nicolás
Redondo Terreros después, depositaron la papeleta sin poder sonreír
a cámara al ser sorprendidos por un grupo de escoltas espontáneos
que se ubicaron a su lado y acapararon la atención. Eran unos simpatizantes
independentistas desplegando pancartas en contra de la ilegalización
de Haika, el grupo juvenil de ETA. A escasos metros de distancia, la imagen
de fondo era otro grupo que pedía el traslado de los presos vascos
a Euskadi. El candidato socialista salió tan de prisa e indignado
que hasta se olvidó en la mesa su carnet de identidad. Idéntica
visita sorprendió al presidente del Partido Popular Vasco, Carlos
Iturgaiz. Apenas entró a la sala y vio a los jóvenes desplegando
los carteles, preguntó en voz alta: ¿Ya están
los del circo? Bueno, venga. Pero no contaba con que el interventor
de su propia mesa también se sumaría a la protesta juvenil,
desplegando ante su cara otra pancarta. Nervioso, Iturgaiz reaccionó:
Esa bandera me está coaccionando el voto. Con esa bandera
no puedo votar. Finalmente el incidente se solucionó, aunque
faltó poco para que el interventor sea echado del lugar.
Por la noche, entre la euforia de los nacionalistas y la decepción
de los constitucionalistas, Juan José Ibarretxe se comprometió
a llamar a todos los partidos políticos para hablar sin rencores
y sin revanchas.
En esta vida las derrotas hay que administrarlas con paciencia y
las victorias con inteligencia, sentenció el lehendakari.
Comenzaba la cuenta regresiva para encontrar las fórmulas del consenso.
OPINION
Lo
que se elige
por
Rodrigo Fresán
desde España
|
UNO
Las mejores elecciones como las mejores novelas policiales-.
son aquellas cuyo desenlace resulta difícil predecir. A diferencia
de las elecciones generales de hace un año, las elecciones
de ayer en el País Vasco/Euskadi adelantadas por presión
política fueron una de esas elecciones. Elecciones
regionales que, aun así, tuvieron en vilo a todo el país
y que a partir del voto de 1.800.000 de vascos prometía uno
de esos finales a los que vale la pena llegar despierto. Cambiar
o no cambiar, ésa era la cuestión y el record de participación
de votantes (78 por ciento) dio una idea clara de que era uno de
esos domingos de guardar.
Al caer la noche y superadas campañas virulentas, bocas
de urna, proyecciones y encuestas varias, la situación
mostraba un virtual empate entre los bloques nacionalistas moderados
con ya 21 años en el poder y los constitucionalistas. Unos
y otros obligados a supuestos pactos para poder alcanzar el número
de 38 diputados que les permitiera formar gobierno. El ascendente
Partido Nacionalista Vasco (PNV) junto a Eusko Alkartasuna (EA)
y el frustrado en sus pronósticos triunfalistas Partido Popular
(PP) con el Partido Socialista Vasco (PSE). El gran indiscutido
perdedor fue Euskal Herritarrok (EH), brazo político de ETA
castigado por los electores por el fin de una tregua terrorista
dudosa a finales de 1999 y, desde entonces, los treinta muertos
en atentados a los que nunca considera necesario condenar públicamente.
EH a quien el actual y próximo lehendakari nacionalista Juan
José Ibarretxe de inequívoco parecido con el
Mr. Spock de Viaje a las estrellas le comunicó,
al menos durante la campaña, que no quería saber nada
con sus votos ni sus presiones. Esta arriesgada decisión
y pronunciamiento, está claro, le salió bien al frío
vulcano: la gente salió a votarlo a él convirtiéndolo
en el gran triunfador de la jornada (6 diputados más que
en el 98), le quitó votos a EH (7 menos que en el 98),
frenó la avanzada del PP (apenas 1 más que en el 98)
y puso de manifiesto que los vascos siguen prefiriendo arreglar
los problemas de vascos entre vascos. Ahora sólo queda ver
quién ayuda al ganador a gobernar ¿Izquierda
Unida? ¿Un PSOE con ganas de estar ahí? puesto
para el que, se sabe, siempre hay candidatos de sobra.
DOS
La historia es larga y complicada y llena de iniciales y de siglas
y no entraría completa ni en todas las páginas de
este diario. La historia viene de lejos y tiene que ver con idiomas
diferentes, con diferencias irreconciliables, con misterios de la
sangre y del corazón que pueden parecer incomprensibles o
respetables depende de con qué ganas se los mire y, sobre
todo, se los sienta. La historia se plantea como cabe esperarse
con modales de western clásico: los de adentro unidos contra
la posible alianza de los de afuera. En esta ecuación ETA
es el factor alien. ETA es lo que está en todas partes y
en ninguna y, por lo tanto, da miedo. Mucho. Para las diez de la
noche, todos los canales habían vuelto a sus programas habituales
y España toda sintonizaba el resumen semanal de Gran
Hermano. Más votaciones, más gente con miedo
de que la eliminen y que la saquen del juego.
TRES
Los días anteriores a las elecciones suelen ser complicados.
Aquí pasó de todo: asesinato de ETA a un concejal
del PP, declaraciones desafortunadas luego del ya polémico
discurso del rey sobre el poderío del idioma español
de la ministra de Cultura en cuanto a que en España jamás
se prohibió el idioma catalán o vasco, el gobierno
escondiendo los resultados de una encuesta oficial, Garzón
declarando ilegal a la organización juvenil Haika por considerarla
la cantera de ETA, se publicó el adelanto del
libro Patriotas de la muerte donde ultramilitantesde ETA dicen cosas
como Te das cuenta de que, joder, tú no eres español.
No comemos, ni dormimos, ni nuestros excrementos son iguales. Mis
genes tienen que ser de otra forma, coche bomba en Madrid
conmemorando el cierre de campaña y promesa de los terroristas
de iniciar escalada explosiva en playas y sitios de veraneo para
que aprendan los turistas. En otro orden de cosas, se disparó
la inflación en toda Europa, Aznar se lleva mal con el canciller
alemán Schröeder, y el País Vasco se enorgullece
de superar la media de crecimiento continental y de ser la región
con mejor calidad de vida en toda la península, si se omiten
pequeños detalles como el tiro en la nuca o la bomba en el
auto o el impuesto revolucionario a esos empresarios
que tan bien les va.
CUATRO
Los nacionalistas desde el primer puesto cuentan la historia con
la piel de galos de Astérix resistiendo a las huestes del
César, los constitucionalistas del PP, un escalón
más abajo, se sienten como paladines enviados a colonizar
un planeta lejano y cercano al mismo tiempo. Todos exageran su versión
del asunto sabiendo que el verdadero ganador más allá
de estas elecciones será el que consiga la paz primero.
Porque, hasta entonces, ETA ahora con más ganas de
revancha que nunca no tiene nada que perder. El resto es,
simplemente, política.
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