Por Horacio Cecchi
La escena llamó la atención
de alrededor de tres mil curiosos frente a la Casa Rosada. A las 10 de
la mañana, la calle Balcarce quedó cortada por una marcha
sobre ruedas. No eran taxistas. Tampoco colectiveros. Se trataba de la
Marcha de las Sillas Vacías, una metáfora que encontraron
los organizadores para describir el estado en que se encuentran los discapacitados
en el país: vacío de políticas públicas activas;
vacío presupuestario; vacía durante meses la cabeza de la
Comisión Nacional para la Integración de las Personas Discapacitadas
cuya titular fue designada casualmente ayer; vacío de censos; vacío
en las obras sociales para cubrir gastos de discapacitados con sus bolsillos
vacíos; vacío de pensiones por invalidez; vacío de
estructuras arquitectónicas urbanas que contemplen la discapacidad;
vacío de espacios laborales; vacío de cultura social hacia
el sector; vacío de transportes aptos y vacíos varios. La
comisión de representantes de las Sillas Vacías fue recibida
por Fernando de la Rúa. Minutos antes de iniciarse la reunión
el mal chiste de un funcionario concentró todos los vacíos
en su persona: Estuvimos rezando para que llueva, deslizó
el asesor, intentando romper el hielo.
La marcha fue promocionada desde unos 15 días antes. Durante ese
tiempo, De la Rúa recibió una inusual seguidilla de cartas:
Recibimos, señor Presidente, decían, y habían
sido enviadas por chicos discapacitados. No tenemos ante quien reclamar,
aseguró uno de los convocados sobre Balcarce. Se refería
a la acéfala Conadi, la comisión dependiente de la Jefatura
de Gabinete, encargada de establecer y llevar adelante las reclamadas
políticas hacia el sector.
Durante varios años, el organismo estuvo a cargo de Mariano Paz.
Pero el 10 de diciembre del 99, Paz renunció a su cargo.
Recién fue reemplazado el 31 de marzo del año siguiente,
por Fernando Scattini. Según los discapacitados, se dedicó
a tareas administrativas. De todos modos, el 31 de enero pasado,
Scattini también abandonó. Desde entonces, nadie fue designado.
Hasta ayer, casualmente ante los representantes de la marcha, cuando fue
presentada formalmente la nueva titular: la diputada radical Beatriz Fontanetto.
La marcha fue organizada por el Foro permanente para la Promoción
y la Defensa de los Derechos de las Personas con Discapacidad (Foro-Pro),
que agrupa a unas 600 ong de todo el país. Reunieron casi 200 sillas
de ruedas, vacías, que ubicaron estratégicamente cortando
la calle Balcarce, frente a la Rosada. Alrededor de ellas, unas 400 personas
participaron de la marcha, mientras un periodista discapacitado iniciaba
una emisión radial en vivo, la diputada santafesina Liliana Lissi
gestora de una ley para incorporar al próximo censo de octubre
un censo sobre discapacitados-, y unos tres mil curiosos que se agolpaban
alrededor.
Dentro de la Rosada, el sacerdote Pablo Molero, coordinador del ForoPro,
junto a otros representantes, presentaba un petitorio y soportaba el fallido
climático del funcionario. La reunión se dividió
en tres etapas. La primera, tuvo un perfil formal casi protocolar: fue
presentada la nueva titular de la CoNaDi, la diputada Fontanetto. Tengo
un hijo discapacitado, señaló Fontanetto para acortar
distancias. Pero no bajó ninguna acción concreta,
confesó a Página/12 uno de los participantes.
Después llegó el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo: mientras
el funcionario explicaba las dificultades para resolver la cuestión
presupuestaria, los representantes intentaban corregir señalando
que antes que el presupuesto lo que faltaba era una política pública.
Por último, aportó su presencia De la Rúa, prometiendo
ocuparse del tema.
La cuestión del presupuesto es un viejo reclamo no resuelto. Durante
varios años la ley de cheques asignó 60 millones de dólares
para los discapacitados, sostuvo Molero. Pero el monto nunca
fue adjudicado. Nos entregaban entre 20 y 22 millones. Hasta que el año
pasado la suma quedó en 18.100.000. Ahora, el Congreso asignó
el mismo presupuesto que el añopasado, y la cifra quedó
convalidada con la reciente ley de competitividad, que recorta las multas
sobre cheques mal girados. Nosotros reclamamos que se restituyan los 60
millones, pero de un presupuesto propio.
A esto se sumó la exigencia de que las obras sociales cumplan con
la ley 24901, que las obliga a la cobertura total de los gastos médico-sociales.
