Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


INCERTIDUMBRE EN LAS PRESIDENCIALES PERUANAS
A la caza del voto perdido

El voto en blanco y nulo se mantiene sobre el 30 por ciento. Aquí, un análisis de por qué Alejandro Toledo y Alan García, que ayer debatieron por televisión, no logran captar votos.

Alejandro Toledo (izq., 35 por ciento en las encuestas) y Alan García (25 por ciento) debatieron ayer.

Por Carlos Noriega
Desde Lima

A dos semanas de la segunda vuelta electoral entre el economista Alejandro Toledo (55) y el ex presidente Alan García (51), ninguno de los dos parece capaz de ampliar significativamente su base de apoyo atrayendo a aquellos electores que no los respaldaron en la primera vuelta. Hay una preocupante sensación de rechazo a ambos personajes. La derecha derrotada en la primera vuelta y los remanentes del fujimorismo y del montesinismo buscan medrar en la indecisión y descontento de un importante sector del electorado y alientan, en algunos casos abiertamente y en otros solapadamente, ese voto en blanco. Unos esperan ganar con el voto en blanco lo que no pudieron obtener en respaldo a sus candidatos en la primera vuelta, y los otros desprestigiar la transición democrática y debilitar lo más posible al próximo gobierno.
Según la Constitución peruana, el único efecto práctico del voto en blanco se daría en caso de llegue al 66 por ciento, situación en la cual se anularían las elecciones y todo comenzaría de nuevo. Pero hasta los más entusiastas promotores del voto en blanco coinciden en que alcanzar esa cifra es imposible. Según una encuestas de Datum, un 31 por ciento de los electores no piensa votar ni por Toledo ni por García. Históricamente, el voto en blanco ha fluctuado entre el 10 y el 15 por ciento.
En opinión de Carlos Reyna, investigador del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (DESCO), el crecimiento del voto en blanco se explica por diversas razones: “Los elementos cuestionables en la imagen de ambos candidatos; la abstención política de los líderes de la derecha, que pretende especular con el voto en blanco, el que alientan porque no tiene una propuesta programática y por una amargura por el fracaso que tuvieron en la primera vuelta”. El analista político Santiago Pedraglio coincide con el análisis: “El voto en blanco se nutre de varias vertientes, que van desde un descontento y escepticismo radical, hasta el voto de derecha y fujimorista”. Juan Abugatás, director de investigación electoral de la Universidad de Lima, cree que Toledo y García han contribuido al crecimiento del voto en blanco “porque no han desarrollado una campaña destinada a captar al electorado que votó por Lourdes Flores (24 por ciento) y por Fernando Olivera (10 por ciento) y porque se han dedicado más a la guerra sucia que a la presentación de sus programas”.
Los tres coinciden en que electoralmente García es el más perjudicado con el incremento del voto en blanco. “El voto en blanco le permite a Toledo mantener la ventaja que tiene”, señala Abugatás. Reyna afirma que en ese déficit de imagen de ambos candidatos, García lleva la peor parte: “En el caso de García el cuestionamiento es más notorio debido a su trayectoria pública muy criticable y a una gestión de gobierno fracasada. En el caso de Toledo, los cuestionamientos son por las ambigüedades en su discurso y por aspectos poco claros de su vida personal”. ¿Qué deberían hacer Toledo y García para captar a su favor el voto blanco? “Lo que tendría García es ponerse a disposición de la justicia en los temas que tiene pendientes en materia de corrupción y violaciones a los derechos humanos y no hacer uso abusivo de la figura de la prescripción de los cargos en su contra (algo que el ex presidente ha descartado tajantemente). En el caso de Toledo, debería trabajar mejor sus propuestas y precisarlas más, tendría que darle mayor protagonismo a su equipo de gobierno, porque por ese lado tiene un activo, y tendría que dejar de adular tanto a los empresarios y a los gringos”, responde Reyna. En opinión de Abugatás, ambos candidatos “deberán ingresar en una campaña más propositiva, más madura, de mayor convocatoria. Si no hacen eso, el voto en blanco será muy alto”. En la misma línea, Pedraglio señala que Toledo y García “deberán presentar fórmulas de coalición para ganar parte de ese voto en blanco”.
El principal temor con el crecimiento del voto en blanco es la posibilidad de un debilitamiento de la transición democrática. Sin embargo, Carlos Reyna cree que el efecto del voto en blanco “puede ser positivo, porque va a ser una luz ámbar para quien salga elegido y eso puede fortalecer la democracia”.

 

OPINION
Por Pablo Rodríguez

El Perú anarquista

Los experimentos de gobiernos anarquistas nunca tuvieron demasiado éxito en la historia, salvo algún caso aislado y efímero durante la Guerra Civil española. No podría sino sorprender que, en una democracia formal a la occidental –y no en un período revolucionario– y en un tiempo histórico no demasiado proclive a cambios sociales explosivos, Perú se haya lanzado justamente a una experiencia anarquista.
Faltando escasos 15 días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales peruanas, “Nadie” está peleando el primer puesto con el candidato que derrotó al tirano Fujimori, Alejandro Toledo. Según la última encuesta conocida, Toledo obtiene el 35 por ciento, los votos nulos o en blanco el 32 y el ex presidente Alan García el 20. “Nadie nos representa, votemos a nadie”, es el grito del pueblo peruano.
Es cierto que el proceso está animado por el periodista Jaime Bayly y el ex asesor de Toledo, Alvaro Vargas Llosa (hijo del ilustre Mario), que están proponiendo el voto en blanco como forma de castigar a los dos candidatos. Pero la tendencia a votar en blanco se perfiló mucho antes de que estos “ideólogos” se pusieran a hacer campaña por principios tan dudosos como la custodia de la integridad moral de un candidato (Toledo).
Es cierto, también, que habrá innumerables recursos para evitar el agujero negro de la anomia: encuestas que digan que el voto en blanco “baja”, debates entre candidatos como el de ayer que los haga aparecer como dos visiones contrapuestas de país sobre las que hay que optar y, sobre todo en estos tiempos, multitud de analistas que predecirán catástrofes sobre la economía peruana en caso del triunfo de “Nadie”: que el riesgo país, que el humor de los mercados, que el alejamiento de las inversiones y acercamiento del fin del Perú.
Seguramente esos recursos funcionarán, pero sus bases son falaces. Veamos, por ejemplo, la económica. En realidad, lo que pasaría si ganara “Nadie” es que los inversores, al ver que ninguna entidad estatal plantea oposición alguna a sus designios (en todo caso, esa oposición no es ideológica ni burocrática, sino que simplemente hace falta largar unos billetes más para que la inversión siga su curso), correrán a poner sus fondos en un país que asume gozosamente su condición de paria del capitalismo. En cambio, si “ganan” Toledo o García, con un alto porcentaje de votos en blanco, serán gobernantes ilegítimos. Y esa, no otra, es la fuente de la sacrosanta inestabilidad.

 

PRINCIPAL