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EL NUEVO JEFE DE LA BONAERENSE HABLO Y DESATO EL ESCANDALO
Joven y pobre es igual a delincuente

Amadeo D�Angelo delineó en una entrevista su plan contra la inseguridad: rodear las villas para evitar �que salgan los delincuentes�. Y consideró que el problema está en los jóvenes porque muchos �son sinónimo de delitos�. Sus palabras fueron duramente criticadas.

D’Angelo es desde hace
escasos diez días el virtual jefe policial
“Es una realidad que muchos jóvenes son sinónimo de delitos”, dijo.

Por Cristian Alarcón

La mano dura de la Bonaerense tiene variadas formas. Ahora, siendo vieja ya la fórmula ruckaufista del “meter bala” a los ladrones, el nuevo jefe de la fuerza, Amadeo D’Angelo, debutó en su cargo con unas declaraciones bien polémicas: “rodearemos las villas para evitar que salgan los delincuentes”, dijo. De hecho, su anuncio, ya tuvo debut el fin de semana último, según él mismo lo consignó en una entrevista inaugural. Al ese particular sistema de control D’Angelo le sumó en sus declaraciones, otra perla que levantó severas críticas: “muchos jóvenes son sinónimo de delitos”, sostuvo. Los legisladores provinciales que trabajan en las
áreas de seguridad y minoridad lo repudiaron ayer al unísono. “Le está diciendo a la sociedad que cada pobre es un delincuente”, sostuvo Eduardo Sigal. “Es tan primitivo que ni siquiera tiene la precaución de no dejar aflorar su inconsciente”, lanzó Graciela Podestá.
D’Angelo lleva apenas ocho días en su cargo como Superintendente de Coordinación General de la Bonaerense, tal el rango oficial del virtual capo de la fuerza. El día que asumió el ministro de Seguridad, Ramón Verón, lo promocionó como un hombre de “un perfil distinto”, a pesar de que D’Angelo está identificado con el área dura de la corporación. E inclusive hizo una especie de autocrítica cuando dijo que la transformación operativa que pretendería la nueva gestión “permitirá superar inconvenientes como los que hemos tenido con procedimientos inadecuados y excesivos”. Ayer el diario El Día de La Plata publicó una entrevista en la que D’Angelo se despacha con el método que ya empezó a aplicar. “Este fin de semana –confesó– saturamos las villas de donde sabemos que salen los delincuentes; evitamos que salieran delincuentes armados y los que salieron fueron detenidos”.
“O sea que sitiaron las villas con policías. ¿Esto es un procedimiento nuevo?”, le preguntaron. “Sí –contestó– y el objetivo no es el enfrentamiento armado sino evitar el delito”. Obviamente a favor de la derogación de la ley del dos por uno, el sucesor de José María Gallina, y de Eduardo Martínez contó que la policía hizo un “relevamiento en la vía pública” con el objetivo de que “estos jóvenes (delincuentes) no lleguen a las zonas donde frecuentemente se comenten delitos”. Acto seguido D’Angelo dijo que su plan está basado en que la delincuencia juvenil “es la clave de la inseguridad”. “Es que es una realidad que muchos jóvenes son sinónimo de delitos. Hay un sector que evidentemente es víctima de la droga, por estar en grupo salen en complicidad y atacan”, afirmó.
Alejandra Vallespir, directora de la Consultoría para el Abordaje de la Problemática Penal, de la UBA, considera que “entre esto y una requisa no hay diferencia, la idea sigue siendo que son todos culpables hasta que se demuestre lo contrario, al reves de lo que dice la Constitución”. La socióloga, que trabaja con menores que salieron de institutos y que han delinquido, a quienes en el COPAP se asiste con atención terapéutica, cree que D’Angelo y su idea “parten del prejuicio de que en ciertos barrios como poco la población comete asociación ilícita”. “Esto es un castigo a la pobreza”, asegura. Gustavo Palmieri, coordinador del Programa de Violencia del Centro de Estudios Legales y Sociales, CELS, ni siquiera se sorprende de las palabras del nuevo jefe. “Lo importante que muestra la bonaerense es que profundiza las rutinas que siempre tuvieron. Lo dicen los registros: meter bala siempre ha sido una metodología. Con rodear las villas no están proponiendo ninguna salida nueva, es el único modo que tienen trabajar”.
En el caso de Graciela Podestá, de la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados bonaerense, no solo cree que D’Angelo es “primitivo”, sino que “responde perfectamente a la concepción ideológica de Ruckauf”. La legisladora señala la paradoja de que las declaraciones que segregan a los jóvenes sean hechas por D’Angelo que es miembro de una recientemente formada Comisión especial de Asistencia a la Minoridad dentro de laestructura de la Policía Bonaerense. “Lo dice a pesar de todo y también del chamuyo oficial que habla de mejorar la imagen”, le dijo a Página/12. Para el senador Eduardo Sigal la idea de sitiar las villas es una concepción “discriminatoria, racista, antijuvenil, y es el camino del autoritarismo que viene de la última dictadura”. Sigal, quien apenas asumió D’Angelo salió a denunciar la su extrema cercanía con el ex capo de la Maldita Policía, el comisario Mario “Chorizo” Rodríguez, opinó que se pretende relegar a los pobres bonaerenses a “guetos”.
El mismo D’Angelo que ayer se despachó con sitiar las villas, ya se expresó a favor de que la sociedad recupere los espacios públicos como las plazas de los barrios, recordó ayer Gustavo Palmieri. “Aplican mecanismos de seguridad externos, como si la villa como espacio no fuera un espacio a proteger, negando otra vez derechos a ese sector sumido en la pobreza”, dijo. La política de disuasión y amedrentamiento a los “presuntos” delincuentes de las zonas “calientes” del conurbano tendrá desde hoy un nuevo plan a aplicar, además de la idea del comisario cuyo cuero, dicen, tiene el rastro de las balas del combate. En un acto en Boulogne se lanza el operativo de Seguridad Interfuerzas, en el que participarán además de la bonaerense, la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura. Fruto de las conversaciones entre el gobierno de Ruckauf y el de Fernando De la Rúa, 150 efectivos, que fueron entrenados “in situ” en las zonas de mayor “conflictividad”, saldrán a requisar automóviles y transporte público, comercio y peatones, en busca de armas o drogas. Así, la mano dura toma variadas formas, según el jefe que la maneje.

