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El despegue de un avión militar
en Mendoza terminó en tragedia

Un Fokker F-27 cayó un minuto después de levantar vuelo desde el aeropuerto de esa provincia. Había salido del aeroparque. Murieron cinco militares, todos tripulantes de la aeronave.

Segundos después de despegar, uno de los motores se prendió fuego y el avión cayó a tierra.

El penúltimo gesto del piloto, con un motor en llamas, fue volantear a la derecha, y con esto evitó que el avión cayera sobre las casitas próximas al aeropuerto de Mendoza; su último gesto fue tratar de enderezar la nave pero esto no pudo ser: el ala rozó el suelo y el Fokker F-27, de la Fuerza Aérea Argentina, se precipitó a tierra. Murieron los cinco integrantes de la tripulación, que acababa de transportar desde Buenos Aires a 16 militares estadounidenses de visita en el país.
“No tenemos memoria de un accidente como éste en este tipo de avión”, dijo a este diario una fuente de la Fuerza Aérea. Los Fokker F-27, que se incorporaron en la década del 60, “son aviones robustos, muy nobles, que han dado excelentes resultados a la Fuerza”.
El accidente tuvo lugar ayer a las 12.25, dentro del primer minuto del despegue, cuando el aparato estaba a no más de 50 metros de altura sobre el Aeropuerto Internacional Francisco Gabrielli, a 12 kilómetros de la capital mendocina. Varios testigos coincidieron en que una humareda brotaba de uno de los dos motores del avión, que funciona a turbohélices. “El humo indica un problema serio en el motor –señaló la fuente de Fuerza Aérea–; sin embargo, todo avión con dos motores está en principio en condiciones de despegar con uno solo.”
Aquí empiezan las conjeturas: “Es posible que el piloto no haya logrado poner el motor averiado ‘en bandera’, es decir, con las aspas situadas de modo que no hagan resistencia al aire; también puede ser que el fuego se haya propagado inmediatamente a la estructura del ala”, comentó la fuente. La causa quedó a cargo del juez federal Luis Leiva, e intervendrá la Junta Investigadora de Accidentes, que a su vez depende de la Fuerza Aérea.
Lo cierto es que el piloto evitó un desastre mayor cuando viró hacia el interior del aeropuerto: “Si hubiera virado a la izquierda, el aparato habría caído sobre zona poblada, el barrio Las Heras, junto al aeropuerto”, precisó el vicecomodoro Jorge Reta, de la Fuerza Aérea Argentina. El comandante del avión intentó retomar la pista para aterrizar pero un ala tocó tierra, la máquina capotó y la explosión de los tanques de combustible la envolvió en llamas. El piloto se llamaba Fernando Dámaso González, tenía el grado de capitán y acababa de casarse.
Las otras víctimas fueron el teniente primero Claudio Vellenich, los suboficiales principales Ramón Ortiz y Anselmo Abasto y el suboficial ayudante Alberto Olmedo. Conformaban la tripulación completa del avión y murieron en el acto, por el impacto y por las llamas que invadieron el aparato; sólo no se consumieron los alerones posteriores.
El avión había despegado a las 7 del Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery, transportando a una delegación de 16 oficiales estadounidenses de visita en la Argentina; estaba previsto que retornara a Mendoza hoy para buscarlos. En el que resultó su último despegue, en el mediodía de ayer, volvía a su base en Paraná, Entre Ríos. Hace cinco días, el mismo avión había trasladado al equipo local de fútbol Patronato a Salta, donde jugó contra Gimnasia y Tiro por el Torneo Hexagonal Final del Campeonato Argentino “A”.
Los aviones Fokker fueron incorporados al transporte de la Fuerza Aérea a fines de la década del 60; el modelo que se utiliza es el F-27 Friendship, que tiene una altura de 8,51 metros, una longitud de 23,56 y una envergadura de 29 metros. Su velocidad máxima llega a los 470 kilómetros por hora, con 435 por hora de crucero y una autonomía de 2000 kilómetros. Pesa diez toneladas y puede cargar 20 toneladas o 44 pasajeros más los cinco integrantes de la tripulación.

 


 

LA FUTURA PRINCESA YA ES CIUDADANA HOLANDESA
Máxima con nuevo documento

Máxima Zorreguieta ya es holandesa. Ayer, para celebrar su cumpleaños número 30, el regalo recibido fue la ciudadanía del país que muy pronto la tendrá como princesa. Para acceder al documento holandés cumplió con una de las condiciones fundamentales: dominar el difícil idioma que se habla en el reino de su prometido. Esta habilidad la demostró en una conferencia de prensa que brindó el día de su compromiso con el príncipe Guillermo, el 30 de marzo pasado. Pese a la nueva nacionalidad, la futura princesa holandesa no perderá la condición de ciudadana argentina, aunque sí quedarán limitados algunos de sus derechos políticos en este costado del mundo.
En la Embajada de Holanda en Buenos Aires, su secretario, Johan Verboom, dio por obvio que Máxima, como futura reina, adquiera la nacionalidad holandesa, y dio por sentado que no debería ser un problema para la Argentina, ya que la joven no perdería la ciudadanía del país donde nació. Sin embargo, no dio precisiones sobre los derechos a los que renunciaría Máxima al convertirse en holandesa, ya que aclaró que “cada caso es particular. Es difícil hacer una generalización sobre este tema”.
Por otra parte, fuentes de la Cancillería argentina dejaron en claro que la nacionalidad es algo a lo que no se renuncia, pero que al adquirir la ciudadanía holandesa se renuncia a algunos derechos políticos. Esto significa que Máxima estaría, entre otras cosas, impedida de votar.
Por suerte para Máxima, el día de su compromiso, cuando tuvo que enfrentar a los periodistas –y donde pudo demostrar sus avances en el dominio del difícil idioma holandés–, no se tropezó con nada. Hubiera faltado a la educación y urbanidad que debe tener todo aquel que pretenda colorear su sangre de azul si la traicionara su carácter y les dijera “desgraciados” a los periodistas –como lo hizo con los reporteros argentinos–, por más que lo expresara en un perfecto holandés.
Al otro lado del océano, y lejos de estas cavilaciones, se casó en Holanda el hermano menor de Guillermo, Constantino. Parece ser que a los hermanos reales les atraen las damas relacionadas con el agro. El caso es que, curiosamente, la esposa de Constantino, Laurentien Brinkhorst, es la hija del ministro de Agricultura holandés y Máxima es hija de un ex secretario de la misma área en Argentina, pero con la diferencia de que su padre se desempeñó durante la dictadura, lo que le ocasionó a la futura princesa no pocos problemas en su relación y aceptación por parte de los súbditos de la corona holandesa.
Constantino, de 31 años, es el primero de los tres hijos de la reina Beatriz en casarse, y el enlace se produce en momentos en que el Partido Laborista ha instado a que la casa real holandesa sea limitada a la monarca y los herederos más cercanos al trono. El siguiente en firmar la libreta será Guillermo, con quien se casará Máxima a comienzos del año próximo.

 

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