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OPINION

La venganza de Haider

Por Alfredo Grieco y Bavio

Como en el caso del ultraderechista Joerg Haider en Austria, la opinión europea en su contra fortaleció a la coalición de Silvio Berlusconi. Las sanciones de la Unión de Bruselas contra Viena fueron tan risibles como inútiles, y finalmente debieron ser levantadas. Louis Michel, canciller belga, gran promotor de aquellas sanciones, ya anunció un bis para Italia si triunfaba Berlusconi. Tendrá con qué intentarlo: Bélgica presidirá Europa a partir del 1º de julio. Berlusconi, por su parte, prometió que si vencía, Italia sería un modelo para la nueva Europa. Haider, con sus elogios a los SS (“hombres de carácter”) y a la política laboral del Tercer Reich, hacía que imagináramos al futuro como al pasado, un neonazismo ornado de esvásticas y antisemitismo eliminacionista, votado por nostálgicos que descreían de renovaciones. Esto invitaba a olvidar al fotogénico playboy campeón de ski, que obtenía sus votos de un electorado joven y mejor vestido que los skinheads. Como Haider, Berlusconi supo convertirse en la víctima de una conspiración, y postular que su triunfo sería el del hombre común sobre los políticos, todos iguales. Con Berlusconi, la muy nueva derecha se ve más limpiamente, menos comprometida por accidentes. Acaso por eso mismo, resulta menos directamente impugnable invocando las supuestas bases ideológicas de la Europa post 1945. Su derechismo es un neopopulismo completo, con su visión de la realidad bajo la especie de la denuncia, su desconfianza por el derecho y el Poder Judicial, sus soluciones antipolíticas para resolver todos los problemas y el acento, siempre, sobre la necesidad de una reforma profunda de la nación y de la Constitución. Ya resulta un lugar común señalar como rasgo distintivo de Forza Italia el uso intensivo de los medios, en particular de la televisión. El otro rasgo, menos señalado, es el de considerar a Italia como una empresa, y postularse a sí mismo, empresario exitosísimo y mayor contribuyente del país, como el más apto para gobernarlo. La tendencia pro business también era la de Haider, cuyo partido, como la coalición de Berlusconi, también se proclama de las libertades. La afirmación nacionalista, en su versión antiglobalizada y antieuropea, es acaso más difusa en Forza Italia, aunque no menos presente y determinante a la hora de triunfar. Es lo que, junto al rechazo del Estado Social, a la política antiinmigratoria y de seguridad, al secesionismo diluido en federalismo, a la defensa de la familia, lo asocia con los otros populismos de Europa, tanto en la Unión como fuera de ella. Sólo que Berlusconi ganó más votos que ninguno de ellos.


 

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