Por
Pablo Rodríguez
Los
talibanes siguen superando el record en tolerancia y pluralidad de ideas.
Primero fue la extraña interpretación de la sharia (ley
islámica), según la cual los derechos de las mujeres están
reducidos a la nada. Hasta ahí, cualquier relativista extremo podría
haber argumentado algo acerca de la diferencia de las culturas, que lo
de los derechos de las mujeres es una cuestión occidental, etc.
Pero después fueron las estatuas de Buda, las más grandes
del mundo, destruidas por la artillería talibana por no responder
a la fe islámica. Y ahora, lo mejor (lo peor): el régimen
talibán, que controla el 90 por ciento del territorio de Afganistán,
está preparando una ley que obligue a todas las personas no musulmanas
a llevar distintivos en la ropa para identificarlos entre sus compatriotas.
Se impone la comparación con las estrellas de David amarillas que
el régimen nazi obligaba portar a los judíos a la altura
del pecho. Y no sólo se impone porque la medida talibán
sería muy semejante, sino porque ya se había tomado una
bastante similar. Hace varios años que los talibanes decidieron
que la minoría hindú en Afganistán llevara vestimentas
amarillas como distintivo de su condición en la ciudad de Kandahar,
la base del régimen. Por eso, no extraña que hayan sido
el gobierno y los medios de comunicación indios, país en
el que la religión hindú es mayoritaria, quienes amplificaron
el tema. Los medios compararon a los talibanes con los nazis, mientras
un portavoz de la Cancillería india decía que rechazamos
una ley de este tipo, porque discrimina a las minorías.
El ministro talibán de Promoción de las Virtudes y Supresión
del Vicio, Maulvi Mohammad Wali, dijo a la agencia Prensa Islámica
Afgana (AIP), con sede en Pakistán, que el gobierno dirigido por
el mullah Mohamed Omar envió la propuesta de ley a un Consejo de
Sabios islámicos para que emitan una fatwa (edicto religioso).
Wali explicó que, según este proyecto de ley,
las minorías no tienen derecho a celebrar al aire libre sus actos
religiosos. Según algunos medios indios, el proyecto que discriminaba
en principio a la minorías hindú implicaba que colocaran
una bandera amarilla en sus casas y prohibía que un musulmán
y un hindú pudieran vivir bajo el mismo techo.
Un representante talibán en Nueva Delhi, Mohamed Shaheen, se manifestó
sorprendido por la reacción de los medios indios a la noticia y
negó que existiera la medida que en el propio Afganistán
fue confirmada. Incluso entrando al terreno de las especulaciones y suponiendo
que la información sea falsa, su verosimilitud es incontestable.
Hace sólo dos meses, los talibanes destruyeron las famosas estatuas
de Buda en la ciudad de Bamiyán, en el centro de Afganistán,
al considerar que eran antiislámicas. Esto también
tuvo lugar a raíz de una fatwa emitida por el Consejo de Sabios.
En aquella oportunidad, no funcionó la presión de la ONU,
el gobierno indio y hasta de directores de museos que, como el de Metropolitano
de Nueva York, habían ofrecido una gran cantidad de dinero para
que estas estatuas fueran sacadas intactas de Afganistán.
Más allá de la repercusión más evidente (la
de un ataque a las minorías similar al del nazismo) sobre este
nuevo éxito del régimen talibán, lo cierto es que
la discriminación de los hindúes en particular puede acarrear
un conflicto más amplio en la región de Asia Central y el
subcontinente indio. El régimen talibán tiene el apoyo,
bajo la forma del reconocimiento de su gobierno, de Arabia Saudita y de
Pakistán. India y Pakistán mantienen una disputa que ya
originó dos guerras en 50 años y una carrera nuclear hace
años. A su vez, representan intereses geopolíticos contrapuestos
un Pakistán cada vez más amistoso con China (rival estratégico
de India), mientras India va realineándose con Estados Unidos.
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