Por Julio Nudler
Si la Argentina consiguiera
aumentar sus exportaciones, y el ritmo al que éstas crecen, en
un 30 por ciento, el riesgo país bajaría un 20 por ciento,
vale decir unos 200 puntos básicos. Esto ocurriría porque,
con ventas externas mayores y en acelerada expansión, la deuda
resultaría menos difícil de pagar. Aquellos números
surgen de un trabajo aún inédito de los economistas Julio
Nogués y Martín Grandes, citado por Gabriel Sánchez,
de Ieral, el instituto de estudios de Fundación Mediterránea.
El mencionado economista, hijo de Carlos Sánchez, actual secretario
de Industria, plantea sin rodeos que la Argentina necesita avanzar
en nuevos acuerdos bilaterales de libre comercio, ya sea junto a Brasil
o en forma independiente. Dice textualmente que si (Brasil)
siguiera mostrándose reticente, deberíamos avanzar por nuestra
cuenta, y proclama que el cielo puede esperar, pero nosotros
no. Además, ve como limitadas las posibilidades
de seguir expandiendo el comercio dentro del Mercosur. Su documento confirma
las reservas con que Domingo Cavallo y su equipo contemplan a los brasileños,
y la decisión de desarrollar una estrategia independiente, con
los ojos puestos tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos.
Según cree Gabriel Sánchez, la apertura de mercados
preferenciales a través de nuevas áreas de libre comercio
(ALC) bilaterales del Mercosur o de la Argentina, con el Nafta (Canadá,
Estados Unidos y México), la Unión Europea (Los 15) o con
ambos, generaría un gran atractivo para invertir en la Argentina.
Aunque indica que esta estrategia no excluye profundizar la apertura dentro
del Mercosur, pero no ve este mercado como pujante. Para empeorar las
cosas, la inestabilidad macroeconómica en el área generaría
una gran incertidumbre, que desalienta inversiones orientadas a explotar
el mercado regional, por lo que es imprescindible según Sánchez
abrir otros mercados mediante la negociación de nuevas ALC.
Este investigador de la Mediterránea señala que la
Argentina no ofrece hoy demasiados atractivos a los inversores externos
en comparación con otros mercados emergentes. No tiene los
bajos costos ni la proximidad con la Unión Europea que distinguen
al antiguo bloque comunista. Tampoco está, como México,
junto a EE.UU. y Canadá, ni ostenta la estabilidad macroeconómica
chilena. La Argentina, de acuerdo a Sánchez, tiene limitadas
posibilidades de atraer inversiones por medio de privatizaciones o desregulaciones,
además de padecer una excesiva captación de crédito
por parte del fisco.
Mediante un ejercicio de simulación, Sánchez llega a dos
conclusiones. Una es que la integración con la Unión Europea
proporcionará beneficios claramente superiores a los esperables
de un acuerdo con el Nafta. La segunda es que a Brasil le irá mejor
que a la Argentina porque el vecino, gracias a su ventaja en cultivos
tropicales y en procesos intensivos en mano de obra, tiene mayor complementariedad
productiva con los dos grandes bloques del Norte. Aun así, los
réditos que calcula para la Argentina serían considerables.
En cuanto al valor de las exportaciones con esos destinos, éste
aumentaría un 94,6 por ciento en el caso del Nafta y un 228,6 por
ciento si se formara un ALC con los europeos, lo cual licuaría
la deuda, provocando un derrumbe en el riesgo país. Los términos
del intercambio (relación entre el precio medio de las exportaciones
y el de las importaciones) mejorarían 1,7 y 25,7 por ciento, respectivamente,
mientras que el PBI real se expandiría 0,2 y 1,3 por ciento. Aparentemente,
Sánchez confía en que norteamericanos y europeos estarán
dispuestos a desoír a sus lobbies internos y a abrir sus gigantescos
mercados a la producción templada argentina, que así atraerá
cuantiosas inversiones y se expandirá vigorosamente. Otros analistas
de la cuestión son más escépticos, aunque no niegan
que valdría la pena intentarlo. Atajándose ante estas posibles
objeciones, Sánchez también calcula los beneficios que obtendría
la Argentina en el caso de que consiguiera concesiones agropecuarias y
agroindustriales sólo parciales y manufactureras plenas, lo que
para él podría ser el costo a pagar por negociar solos,
perdiendo así parte del poder de regateo que tendría el
país yendo en bloque. Aun así, las exportaciones se estirarían
en valor 84,2 (ALC con Nafta) y 127,1 por ciento (UE); ingresarían
capitales por 5739 millones (Nafta) y 9581 millones (UE), con una expansión
del PBI de 0,89 (Nafta) y 1,69 por ciento (UE).
