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Los carteles anuncian más guerra en Colombia

Un coche bomba explotó en Medellín, dejando 8 muertos, 82 heridos y 12 autos completamente calcinados.
La policía sospecha de una banda criminal local, vinculada con los paramilitares, y de narcotraficantes.

Una mujer herida es
trasladada por la Cruz Roja.

Que Colombia sea un polvorín, no es ninguna novedad. Que algunas de sus grandes ciudades también lo sean, ya es más novedoso: después de todo, el escenario del combate entre el ejército colombiano, los paramilitares y las guerrillas suelen ser los campos, las selvas, los pequeños poblados y las rutas. Pero Medellín viene soportando atentados desde principio de año. Y anteayer fue el pico. El jueves por la noche, un coche bomba con 30 kilos de explosivos estalló en Parque Lleras, un barrio exclusivo de Medellín y muy concurrido en ese momento. Murieron ocho personas y 82 resultaron heridas. Las hipótesis de la policía colombiana apuntan a grupos de narcotraficantes (muy presentes, a pesar de la desarticulación parcial de los carteles de Medellín y Cali) o a una organización criminal local.
El alcalde de Medellín, Luis Pérez, destacó que los autores del atentado hicieron explotar el coche bomba en un lugar y en un momento en el que sabían que iban a causar gran daño. Las primeras inspecciones de los técnicos antiexplosivos de la policía de Medellín indican que al parecer el coche bomba fue accionado por un sistema de control remoto. Según testigos, dos hombres y dos mujeres habrían movido el coche bomba hasta el lugar donde estalló. La Policía de Medellín cercó inmediatamente la zona pero no los pudo hallar. Como consecuencia del estallido, varios de los centros nocturnos del sector del Parque Lleras quedaron semidestruidos y 12 vehículos quedaron completamente calcinados.
El subjefe de la Policía Nacional colombiana, general Alfredo Salgado, dijo ayer que es posible que el atentado se trate de una represalia de los integrantes de una banda de pistoleros conocida como “La Terraza” contra los paramilitares por el reciente asesinato de su jefe. “La Terraza”, acusada de matar a líderes humanitarios y otras personalidades colombianas, es acusada de servir indistintamente a narcotraficantes, paramilitares y a las guerrillas.
Otra hipótesis apunta a los narcotraficantes. Ya a fines de los ‘80 y comienzos de los ‘90, los miembros del cartel de Medellín, que era dirigido por Pablo Escobar, habían desatado una gran campaña terrorista en rechazo a la extradición de narcotraficantes hacia Estados Unidos, que estaba comenzando. El presidente colombiano Andrés Pastrana, que asumió el cargo en 1998, ya autorizó una docena de extradiciones hacia Washington, y actualmente hay unos 35 contrabandistas de cocaína y heroína y unos 50 fugitivos cuyas extradiciones ya fueron solicitadas por las autoridades norteamericanas.
La cuestión es que Medellín y Cali están en el medio del conflicto. Medellín ya sufrió un ataque con explosivos el 10 de enero pasado, en el cual murió una persona y 50 quedaron heridas. Hace dos semanas, un comando desconocido había activado una bomba frente a un lujoso hotel de Cali, donde hubo 36 heridos. Como en todo el país, en Cali y en Medellín (la primera, ubicada a 430 kilómetros al noroeste de Bogotá, y la otra a 470 kilómetros al suroeste) operan paramilitares y guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Pero además, en ambas ciudades aún quedan partes de los carteles de Cali y Medellín, parcialmente desarticulados luego de la detención de sus líderes en la década pasada. Y para colmo, Cali y Medellín son las ciudades sede, en julio, de la primera ronda de la Copa América de fútbol.

 


 

LA ARMADA FRENTE A PINOCHET
El pasado lo condena

El comandante en jefe de la Armada chilena, almirante Jorge Arancibia, fue contundente ayer frente a la opinión pública cuando afirmó que el ex dictador Augusto Pinochet es responsable político de las violaciones a los derechos humanos perpetradas durante su gobierno. “Sería enfático y claro en decir que al general Pinochet, como a cualquier presidente del mundo, le corresponde una responsabilidad política por las cosas que suceden en su gobierno”, precisó Arancibia para el canal estatal TVN. Pero también afirmó que “una responsabilidad moral tiene que ver con el bien y el mal y la responsabilidad política tiene que ver con una razón de Estado”.
Arancibia dejará su cargo a fin de año y ha participado en la entrega de información por parte de las Fuerzas Armadas sobre los casos de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet (19731990). En el contexto de Mesa de Diálogo que patrocinó el gobierno chileno, durante seis meses los militares –bajo condición de anonimato de las fuentes– recopilaron información sobre los desaparecidos. En diciembre pasado se entregó un escabroso informe de 150 casos de víctimas de muerte desde aviones o sepultadas clandestinamente. No obstante, poco después se supo que parte de la información era falsa.

 

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