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Coparon la plaza y hubo respuesta

Los desocupados de la zona sur
del Gran Buenos Aires marcharon durante cuatro días hasta llegar al centro porteño. Ante un Gobierno debilitado, consiguieron que les garanticen la continuidad de 25 mil planes laborales.

La Plaza de Mayo se llenó
de gente que busca trabajo.
Castells y el Perro Santillán
organizaron la protesta.

El punto de partida no fue casual: salieron de Berisso, en otros tiempos la capital obrera del país y –junto con Ensenada– el núcleo más fuerte de los gremios que iniciaron el 17 de octubre de 1945. El recorrido tampoco fue librado al azar: la movilización transitó durante cuatro días por el sur del Conurbano, uno de los puntos del país más afectado por la recesión y el cierre de fábricas. Así, los marchantes caminaron 10 kilómetros a través de Florencio Varela, Quilmes, Almirante Brown, Llavallol, Lomas de Zamora, Lanús y Avellaneda, hasta llegar al Puente Pueyrredón, en el límite con la Capital, donde acamparon el jueves a la noche. Cuando finalmente llegó el momento de negociar, los símbolos fueron reemplazados por la confrontación: los desocupados amenazaron con instalarse ante la Casa Rosada si no se respondía a sus reclamos. Ante la dimensión que adquiría el conflicto, el Ministerio de Trabajo ofreció pagar 25 mil planes de empleo transitorio que habían sido suspendidos en marzo. La propuesta fue aceptada, y reveló a los manifestantes el grado de debilidad que padece hoy el Gobierno.
El acuerdo entre los desocupados y la administración oficial incluyó, además de la restitución de los 25 mil planes laborales, una cláusula dedicada a garantizar la continuidad del Programa Pro Bienestar, por medio del cual el PAMI subsidia a jubilados que viven en situaciones extremas. “Hemos logrado que se mantenga este importante programa para nuestros viejos, que había caído con el último ajuste”, destacó Raúl Castells, uno de los líderes de la protesta, al finalizar las tratativas. Las negociaciones fueron llevadas adelante por el propio Castells y la coordinadora de Gestión de Programas de Empleo y Capacitación Laboral, Graciela Rocchi, una funcionaria de segunda línea de la cartera de Trabajo. Las promesas del Ejecutivo fueron aprobadas en una multitudinaria asamblea, realizada en la Plaza de Mayo, en la que participaron también dirigentes sindicales y estudiantiles.
Los beneficios ofrecidos por el Gobierno comenzarán a pagarse recién el 1º de junio. Sin embargo, entre los desempleados organizados en la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados (MIJP) persistía la desconfianza ante un posible incumplimiento. “No queremos engaños –remarcó Castells–. Por eso firmamos todos los documentos correspondientes. Si los acuerdos no se cumplen, 30 mil compañeros acamparán en la Plaza de Mayo para la primera semana de junio.” Esas palabras sintetizaron el ánimo que reinaba ayer a la tarde entre los manifestantes. Había llegado el momento de la desmovilización, realizada por la Diagonal Sur, y el sabor a victoria se mezclaba con cierto escepticismo. “Tenemos la esperanza de que el Gobierno cumpla. Si no, seguiremos en la lucha hasta lograr el objetivo final, trabajo y vivienda dignos”, reconoció a Página/12 Gladys, una mujer de La Matanza que dejó por unos días el corte de ruta de Isidro Casanova para sumarse a la “marcha por el trabajo, contra el hambre, el ajuste y la desocupación”.
Los dirigentes de la protesta no se privaron de atacar al Gobierno. “Lo de hoy es una inmensa victoria popular. Una gesta obrera por haber caminado 100 kilómetros recorriendo el camino del 17 de octubre”, aseguró Castells, quien además culpó al Ejecutivo de llevar al país a un “estallido social”. El jujeño Carlos “Perro” Santillán, a su turno, parafraseó a Hugo Moyano al amenazar con “echar a patadas” a De la Rúa, Cavallo y Bullrich “si no hay solución” a los problemas de la gente.

Informe: Martín Piqué

 

Relatos y rostros de la larga marcha
Abrigados hasta el cuello, con gorros de lana y caras curtidas por el frío, los miles de hombres, mujeres y niños que ocuparon ayer la Plaza de Mayo experimentaron con la protesta su propia “Larga Marcha”. Aunque muy distante de la gigantesca movilización que encabezó “El Gran Timonel” en la China precomunista, los más 10 kilómetros de recorrido calaron hondo en el ánimo de los presentes. Algunos hacía años que no venían al centro de Buenos Aires. Otros empezaron a conocer mejor los alrededores de la Casa Rosada a partir de las protestas de desocupados y piqueteros. Es el caso de Gladys (32), que tiene 7 hijos y vive con 120 pesos del “Plan ProHuerta”: “La última vez que vine a pasear a la Capital era adolescente”, contó a Página/12.
“Nosotros venimos de Berisso. Yo hace dos años que estoy desocupado, antes trabajé en fábricas y en la construcción”, se presentó Luis (57), mientras salía de la Plaza con sus compañeros. Llevaba una pechera amarilla de la Corriente Clasista y Combativa y su tono revelaba que había caminado mucho para llegar allí. “Si no es por mi señora, mi familia no tendría para comer”, agregó con indiferencia, como si estuviera acostumbrado a contar esas cosas. “Por eso apoyo a los compañeros -enfatizó–, a pesar de que en mi caso ahora estoy cobrando un Plan Trabajar en Lomas de Zamora.”
“¿Por qué estamos acá?”, repitió con un poco de nerviosismo. Se tomó su tiempo y contestó: “Si nos estamos muriendo de hambre...” Ante la consulta de su situación laboral, Carmen (41), de Lanús, se definió como “desocupada”. “Antes trabajaba en casas de familia”, recordó. Después, miró a su alrededor y pareció encontrar la frase justa: “Venimos acá para reclamar por la falta de trabajo, por el hambre que estamos sufriendo”. Caminó hasta el Puente Pueyrredón, pasó la noche en ese acceso que divide a la provincia de la Capital, y llegó a la Plaza junto a una delegación de desocupados de distintos barrios del Conurbano sur. “Yo tengo dos chiquitos”, comentó al final, como al descuido.
Llevaba un cartel de la Corriente Clasista y Combativa. En el cuello, un pañuelo palestino medio doblado. “Estoy acá por el hambre que hay, por los 55 chicos que se mueren de hambre por día, por los 1142 nuevos pobres por día que genera este modelo”, señaló Tomás, de 19, quien se definió como “estudiante y trabajador” y, en diálogo con Página/12, remarcó que la marcha fue un ejemplo de que “con la lucha se consiguen” fondos del Gobierno. “Cuando cortamos la ruta y nos movilizamos conseguimos la plata que nos hace falta”, dijo. A su lado, Natalia (55), con la nariz roja por el frío, confirmaba los dichos y, después, largó un pronóstico para el futuro: “Esperemos que el Gobierno reaccione. Si no, la gente va a empezar a salir a la calle”.
Informe M.P.

 

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