Por Hilda Cabrera
Creo mucho en la fuerza
de los grupos, tanto en el plano artístico como social e ideológico,
y en la democratización grupal. Yo no podría vivir sin el
Grupo de Teatro Libre, sostiene el director, dramaturgo y actor
Omar Pacheco, a propósito de su trayectoria y experiencia al frente
de esa compañía creada diecinueve años atrás.
Con el GTL (teatro-escuela) ha participado en importantes festivales internacionales
de teatro experimental, entre otros el Eurokaz de Zagreb (Croacia), adonde
llevó piezas de impacto como su performance de ritos, Sueños
y ceremonias, y otros de Estados Unidos, Portugal, España e Italia.
Junto a ese equipo acaba de mudar su Teatro La Otra Orilla a un nuevo
espacio (en Gral. Urquiza 124), donde hoy a las 23 estrena Cautiverio,
última creación de una trilogía del horror cuyos
títulos anteriores fueron Memoria, de 1992 (pieza con música
de Rodolfo Mederos y sexto trabajo del director con el GTL) y Cinco puertas,
de 1995 (con música de Lito Vitale). Militante de un teatro experimental
basado en la imagen y la energía corporal de los actores, Pacheco
integró en 1978 el grupo Exilio Hoy (organización interdisciplinaria
creada en el Estado de Connecticut con profesionales latinoamericanos),
realizó tareas de investigación junto a Augusto Boal en
San Pablo (Brasil) y dictó cátedra de Teatro en el Departamento
de Literatura Hispana y Portuguesa de la Universidad de Yale, en Estados
Unidos. Respecto de Cautiverio y Cinco puertas tiene acordadas giras y
presentaciones en varios festivales, entre otros el de Sydney 2002. A
estas invitaciones se suma el proyecto con la productora italiana EMAKI,
surgido luego de la participación del GTL en el Festival de Spoleto.
Se trata de Guerrieri, un megaespectáculo que se verá en
Milán, en varias ciudades de Japón y España, en Londres,
Nueva York y finalmente en Buenos Aires. Este trabajo nos permitirá
terminar de pagar lo que adeudamos por la compra de este nuevo espacio,
puntualiza Pacheco en diálogo con Página/12.
Parece que es necesario irse para crecer...
Los que organizan esos espectáculos tienen estructuras fuertes.
Pueden llevar hasta 60 actores. Nosotros somos 20 y no tuvimos problemas.
Viajar es muy importante, sobre todo porque no somos un grupo mediático,
no aparecemos en televisión, salvo en el canal cultural á.
Con Cautiverio, con el que hicimos un trabajo más abierto a otras
disciplinas la compositora Cecilia Candia nos hizo la música,
y los objetos, el artista plástico Julio Lavallén,
programamos ir a España, Italia y Alemania.
¿A qué cautiverio se refiere?
Esta es una metáfora con, por lo menos, dos lecturas. Me
retrotraigo a la época de la Inquisición para hacer, paralelamente,
un viaje donde lo personal y la experiencia de la militancia ocupan un
lugar importante. Necesitaba hablar sobre esas épocas en las que
la sociedad quebraba a su gente.
¿El tema es la delación?
No. El tema serían los insoportables métodos que utilizó
la Inquisición y su vinculación histórica con los
demás exterminios. Me interesa mostrar la forma en que una sociedad
es organizada para cambiar la mentalidad de la gente, para ejercer la
violencia e instalar el horror. Para lograr que un país calle y
sea humillado. En Memoria, mi referencia era la vida privada de un torturador.
En Cinco puertas, el ghetto de Varsovia como un símbolo de la locura
nazi, y aquí la Inquisición y el papel de la Iglesia, pero
también el cautiverio como algo internalizado. Esta sería
la historia de alguien a quien lo liberan por haber hablado,
pero que no deja de ser un cautivo. Hay un paralelo con nuestra historia
posterior a la dictadura, y una reivindicación del papel de la
mujer, de su capacidad para callar, resistir y permanecer en la lucha.
Dos intérpretes de nuestro grupo son hijos de desaparecidos, y
me interesa relacionar lo que hacen hoy ellos con la experiencia de sus
padres. Esto me llevó a introducir objetos en la escena, elementos
que se desplazan y toman la forma de habitáculos, de casas móviles.
Eso, creo, le da distancia y profundidad a la obra.
¿Fueron aportes tomados de la realidad?
No, mi teatro es sugerido. No se basa en enunciados. Pero es cierto
que hay en él obsesiones personales, miedos que me llevaron a irme
en 24 horas a Estados Unidos con mi familia. Si hay una crítica
en la obra, ésta no va dirigida al militante sino a los conductores
que lo abandonaron. Cuando me fui de la Argentina estaba en un grupo cultural
ligado a una organización de izquierda. ¿Qué me esperaba?
Tomé conciencia de que debía irme y me fui.
Hace diez años que estrenó su primera obra sobre el
horror (Memoria). ¿Habrá otra más, después
de Cautiverio?
No. Esta es una etapa cumplida. Ahora quisiera reivindicar otras
cosas relacionadas con el placer de sentirse vivo. La traición
es hoy algo diferente, pero muchos no se dan cuenta de que sigue existiendo,
porque les han cambiado la cabeza. Por eso creo en las asociaciones grupales
que resisten. Yo busco referencias en mi grupo. Sé que tenemos
que cuidarnos y consolidarnos frente a los abusos, sobre todo ahora que
se multiplican los oportunistas, que hasta los más reaccionarios
hablan horrorizados de los genocidios y las dictaduras.
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