Por Carlos Polimeni
Tiene 28 años y una
carrera interesante como físico. De hecho, ha pasado buena parte
de su juventud investigando el mundo de la física cuántica,
en la Universidad de Río de Janeiro. Jamás pensó
en ser un profesional de la música, que para eso está su
padre. Sin embargo, en un solo disco, el hijo de Caetano Veloso acaba
de dejar sentado que un nuevo talento dice presente en el complejo campo
de la música popular del Tercer Mundo. El disco, que se llama Máquina
de escrever música, y acaba de aparecer en la Argentina, es, sencillamente,
un debut consagratorio. Un debut de una madurez y una calidad de conjunto
que convierten a Moreno Veloso, desde ya, en una estrella de intensa luz
propia. El disco está firmado por Moreno+2, como si el artista
quisiera desprenderse del lastre de un apellido famoso y, a la vez, marcar
su pertenencia a un grupo. Pero a nadie escapa que los talentosos Kassin
y Doménico, los otros integrantes del trío, son ante todo
el respaldo de un artista con visos de excepcionalidad.
Moreno, hijo del primer matrimonio de Caetano, jugueteó muchos
años a divertirse con la música, como si ese fuese el único
modo de salir del cono de protección de su casa. Por eso, de adolescente,
armó grupos de espíritu punk experimental, como Good Night
Varsovia se hacía llamar Nino de la Pata, diciéndose
portorriqueño, Acabo la Tequila y Ruben força bruta,
mientras repetía a sus amigos que jamás sería un
profesional del arte, porque eso lo encorsetaría, le plantearía
obligaciones. De hecho, aún no lo es: Máquina de escrever
música, que parece el título de un poema concreto, surgió
como resultado de canciones que ya estaban, que parecerían merecer
un soporte diferente al del formato casero. Lo mismo pasó con el
trío: Moreno llamó a Domenico, percusionista y baterista,
y a Kassine, bajista, cuando lo contrataron para una actuación
que inauguraría una sala del Museo de Arte Moderno de San Pablo.
Al director le pareció que el ámbito no daba para un grupo
punk. El hijo de Caetano le dio el gusto, a condición de que no
lo presentaran por su apellido.
Apenas grabado el disco, el trío se fue de gira por Estados Unidos,
y de ahí enganchó otra por Europa, donde la crítica
arde de elogios. Moreno se inventó un concepto fascinante para
el primer mundo para definir su opus uno: dice que se trata de house
amazónico. La verdad es que estuvo encerrado un año
en una casa alquilada, cerca de la selva, trabajando, con un estudio casero,
en las grabaciones que fueron a parar al disco. Pero las canciones no
tienen nada del género denominado house y de la Amazonia no aparece
ni un solo elemento. A no ser que resulte selvático pasar de todo
estilo, y construir uno propio, que suena a muchas cosas ya oídas,
y al tiempo es tradicional. Moreno y los suyos han hecho un nuevo ejercicio
de antropofagia, devorando música internacional para aplicarse
a crear música absolutamente brasileña. Que Moreno cante
en español, en italiano y en inglés, además de en
portugués, suena tan natural como su condición de cantante,
compositor y multiinstrumentista (guitarras, trompeta, cello, percusión,
sintetizadores, pianos, bajo). De entrada parece esperarse de él
que todo lo haga bien. Para eso es, ante nada, un físico.
Hay un punto central en el efecto que este disco provoca: el modo en que
la voz de Moreno, su forma de interpretar, remite al mundo de Caetano.
Por momentos, como si se tratase de una maldición genética,
Moreno es Caetano. Pero no es el Caetano radical de los 60 y los tempranos
70, sino el Caetano maduro, el que aprendió a controlarse, a editar
su temperamento. No hay dudas de que Moreno Veloso es en su primer disco
el artista maduro que Caetano recién empezó a ser quizás
a partir de Bicho, de 1977. Quien comience Máquina... por el tema
2, Deusa do amor, o por el 6, Arrivederci, o por
el 8, el bolero Para Xó, en español, o por el
14, Im wishing, en inglés, se topará con
un universo a un tiempo conocido y por otro sugestiva y poderosamente
nuevo. Pero es difícil elegir temas, entre los catorce del disco,
cuyo proceso de grabación demoró un año. El primer
disco de este artista parece el compilado de alguien con por lo menos
diez de trayectoria.
Es arriesgado afirmar que Moreno Veloso será el heredero artístico
de Caetano Veloso, sobre todo a partir de su obstinada negativa a considerarse
algo más que un amateur de la música. Pero más arriesgado
es afirmar que no lo será, genética aparte, que se tratará
del primer caso de un físico cuántico que graba discos para
divertirse. En ese caso, la música perdería mucho más
que la física. Y no faltaría un químico, o algún
otro esdrújulo, que juguetease a ser el heredero de alguien, sin
dar jamás el piné.
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