Por Rory Carroll *
Desde Roma
Cuando en julio Silvio Berlusconi haga de anfitrión al Grupo de los Siete países más industrializados en Génova, sus invitados se preguntarán si podrá alcanzar el pico dramático de la anterior cumbre que presidió. A poco de ser electo premier en 1994, Berlusconi recibió en Nápoles a delegados de todo el mundo para un encuentro de la ONU sobre el crimen organizado. Poco después de que llegaran, un tribunal italiano anunció que Berlusconi sería procesado por corrupción. Su famosa sonrisa se le borró de la cara. Ahora, en Génova, tendrá oportunidad para redimirse gracias a que a Italia le toca ocupar la presidencia rotativa del G-7. Dadas las denuncias que todavía lo persiguen, el tema del encuentro parece muy apropiado: promover la democracia y combatir la pobreza.
El líder de la sexta economía más industrializada del mundo está acusado de degradar la democracia por presentarse a elecciones luego de amasar por métodos muy cuestionables una fortuna de al menos 12.700 millones de dólares y un imperio mediático que incluye los tres principales canales privados de la televisión italiana. George W. Bush, Tony Blair y Gerhard Schroeder harán cola para estrechar la mano de un hombre que ha sido procesado por lavado de dinero, evasión de impuestos, sobornos y vínculos con la Mafia. Fue encontrado culpable en tres de estos casos; las sentencias fueron luego revocadas por tecnicismos. Todavía quedan cuatro denuncias más.
Un famoso juez español ya lo tiene en la mira. Baltasar Garzón quiere que el Parlamento Europeo suspenda su inmunidad para facilitar la investigación sobre un canal de televisión español, Telecinco, del que era dueño parcial. En realidad, Berlusconi teme que sea detenido la próxima vez que visite España por el mismo hombre que ordenó el arresto de Pinochet. Gran Bretaña podría convertirse en otra zona hostil si Berlusconi cumple su amenaza de procesar por difamación a la revista The Economist, que publicó un informe sobre los métodos con los que construyó su holding, Fininvest, con acciones en compañías de televisión, servicios financieros, editoriales, equipos de fútbol e inmobiliarias.
En Italia, a pesar de haber sido encontrado culpable tres veces, Berlusconi jamás pisó una prisión. Por la increíble lentitud del sistema de apelaciones italiano, dos de sus sentencias �de financiamiento político ilegal y sobornos� quedaron prescriptas. Y una sentencia por fraude contable fue revocada en una apelación.
Berlusconi afirma que no es más que la víctima de una caza de brujas lanzada por jueces de izquierda. Insiste en que su carrera empresaria es un modelo de honestidad. Comenzó en la década del �60, cuando este hijo de un empleado bancario aprovechó el boom inmobiliario en Milán, edificando un complejo habitacional al este de la ciudad. Su valor se multiplicó cuando las rutas de aviones que sobrevolaban el barrio desde el aeropuerto de Linate fueron inexplicablemente cambiadas. Cerca de 15,5 millones de dólares para financiar este proyecto vinieron de compañías en Suiza. El Banco de Italia sospecha que Berlusconi era el verdadero dueño de esas compañías, lo que violaba una ley que prohíbe invertir capital fuera del país sin notificar a las autoridades. Pero la policía financiera decidió no seguir el caso. Curiosamente, el fiscal que tomó esa decisión, Massimo Berruti, pasó a trabajar como abogado de Berlusconi después de abandonar la policía. Ahora es un diputado de su partido, Forza Italia.
Se cree que las enormes cantidades de dinero que fluían al imperio televisivo de Berlusconi durante los �80 venían de la Mafia. En 1997, el Banco de Italia realizó una investigación que demostró, según The Economist, cómo Fininvest era en realidad una red de 22 compañías que en secreto se transferían dinero en círculos sin motivos aparentes. Una de esas empresas, Palina, no llevaba contabilidad y su gerente era un anciano semiparalítico de 75 años. Hay más. Bettino Craxi, líder del Partido Socialista y primer ministro en los �80, fue quien firmó el decreto que consolidó el virtual monopolio que Berlusconi había conquistado en la televisión privada. Y una de las compañías de Fininvest, llamada All Iberian, habría transferido 9,8 millones de dólares a las cuentas offshore del premier. Craxi murió el año pasado en Túnez, prófugo de la Justicia italiana.
Berlusconi también está acusado de pagar 197 mil dólares en 1991 al juez Vittoria Metta para asegurarse un fallo favorable sobre su intento de tomar control sobre el mayor grupo editorial italiano, Mondadori. El caso fue sobreseído por supuesta falta de pruebas, como muchos otros antes. Entre ellos, la acusación de 1986 de que Berlusconi había sobornado jueces para bloquear la adquisición del conglomerado alimentario SME por su rival Carlo De Benedetti. O las versiones de los �arrepentidos� de la Mafia de que Berlusconi y su amigo Marcello Dell�Utri mantenían contactos directos con un jefe de la Cosa Nostra. Por ahora, sólo hay un juicio contra Dell�Utri, un ejecutivo de Fininvest que fue cofundador del Forza Italia, por cooperar con la mafia. Durante los �70, Dell�Utri arregló que un mafioso sentenciado, Vittorio Mangano, trabajara por dos años en los establos de una propiedad de Berlusconi. Se cree que su verdadera tarea era disuadir cualquier intento de secuestrar a los hijos del magnate.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
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