Como el comercio es una ruta de doble mano, la conformación de
cada ALC exigiría también concesiones por parte de la Argentina.
Pero sostener, como algunos, que nosotros entregaremos todo y no
obtendremos nada a cambio es claramente falaz, según Sánchez,
quien cree en la posibilidad de acuerdos mutuamente beneficiosos en
la medida en que nuestros negociadores estén correctamente preparados
e informados acerca de los costos y beneficios de las distintas preferencias
bilaterales negociadas. En un mensaje aparentemente dirigido a Horacio
Chighizola (Relaciones Económicas Internacionales) y Débora
Giorgi (Comercio Exterior), Sánchez afirma que urge analizar posibles
escenarios de negociación.
CUANDO
LA RECAUDACION SEA OTRO NEGOCIO PRIVADO
Querido, te llaman de la DGI
Por J. N.
Tan pronto logró Domingo
Cavallo la transferencia de la AFIP a sus dominios, quitándosela
a Chrystian Colombo, jefe de Gabinete, se aceleraron los preparativos
de varias firmas para alzarse con el eventual negocio de ayudarle al Estado
a recaudar. Entre esas empresas de servicios, todas de capitales extranjeros,
figuran la estadounidense EDS, Transtool, la inglesa RMA (Revenue Management
Associates), Itron-Siemens, Prosecob, la hispana Serve, la británica
Inspection & Control Services, y la brasileña Companhia Brasileira
de Serviços.
En esos ambientes no hay piedad para calificar la performance de Impositiva
y de Aduana. Allí pueden oírse cosas tales como que las
tan publicitadas cajas negras que debieron instalar los comercios no lograron
aminorar la evasión porque la mayoría de los comerciantes
declaran valores que no coinciden con los registrados en las máquinas.
La razón es sencilla: la DGI no coteja los datos.
También aseguran que el temible canal rojo aduanero funciona, en
la práctica, como un mecanismo de legitimación de fraudes.
Quien pasa su contenedor por ese canal ya puede quedarse tranquilo porque
nadie lo someterá a una contraverificación. Con la admisión
temporaria los controles tampoco funcionarían. Bajo este régimen
especial ingresan mercancías por no menos de 1500 millones de dólares
anuales, pero no se constata efectivamente que lo importado se reexporte.
En cuanto a las garantías que debe constituir el importador, suelen
ser inválidas. Si alguien se acuerda de intentar ejecutarlas, será
cuando estén vencidas.
La reciente decisión oficial de establecer una larga lista de precios
de referencia para combatir la subfacturación aduanera sólo
mereció sarcasmos entre los privados. Uno explicó: Un
zapato de cuero tiene, en el nomenclador arancelario, una única
posición. Pero, dependiendo de la calidad, el origen y el diseño,
los zapatos de cuero pueden tener valores tremendamente diferentes. ¿Cómo
fijarles un precio de referencia?
También dicen que las intimaciones de Impositiva no sirven, porque
cuando alguien recibe una sabe que eso pudo suceder porque el organismo
envió miles, y que luego no tendrá manera de hacerles el
seguimiento. Recomiendan el método del municipio paulista, donde
al moroso o evasor le telefonean de noche a su casa para reclamarle el
pago. Pero, claro, ese sobresalto se lo prodiga un agente privado.
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