 

OPINION
Por Diego Rodrigo *

¿Justicia o venganza?

Ser eficientes en el esclarecimiento y castigo de los delitos que se cometen en la provincia no sólo justificaría la inversión que el Estado realiza para sostener el monopolio de las fuerzas de seguridad, sino que se convertiría en la mejor arma de prevención contra el delito.
Actualmente, el índice de resolución de causas penales en nuestra provincia no supera el cuatro por ciento de los delitos denunciados. Si agregamos que la resignación de los ciudadanos motiva denunciar sólo el cincuenta por ciento de los hechos que sufren, tenemos que concluir que el aparato represivo y de juzgamiento de la provincia insume el quince por ciento del presupuesto bonaerense (1600 millones de pesos al año) para resolver el dos por ciento de los casos.
En la provincia de Buenos Aires, sólo dos de cada cien personas que cometen delitos recibirá el peso de la ley como castigo. Las otras noventa y ocho nunca serán atrapadas. Ni, por supuesto, interrogadas, requisadas o detenidas preventivamente.
Ni la rigurosidad en el juzgamiento, ni la dureza en el monto de la pena, ni las restricciones en la ejecución de la misma, como plantean el gobernador Carlos Ruckauf y sus ministros, actuarán como prevención si los delincuentes saben que las posibilidades de castigo son similares a acertar la lotería.
El Estado cumple con su deber cuando aplica sanciones concretas a quienes violan el orden social. Pero no cuando proclama normas muy severas, sabiendo que no cuenta con los medios necesarios para ejecutarlas efectivamente. En tal sentido, endurecer el régimen de excarcelaciones sin construir nuevos lugares para alojar a los detenidos sirve en lo discursivo, pero carece de toda aplicación práctica.
Discutir cuestiones posteriores a la detención como el monto de la pena o las condiciones de cumplimiento, en la actualidad constituyen una abstracción para el noventa y ocho por ciento de los delincuentes.
El gobernador Ruckauf obtuvo todas las leyes que solicitó a la Legislatura. El problema es que las mismas no conducían a brindar eficacia en la prevención y castigo de los delitos, sino a ensañarse con aquel que por casualidad podría ser descubierto.
La política del actual gobierno provincial se aleja del concepto de justicia, para acercarse cada vez más al concepto de venganza. Y para impartir venganza, se deben eliminar los derechos y las garantías de los ciudadanos. A la irracionalidad del planteo se le suma la imposibilidad de realización del mismo, lo que nos lleva a pensar que el Gobernador y sus funcionarios están más preocupados en realizar expresiones de alto grado de sensacionalismo que en dedicarse realmente a resolver el problema.
En lugar de jugar a ver quién pone la pena más dura, debatamos primero cómo hacemos para prevenir y descubrir más delincuentes en el marco de la legalidad.

