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Un preso le dijo a una defensora
que hay un plan para asesinarla

El recluso le dijo a María Dolores Gómez que oyó a tres jefes hablar del plan. �Usted puede aparecer tirada en la Panamericana�, le advirtió. La defensora oficial denunció torturas y condiciones inhumanas de detención en cárceles y comisarías.

Según el preso que la llamó, varios jefes
del Servicio Penitenciario hablaron de ella.

Por Cristian Alarcón

El lunes a la mañana, en su despacho de los tribunales de San Isidro, la defensora oficial María Dolores Gómez, recibió el llamado de un preso desde la cárcel de Rawson. “Usted puede aparecer tirada en la Panamericana como un simulacro de robo o violada y muerta en Pacheco”, le dijo. Así consta en la causa abierta ante el fiscal Enrique Ferrari, que investiga las amenazas recibidas por Gómez, punto cúlmine de una serie de presiones que la defensora recibe desde hace más de un año a raíz de las denuncias por torturas y condiciones inhumanas de detención de presos en cárceles y comisarías bonaerenses. “El detenido me dijo que escuchó de por lo menos tres jefes del Servicio Penitenciario Bonaerense que preparaban un plan para asesinarme”, le dijo Gómez a Página/12. Fuentes judiciales le dijeron a este diario que el hombre también contó que se hizo un aporte económico para pagarle a un detenido peligroso la fianza para que saliera a la calle, con la misión de ser el sicario que la asesinaría.
Dos veces se comunicó el preso, cuya identidad se mantiene bajo reserva, con la defensora oficial. Primero lo hizo la mañana del lunes, cuando mantuvo un diálogo de 45 minutos en su despacho, al que ingresó derivado desde la Sala III de la Cámara de Apelaciones de San Isidro, el número marcado desde la cárcel federal de Rawson. El hombre, con un “frondoso” prontuario –como se dice en jerga penitenciaria– está detenido pagando una larga condena en ese penal, después de haber sido trasladado desde uno bonaerense. Desde allí el preso volvió a llamar a Gómez el mismo lunes por la tarde. Entre otras cosas le dijo que se había aportado el dinero necesario para pagar la fianza de un preso peligroso que saldría a la calle con el objetivo de cumplir con la misión de eliminarla, tal como él se lo describía, simulando un robo común.
El contenido de esas comunicaciones quedó registrado en casetes que fueron presentados como prueba ante el fiscal Ferrari. El preso le contó a la defensora que había sabido de su nombre por otros reclusos en uno de los penales bonaerenses por los que pasó antes de llegar a la cárcel de Chubut. Encerrado en un área de máxima seguridad, el hombre comentó ante un jerarca del SPB que él saldría del lugar, como lo habían hecho antes otros en su condición. El lugar en que se encontraba había sido visitado por la defensora Gómez, quien en su momento había recibido denuncias de torturas a los internos y había ido hasta el lugar. Tras ordenar una investigación estos fueron trasladados. El hombre que la llamó le dijo que invocó su nombre ante el capo penitenciario. “Puedo hablar con la defensora Gómez”, dijo él. Ante lo que recibió como respuesta: “Si es por la cajetuda ésa no te preocupes que ya va a recibir un regalito”, le habría contestado el jefe guardiacárcel.
En la denuncia presentada el mismo lunes ante Ferrari, Gómez da cuenta de las maneras en que la llaman los capos del SPB, según el preso que la alertó. “Cuando hablan de usted dicen la perra o la presera”, le dijo. El nombre de “presera” se lo atribuirían por la cantidad de veces que la defensora –cuyo rol es atender en el partido de San Isidro a las personas detenidas que no cuentan con recursos para pagar un abogado– presentó recursos de hábeas corpus a favor de ellos, o denunció los maltratos que padecen de parte de los guardiacárceles o de los policías bonaerenses que los custodian en las comisarías abarrotadas de la provincia. Una de esas denuncias fue a los jefes del Penal de Sierra Chica, en octubre del año pasado ante la Cámara de Apelaciones de San Isidro para pedir el “cese de las condiciones de detención” de sus defendidos. Los jueces de la Cámara decidieron, tras comprobar cómo vivían los presos, que fueran trasladados e iniciaron una investigación por los golpes que presentaban.
Las presiones y las amenazas no son nuevas para la defensora del distrito judicial más conflictivo de la provincia. Allí el hacinamiento en las comisarías ha llegado a un exceso del 118 por ciento, y los motines han sido recurrentes durante el último año. El 16 de abril el defensor del Tribunal de Casación Bonaerense, jefe de los defensores de toda laprovincia, denunció ante la Suprema Corte una persecución contra Gómez. En ella acusó al presidente de la Casación, Federico Domínguez, por “acoso judicial” contra la funcionaria. Según Coriolano, aferrados a un episodio en el que un preso se escapó cuando era trasladado para una entrevista con la Defensora, la acusaron de facilitar la fuga. Domínguez fue a la Fiscalía de San Isidro para evaluar personalmente el caso. Lo hizo por pedido del subsecretario de Política Penitenciara bonaerense, Miguel Angel Plo.
En ese momento Gómez contó que un colaborador suyo había escuchado en una reunión en los tribunales de Lomas de Zamora el mensaje: “El Ejecutivo la tiene en carpeta porque Plo está cansado de sus denuncias”. Coriolano, en su denuncia ante la Corte, planteó además que “la defensora oficial sufrió agresiones por parte de dos desconocidos”. Se refería a los golpes que dos hombres le dieron cuando se bajaba de su coche particular hace apenas un mes. Los atacantes no le robaron. Gómez vive ahora con una fuerte custodia de Gendarmería, que tardó tres días en serle asignada cuando ella se negó a aceptar una guardia de la Bonaerense. En febrero del 2000, durante un motín en una comisaría de San Isidro, los policías la dejaron encerrada con 30 presos armados con facas. “No encontramos la llave”, le dijo un policía cuando quiso salir.

