Por Eduardo Tagliaferro
En la causa por la venta ilegal
de armas, los testimonios que comprometen a ex funcionarios de Carlos
Menem se siguen acumulando y relacionándose. Ayer el ex jefe del
Ejército, general Martín Balza, vio comprometer su situación
procesal con la declaración de Domingo Oscar Tissera, ex jefe de
la Fábrica Militar de Río Tercero. El testigo afirmó
que desde distintas unidades militares se recibió material bélico
destinado a los Balcanes, en especial cañones del ejército.
La afirmación se anuda a los recientes dichos de Luis Sarlenga
acerca de que Balza y los altos mandos de la fuerza sabían que
las armas que entregaban era para vender. Claro que, antes, Sarlenga había
precisado que todos sabían que las armas iban para Croacia.
Tissera, que trabajó cerca de 25 años en la fábrica
cordobesa, era uno de los encargados de registrar todos los movimientos
de material bélico. Así fue que reconoció frente
a los investigadores judiciales que luego de la segunda explosión,
en noviembre del 95, el coronel Edberto González de la Vega
estaba muy preocupado por poner en regla la planta y la documentación.
Tissera afirmó frente al juez Jorge Urso y el fiscal Carlos Stornelli
que, no bien González de la Vega llegó a la fábrica
militar, lo primero que hizo fue presentarle a un supuesto suboficial
del Ejército al que identificó como perteneciente a la inteligencia
militar. Este militar, continuó Tissera, le pidió toda la
documentación referida a los cañones del Ejército.
El empleado de la fábrica militar también dijo que, antes
de que se realizaran las pericias judiciales, González de la Vega
tapó los cráteres producidos luego de la explosión.
En su testimonio, el ex jefe de suministros admitió que en la fábrica
de armamento se clonaban cañones Oto Melara destinados a reponer
los que el Ejército había entregado para su venta. Estos
cañones habían sido comprados a la fábrica italiana
en la década del 60 e incluía la expresa prohibición
de revenderlos. Junto a los cañones, los italianos habían
vendido algunas piezas adicionales que son las que eran utilizadas para
su duplicación.
Balza insistentemente ha repetido que no le falta armamento. Aunque también
admite que entregó para su reparación a FM algunas baterías
y la fábrica no las devolvió. Y es sabido que luego de la
voladura de Río Tercero muchas armas quedaron reducidas a la nada.
En este punto, Balza argumenta que él entrego armas porque había
un convenio con Fabricaciones Militares. Convenio al que misteriosamente
se le agregaron algunos anexos, tipeados a máquina. Agregados que
Sarlenga no reconoció en su ultima declaración judicial.
Tissera entró a la fábrica militar en el año 71
y se fue en diciembre del 96, luego de que fuera incluido junto
a 420 empleados en el denominado Fondo de Reconversión Laboral,
un eufemismo que encubría su despido. En diálogo con Página/12,
Tissera recuerda las declaraciones que luego de la explosión realizó
el ex titular de la fábrica militar, el coronel Jorge Cornejo Torino,
que dijo que no era una fábrica de caramelos sino de explosivos.
El ex empleado no duda en refutarlas diciendo: Era una fábrica
de explosivos que estaba protegida como una de caramelos.
Se indigna cuando recuerda aquel infernal 3 de noviembre del 95,
toma un papel y en un croquis dibuja cada una de las partes de la fábrica
militar y luego de explicar la características de los explosivos
y cuál hubiera sido la lógica de la explosión, llega
a la misma conclusión que la mayoría de los habitantes de
Río Tercero: Fue provocada.
Aunque los pobladores de la localidad cordobesa muestran poca capacidad
de sorpresa cuando piensan que su ciudad fue bombardeada intencionalmente
con el único objetivo de encubrir una maniobra, escucharlo estremece.
Los polvorines estaban llenos y no había custodia militar
como sí sucedía en otras ocasiones, dice Tissera a
este diario. Luego comienza a relatar qué pasaba en la fábrica
militar. En la planta de carga, donde comienza la explosión,
los muchachos ven que de los tambores que contenían trotyl sale
una llama de fuego. Como la de un soplete, cuenta. Tissera se explaya
sobre las particularidades del trotyl y afirma que reacciona a una temperatura
superior a los 3 mil grados. Por eso no duda en decir que los tambores
de trotyl sólo podrían haber explotado con un dispositivo
accionado intencionadamente.
