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NADIE AFLOJA EN MEDIO ORIENTE Y EN OCCIDENTE SOLO SE CONDENA
La guerra, pasión de multitudes

Cuatro muertos y 53 heridos fue el saldo ayer de una nueva jornada del �ciclo de violencia� entre israelíes y palestinos, un eufemismo para designar lo que ya parece una guerra declarada.

Un soldado israelí apunta su arma contra manifestantes palestinos en Hebrón, Cisjordania.

Siempre hubo una cierta esperanza de que, si la Intifada se ponía lo suficientemente sangrienta, la comunidad internacional no podría sino intervenir. La sangre ya está: el viernes un atentado en Israel y la réplica con cazabombarderos dejaron 15 muertos y más de 200 heridos; ayer las cifras descendieron, pero todavía eran pavorosas: cuatro muertos y 53 heridos. La reacción desde el exterior, sin embargo, no fue muy constructiva. Los países de la Liga Arabe anunciaron que romperían sus relaciones con Israel y crearon, nuevamente, un “fondo para la Intifada”. Estados Unidos y los países europeos, los únicos actores con influencia en ambos bandos, se limitaron a exigir “un fin incondicional a la violencia”, sin precisar qué harían para lograrlo. El problema es que el “ciclo de violencia” es, como su nombre lo indica, algo en que participan palestinos e israelíes. Sancionar a uno legitimaría la intransigencia del otro. Ayer, por ejemplo, Israel efectuó nuevos ataques aéreos contra territorios palestinos. Pero, al mismo tiempo, el líder de Hamas prometía nuevos atentados contra civiles israelíes. Ante la indecisión de los de afuera sobre a quién sancionar, los de adentro se sancionan mutuamente.
Ayer los que sufrieron más fueron los palestinos. El funeral de los 11 policías muertos el día anterior por los bombardeos israelíes atrajo, previsiblemente, una manifestación multitudinaria, que después sufrió, previsiblemente, bajas multitudinarias. Luego del entierro, choques con una posición israelí dejaron a un joven de 20 años muertos y más de 10 heridos. Una protesta similar en Kalandia, al norte de Jerusalén, sufrió 16 heridos antes de dispersarse. Pero ayer la mayoría de las víctimas palestinas cayeron durante los ataques aéreos israelíes contra cuarteles de las fuerzas de seguridad de Arafat. Los bombardeos se efectuaron en las ciudades cisjordanas de Tulkarem y Jenin y dejaron un muerto y más de 30 heridos. Igual, estas cifras eran relativamente modestas –considerando que ataques similares el viernes causaron 12 muertos y 100 heridos– e indicarían que los palestinos se cuidan de mantenerse alejados de cualquier edificio oficial de la Autoridad Palestina. De su lado, los israelíes no sufrieron víctimas ayer, pero no por falta de esfuerzo desde los grupos integristas palestinos. Según la radio estatal, en la madrugada la policía logró desactivar una poderosa bomba colocada en Jerusalén. Y 35 de los 70 israelíes heridos por el atentado suicida en Netanya siguen todavía internados.
Estas masacres potenciales y realizadas no hacen que palestinos e israelíes abandonen horrorizados la vía armada, sino que los impulsa a encontrar métodos más eficaces de avanzar por ella. Ayer sus proyectos se centraban en la comunidad internacional. Yasser Arafat consiguió el apoyo de la Liga Arabe, incluyendo países usualmente cercanos a Israel como Egipto y Jordania. Fuera del mundo árabe, Rusia y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, condenaron los ataques israelíes como “excesivos”. Arafat se vio alentado así a proclamar que “no cedernos nada ante el terrorismo israelí”. En Israel, el ministro de Defensa Benjamin Ben Eliezer aseguró por teléfono a su
colega norteamericano, Donald Rumsfeld, que “Arafat apoya y favorece el terrorismo de todos los organismos palestinos, y pedimos que Estados Unidos utilice su influencia para convencerlo de terminar la violencia y volver a la mesa de negociaciones”.
Pero esa “influencia” norteamericana parecería estar menguando, no obstante las supuestas simpatías pro-árabes de los amigos petroleros de George W. Bush. El ministro de Información palestino, Yasser Abed Rabbo, denunció ayer que Washington “es el verdadero responsable por los ataques aéreos, de los que había sido avisado y dio la luz verde”. Y fuentes diplomáticas afirman que Powell, durante una conversación telefónica con el premier israelí Ariel Sharon, habría asegurado que sus planes para reunirse con Arafat estaban “congelados”. Pero si Estados Unidos es proisraelí, la Unión Europea (UE), su tradicional contrapeso, no se definió de manera muy distinta. En realidad, sus declaraciones eran literalmente intercambiables. “Hay que acabar inmediatamente y sin condiciones previas con todas las formas de violencia” dijo el canciller francés Hubert Vedrine; “la violencia debe cesar de inmediato y sin condiciones”, había dicho el secretario de Estado Powell. Y las propuestas de imponer sanciones comerciales contra Israel, mencionadas varias veces hace un mes, ya no se escuchan en absoluto.
Mientras tanto, israelíes y palestinos planeaban nuevas formas de castigarse. “Responderemos muy rápido y la sangre de nuestros mártires no será derramada en vano”, aseguró el Jamal Sabin, portavoz de la agrupación HAMAS, el autor del atentado del viernes en Netanya. Y los israelíes ya parecen haber incorporado los ataques con F-16 a su repertorio de represalias por estos atentados. Describir a todo esto como un “ciclo de violencia” ya no parece ser más que una manera eufemística de referirse a una guerra.

 

Claves

La violencia en Medio Oriente prosiguió ayer luego de los 12 muertos y 200 heridos que dejaron el atentado suicida en Israel y los bombardeos en represalia del día anterior. En total hubo cuatro palestinos muertos y 53 heridos en choques con tropas israelíes o los nuevos bombardeos contra cuarteles de las fuerzas de Yasser Arafat. En Israel no hubo más víctimas, pero se desactivó una bomba colocada en un barrio comercial de Jerusalén. El grupo HAMAS, autor del atentado del viernes, prometió que pronto habría más.
La reacción desde la comunidad internacional fue demasiado general como para ser efectiva. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea, más allá de su apoyo relativos a uno u otro bando, se limitaron a exigir “un fin inmediato e incondicional de la violencia”. Pero Arafat se congratuló por el boicot diplomático que los países de la Liga Arabe anunciaron contra Israel.

 

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