 


 

UN CABO QUE DENUNCIO A SUS JEFES SE VA DEL PAIS
Cansado de vivir amenazado

El cabo Héctor Márquez sacó de su bolsillo la placa, la credencial y el arma, los puso sobre el escritorio y le dijo al fiscal de San Isidro Hernán Collantes que se marchaba a Estados Unidos. Luego, le contó que existe un plan para asesinarlo a él y a los otros 34 suboficiales que declararon contra sus jefes del Comando de Patrullas de Vicente López, procesados por delitos que van desde habilitar zonas liberadas para el robo hasta el manejo irregular de horas extra. “A mí me mostraron la lista de los testigos, y que se preparen porque los vamos a matar a todos”, denunció Márquez que le dijo un sargento de la bonaerense.
La partida de Márquez es el corolario de una larga zaga de amenazas y agresiones que han sufrido los testigos y sus familiares desde que los 19 policías acusados de corrupción fueron liberados por el juez de Garantías Diego Barroetaveña. Las denuncias de persecución se iniciaron cuando 19 policías de Florida y Vicente López, acusados por 35 policías con identidad reservada de integrar una banda que cometió una serie de delitos, recuperaron la libertad tras estar un mes presos. Los 19 policías habían sido detenidos, sospechados de integrar una asociación ilícita en una megacausa que lleva adelante el fiscal Hernán Collantes. Una de las claves para ordenar la captura fue, precisamente, el relato de los policías que declararon contra sus jefes.
Los 19 policías fueron apresados el 13 de diciembre último. Sin embargo, fueron liberaron el 15 de enero, porque el juez de Garantías entendió que no había mérito suficiente para que permanecieran detenidos. Una vez que los policías acusados fueron liberados, el juzgado de Barroetaveña fue denunciado por haber violado las identidades de los 35 testigos.
Tras la liberación, los policías denunciantes, todos de rangos bajos, comenzaron un vía crucis de amenazas e intimidaciones. Además de otros episodios, la esposa de uno de ellos fue agredida en Los Polvorines: fue tajeada y le pusieron una bolsa en la cabeza. Un comisario terminó procesado por “abuso de autoridad” por perseguir a uno de los denunciantes, subordinado suyo.
Ahora, Márquez decidió ponerle fin a su calvario: dio por terminada su carrera y su permanencia en la Argentina. Ante el fiscal, el ex policía reveló que el sargento que lo amenazó le confesó hace un mes que “se reunía seguido, y en un campo, con todos los policías que habían pasado a disponibilidad y habían estado presos”. También le contó que planeaban poner en marcha un juicio político contra el fiscal Collantes.
El de Márquez es el segundo caso de un policía testigo que se fue a vivir a Estados Unidos por miedo a que lo maten.
Los acusados que fueron excarcelados siguen procesados, y ahora la Cámara de Apelaciones de San Isidro deberá determinar si confirma lo decidido por el fiscal y los policías pueden volver a ser detenidos.

 

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