También, que la ciudad tenga en cuenta a los discapacitados: No
tenemos semáforos, consideró una pareja de ciegos.
Es como un viaje a la luna. Luna, además, es Carmen,
directora de la Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales, dependiente
del Ministerio de Desarrollo Social. Tiene a cargo un tema álgido:
las pensiones asistenciales. Existe un número cerrado de pensiones
por invalidez. Se les entregan 105 pesos mensuales y cobertura asistencial
para sí y el grupo familiar. Las pensiones son para situaciones
de pobreza extrema, casos de NBI (necesidades básicas insatisfechas).
El número no es indicativo de la pobreza en el país: son
74.500. Y como son cerradas, sólo se puede acceder a ellas si lo
único que se tiene en la vida es la discapacidad. En ese caso,
el feliz acreedor deberá esperar su turno, hasta que muera uno
de los 74.500 presuntos beneficiados.
Gonzalo, sin una pensión
Gonzalo Damián Maddaleno tiene 21 años. Su discapacidad
motora le impide escribir. Apenas puede leer. Ve una zona
restringida, explica su madre, Stella Maris Sobico. Como
si estuviera viendo a través de una pajita. Pero la
escritura y la lectura no son dificultades de aprendizaje: Gonzalo
tiene un alto coeficiente de inteligencia. Su problema para desarrollarlo
es que no existe en el país una institución que pueda
considerar sus capacidades. Sólo sus discapacidades.
Recorrió muchas escuelas públicas sostiene
su madre. En todas se aburría porque sólo les
enseñan, y apenas, a leer y escribir. Pero mi hijo, con ayuda,
alguien que le lea y le escriba puede desarrollar sus ideas.
Finalmente, desembocó en la escuela Vitra, Vivienda y Trabajo,
una ONG dedicada a ayudar a los discapacitados, que cuenta con una
escuela primaria y un colegio secundario que respeta los programas
curriculares de cualquier escuela común. Es la única
en el país. Allí van a estudiar chicos hasta de Paraguay.
Mi hijo está muy contento y este año ya pasó
al primer año del secundario.
Pero no reciben subsidios, asegura Sobico. Gonzalo
camina con un andador. Nunca se puede quedar solo. Y ni hablar de
andar por la ciudad. Las barreras arquitectónicas son terribles.
Si es difícil para nosotros andar por una ciudad con las
veredas destrozadas, para él es imposible. Pero, además,
los medios de locomoción no ayudan. A Gonzalo le negaron
la pensión: su madre es propietaria de la casa donde viven.
No es ningún lujo. Soy docente. Para que le den la
pensión tiene que estar en la indigencia.
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Darío quiere
poder viajar
Si tenés silla de ruedas no te llevo. El giro
costumbrista lo arrojó un taxista poco dispuesto y estaba
dirigido a Darío Ramón Pangione, de 15 años,
con discapacidad motora. Darío no tiene silla de ruedas,
usa bastones especiales, pero tuvo que esperar otro taxi. No es
el único problema. Mi marido es afiliado del Smata,
sostiene Clara Vedovato, su madre. Darío pasó
al primer año del secundario de Vitra. La obra social debería
cubrir la cuota de la escuela y el traslado, pero desde mayo del
año pasado no da un peso. Fuimos a reclamar al ente regulador
de las obras sociales y nos recomendaron algo insólito: que
nos cambiemos de obra social.
La pensión tampoco es accesible para Darío. Si
tiene la obra social tiene que renunciar a la pensión,
asegura su madre. Como él tiene un excelente coeficiente
intelectual, fue el abanderado de la escuela -confiesa orgullosa,
con la pensión estaría imposibilitado de conseguir
un trabajo. El proyecto de Darío es ser periodista
deportivo. La salida laboral es todo un problema. Si para
cualquiera es difícil conseguir trabajo, ni que hablar para
un discapacitado. Todos los días, un micro de Vitra
transporta a Darío desde su casa de La Matanza hasta la sede
de la escuela, en Constitución. Es la única forma
en que podría viajar. En la Capital hay algunos colectivos
con la puerta baja. Pero por acá no pasa ni uno. Además,
no funcionan los ascensores elevadores de sillas de ruedas, no existen
bajadas en las esquinas, y si existen como en la Capital, están
tapadas por autos mal estacionados. El andén de los trenes
no están pensados para discapacitados. Los fierros en las
veredas, los pozos. Todo está hecho para que, si apenas se
pueden mover, no lo puedan hacer
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