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�Me hubiese hecho más feliz haber sido como Marlo Brando�

Woody Allen sorprendió al mundillo del cine al aceptar hablar en público sobre su vida, en una actividad del Festival de Nueva York.

Aun cuando se trata de una celebridad para muchos y objeto de admiración para otros, Woody Allen sabe que seduce a partir de sus debilidades. Por eso, acaba de subrayar su certeza de que la vida de otros artistas es “mucho más colorida y excitante” que la suya, una afirmación que, pese a la sinceridad, supone también un código de complicidad con su público, habituado a su rol de antihéroe. En una de sus muy excepcionales charlas en público, el cineasta neoyorquino aseguró: “Me hubiese hecho feliz ser como Marlon Brando. O como Louis Armstrong, Bud Powell o Sugar Ray Robinson”.
Allen, que suele ser muy tímido con el público, sorprendió el pasado fin de semana al hablar en el New Yorker Festival ante unos 600 espectadores, entre los que se encontraban el escritor Salman Rushdie y el actor Steve Martin. Ante un auditorio que escuchaba en silencio las anécdotas del director de Disparos sobre Broadway, se escucharon frases como: “No soy un intelectual”. El actor aclaró después: “Desde luego no paso todo el tiempo retirado en mi habitación con lecturas danesas”. Allen desmitificó su propia leyenda agregando que, en realidad, no le gusta mucho leer, aunque cuando era adolescente consumía literatura seria: “Me quedó claro que si me instruía intelectualmente tendría mejores posibilidades con las mujeres”. Woody ya no es un adolescente, sino un hombre que pasó los 60. Su rutina actual, más que encontrarlo sumergido en actividades culturales, en muestras de artistas plásticos de vanguardia o en avant-premiéres de jóvenes directores, está relacionada con una realidad diferente: “Ahora son muchas más las veces en que me siento con una cerveza en la mano para ver un partido de básquet”.
En cuanto a sus películas, en una entrevista publicada ayer por el New York Times, Allen dijo que sólo las rodó para poder mantener controladas sus peores depresiones, que no hay nada de arte, sino sencillamente terapia ocupacional. “A mí las películas me dan igual. No hay problema alguno si cuando me muero acaban en la taza del water”, agregó, con su habitual acidez. De todos modos, se manifestó apenado de que no se lleven tantos dramas a la gran pantalla, que a su entender está superpoblada de comedias ligeras. “Las comedias ya no satisfacen tanto como los trabajos dramáticos”, aseguró.
Allen, que en sus 35 años de trayectoria filmó 34 películas, presentará en agosto su nueva producción, The Curse of the Jade Scorpion”. Para entonces, dice, estará más precavido respecto del cuidado de sus finanzas. Hace dos semanas demandó a su ex socia, su buena amiga Jean Doumanian. Según su versión, Doumanian lo estafó con las ganancias que habrían reportado sus últimos ocho films, en una cifra varias veces millonaria. El escándalo ganó rápidamente centimetraje en los periódicos de los Estados Unidos, y casi todos dieron cuenta de la escasa habilidad que ha evidenciado históricamente el cineasta para controlar y administrar sus finanzas. De cualquier modo, sus descalabros financieros nunca alcanzarán la dimensión de su controversial vida afectiva. Cabe recordar que su larga relación con la actriz Mia Farrow finalizó muy mal a principios de los 90, cuando la actriz descubrió que Allen mantenía una relación sentimental con Soon-Yi Previn, la hija adoptiva de ambos. Farrow le entabló juicio y le prohibió todo contacto con los otros hijos que tuvieron estando en pareja. Entre tanto, Allen y Previn se casaron y adoptaron un niño.

 

 

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