Las sospechas se asientan en más de un testimonio. Tissera relata
que la noche previa a la explosión, policías de Río
Tercero habían visto personal militar trabajando en la planta de
carga. Precisamente el lugar donde comenzó el estallido. Incluso
los policías testimoniaron frente al juez de Río Cuarto
Luis Martínez, quien está a punto de elevar la causa a juicio
oral y descartó la hipótesis del atentado. El día
de la explosión, Cornejo Torino se encontraba en Buenos Aires.
Al frente de la planta estaba el hoy coronel Oscar Quiroga, un riojano
cuya familia tiene una amistad personal con el ex presidente Carlos Menem.
Milagrosamente a la misma hora y en el mismo lugar en el que comenzaron
la detonaciones debía ingresar una procesión de la virgen
de Schoensttat. Un providencial llamado salvó a las fieles. Al
frente de ellas debía haber ido la mujer del coronel riojano.
La fábrica de Río Tercero era la escena del crimen. Se
sabía que los cañones iban a Croacia, dice Tissera
a este diario. Los cañones Citer no entraban en los containers,
por eso debieron ser desarmados, continúa el ex empleado
de FM. Lo cierto es que en la causa que instruye Urso está acreditado
que dos operarios de Río Tercero, Santiago Callejas y Luis Lago,
viajaron a los Balcanes para rearmar los cañones en el sitio del
conflicto. En Montevideo se reunieron con el traficante Diego Palleros
y en un vuelo de Iberia partieron hacia Zagreb, previa escala en Madrid.
Tissera recuerda ante Página/12 que cerca de diez flamantes cañones
Citer 155 mm no fueron embarcados por la premura y en cambio salieron
los cañones del Ejército. Luego de la explosión,
nada se supo de la suerte corrida por esos cañones. Mucho descuido
para armas cuyo valor ronda las cinco millones de dólares cada
una.
Tata Yofre
y Panamá
Panamá no podía ni estaba en condiciones de
comprar armamento, aseguró el ex embajador argentino
en ese país durante la época en que se produjo la
venta ilegal de armas, Juan Bautista Tata Yofre. Y agregó
que lo va a demostrar ante la Justicia. La oportunidad será
hoy cuando lo interrogue el juez Jorge Urso. El ex funcionario menemista
argumentó que luego de producirse, en diciembre de 1989,
la invasión norteamericana para detener a Manuel Antonio
Noriega, Panamá dejó de tener Fuerzas Armadas. Yofre
afirmó que si la primera operación de las armas
que van a Croacia supuestamente son vendidas a Panamá, yo
como embajador debía saberlo.
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TRAS
EL DINERO Y EL ENRIQUECIMIENTO ILICITO
El juez Urso busca más datos
Por Adriana Meyer
El juez federal Jorge Urso envió
un centenar de oficios a todo el país para obtener información
sobre la ruta del dinero en el caso de la venta de armas a Croacia y Ecuador,
y también sobre el presunto enriquecimiento ilícito de los
imputados en una causa paralela. El pedido de informes está dirigido
a los Registros de la Propiedad de todas las provincias y a los Colegios
de Escribanos para tratar de determinar la existencia de poderes a favor
de los ex funcionarios involucrados en la investigación.
Los bienes que están bajo la mira son los que tendrían Carlos
Menem, algunos de su ex ministros y Emir Yoma. Esto indica que Urso decidió
avanzar en el pedido que le formuló el fiscal Carlos Stornelli
con respecto a incluir al ex presidente en el expediente paralelo referido
al supuesto incremento patrimonial de los acusados en la causa madre.
Emir no está siendo investigado allí porque no era funcionario
al momento de la concreción de la maniobra, pero sí lo está
en cuanto a la ruta del dinero.
En su reciente resolución, la sala II de la Cámara Federal
le indicó al magistrado que se ocupe del aspecto económico
de la maniobra. Uno de ellos se refiere a la participación que
habría tenido el traficante sirio Monzer Al Kassar en la venta
de armamento. Los camaristas mencionaron la necesidad de corroborar la
afirmación de un testigo que lo sindicó como eslabón
principal de la venta ilegal de armamentos y explosivos argentinos a Croacia.
Horacio Cattani, Eduardo Luraschi y Martín Irurzun ordenaron también
profundizar la pesquisa en torno a la vinculación
existente entre Daforel y Elthan Trading Co., empresas sospechadas
de haber sido el canal de las comisiones del caso. Muhammad Yalal Nacrach,
sobrino de Emir Yoma era el presidente y único director de
la sociedad durante el período en que se produjeron los envíos
de armamento.
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