* Senador provincial de la UCR. Vicepresidente 2ª de la Cámara alta bonaerense. Miembro de la Comisión Bicameral de Seguridad.

 

OPINION
Por María del Carmen Verdú*

El fallido de un homenaje

Permanentemente estamos expuestos a las manipulaciones discursivas que procuran generar consenso y relegitimar las políticas del sistema. En lo que ese discurso oficial ha entronizado como tema casi excluyente, la “inseguridad ciudadana”, se advierten dos líneas, en apariencia distintas, pero que convergen en la implementación de políticas represivas. Frente al discurso autoritario de la mano dura se alza otra modalidad discursiva adornada con ropaje democrático, políticamente correcto, que ensalza la participación en la gestión de políticas de seguridad, la cooperación comunidad-policía, y otras formas de inversión del paradigma represivo. Estos planteos, que usan la falacia de que es necesario balancear el respeto a los Derechos Humanos con el clamor por más seguridad, confluyen en iguales propuestas para endurecer el sistema penal. El resultado de las “políticas de seguridad” –de mano dura o de mano dura con discurso pseudo garantista– es el incremento de muertes civiles y también de policías. En los infinitos matices que adoptan los discursos oficiales, es común apelar a homenajes póstumos a policías. No se analiza allí si muchas de esas muertes no serían evitables con apenas un poco de profesionalismo y respeto por la vida. Mucho menos se proponen similares reconocimientos a los trabajadores que caen en cumplimiento del deber en oficios o profesiones que no contemplan el riesgo de vida entre las obligaciones asumidas, como los obreros de la construcción. Ni existe una preocupación equivalente por castigar a los miembros de las fuerzas de seguridad que, además de cumplir con sus obligaciones, cometen delitos comunes.
A veces, y pese al esfuerzo en formular el discurso “democrático”, el subconsciente mete la cola y revela el verdadero trasfondo oculto por su prolijo autor. Freud decía que nada es insignificante: sueños, lapsus y olvidos son también hechos psíquicos, y tienen un sentido, a veces más real que el manifestado. La Legislatura porteña aprobó, el 10 de abril de 2001, la declaración 42/01, propuesta por el diputado de la Alianza Jorge Enríquez, viejo conocido de la CORREPI debido a su constante prédica represiva no tan disimulada. Se trata de una solicitud al Poder Ejecutivo para rendir homenaje a los policías federales muertos o heridos en ejercicio de sus funciones. Avido por no demorar la votación, Enríquez pidió que su fundamentación fuera incorporada directamente a la versión taquigráfica de la sesión. Su texto puede consultarse en la página www.legislatura.gov.ar. Claro que en el apuro no advirtió que el título confirma aquello de que aconfesión de parte, relevo de prueba. Fallida y queridamente, dice: “Homenaje a policías caídos en cumplimiento del delito” (sic).

* Abogada, Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional

 

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