Por
Fabián Lebenglik
La
décima edición de la Feria de Galerías de Buenos
Aires que se inauguró el jueves pasado y termina pasado mañana
a las 22, es un buen paseo para ver casi todas las tendencias del arte
actual. Lo que abunda es la tradición: pintura, escultura, dibujo
y grabado. Hay algo de fotografía y muy poco de video e instalaciones.
En este sentido a la muy buena y variadísima pintura que se puede
ver en la feria debería sumársele, en próximas ediciones,
más riesgo y una mayor presencia de lenguajes plásticos,
para que el mercado de cuenta de toda la amplitud creativa de los artistas
contemporáneos, cada vez menos encasillados en un solo género
o técnica. Mientras que en otros países las ferias, las
galerías y el mercado auscultan inmediatamente el pulso creativo,
en la Argentina ese proceso es de digestión lenta, en parte por
lo profundo de la crisis, en parte por el tímido crecimiento del
mercado de arte contemporáneo y en parte por la falta de hábito
del público argentino. Los extranjeros que había en la feria
compran obra deprejuiciadamente y sin dar vueltas.
La mayor cantidad de galerías deberían concentrarse en el
siglo XX y el XXI, dejando atrás el XIX, dado que es una feria
de arte contemporáneo.
Los espacios más audaces en su propuesta saltan a la vista: Dabba
Torrejón una muy buena galería que comenzó
a funcionar el año pasado, con obra de Fabián Burgos,
Manuel Esnoz, Lucio Dorr, Daniel Joglar y Juan Mathé. Del mismo
modo que sucedió el año pasado, el stand de Luisa Pedrouzo
que en agosto abrirá un espacio al público en Arenales
y Esmeralda es otro de los que se destacan por su audacia y calidad,
con obras de los brasileños Leda Catunda y Sergio Romagnolo y de
los argentinos Mónica van Asperen, Cristina Schiavi y Hugo Vidal.
El espacio de Arturo Carvajal, que el año pasado abrió una
galería (C/C) de sesgo neoyorquino en Buenos Aires,
es otro de los que se destaca por el riesgo y la variedad internacionalista,
con obras del norteamericano Matthew McCaslin y el chileno Carlos Montes
de Oca, entre otros.
El Espacio abierto cedido por Arte Ba a un grupo de nuevos
espacios surgidos en estos últimos años en Buenos Aires
Gara, Belleza y Felicidad, Duplus, Florencia Braga Menéndez
y Sonoridad Amarilla y en Rosario Bis, con la curaduría
de Jorge López Anaya, también se destaca por la libertad
y calidad de propuestas. El Espacio abierto está notoriamente
presidido por el enorme y divertido monumento del artista tucumano Sandro
Pereira, Homenaje al sánguche de milanesa de tres metros
y medio de alto (presentado por Duplus), que fue vendido de inmediato,
el primer día.
Las galerías brasileñas Luisa Strina y Thomas Cohn también
presentan muy buenos trabajos, aunque hay demasiada mezcla. La calidad
de las obras exhibidas no impide pedirles que precisen más el aspecto
curatorial. Luisa Strina exhibe obra de Antonio Dias, Tunga, Cildo Meireles,
Caetano de Almeida, Edgard de Souza y otros. Thomas Cohn, por su parte,
muestra obras de Donald Beachler, Daniel Scheimberg, Julián Trigo,
Raquel Garbelotti y Walter Goldfarb, entre otros.
Otros espacios internacionales que se destacan por diversos motivos, son
las galerías Yvonamor Palix (México-París), con obra
de Ruth Gurvich, Alicia Paz y Víctor Rodríguez, entre otros;
Gari Nader (EE.UU.), con los artistas cubanos Manuel Mendive y Carlos
Quintana y los argentinos Guillermo Conte y Nicolás Leiva, entre
otros. También se puede incluir en la lista la galería Mexicana
Enrique Guerrero (con obras de Julio Galán, Víctor Rodríguez
y Olga Adelantado); La Acacia
(Cuba), con obra de Pepe Franco, Douglas Pérez y Rubén Alpizar;
Estampa (España), con buen pintura de Ramiro Fernández Saus,
Luis Mayo y Cuasante; Adriana Schmidt (Alemania), con trabajos de Pedro
Castrortega, Faustino Aizkobe, Juan Fontcuberta y otros. Finalmente, las
galerías argentinas con propuesta coherente, variada y apostando
por buenos artistas están Ruth Benzacar (Pombo, Ballesteros, Benedit,
Berni, Di Girolamo, Norberto Gómez, Grippo, Iommi, Kacero, Macchi,
Pombo, Porter y Siquier, todos muy buenos pero son demasiados); Jorge
Mara (Buenos Aires), con trabajos de Alfredo Hlito, Rosa Mercedes González,
Adolfo Estrada y Simón Edmonson; Del Infinito (Lozza, María
Causa, Analía Zalazar); Cecilia Caballero ( Santiago García
Sáenz, Félix Rodríguez y otros); Fundación
Alberto Elía-Mario Robirosa (Diego Perrota); Fundación Klemm
(con obras de Juan José Cambre, Remo Bianchedi, Wendel, Torretta
y otros); Isabel Anchorena (Eduardo Hoffmann, Roberto Elía, Osvaldo
Monzo, Inés Vega y otros, exhibidas apretadamente); Vía
Margutta (Córdoba), con obras de Raúl Díaz y Anahí
Roitman; Van Riel y Ro Arte, que se jugaron, respectivamente, por las
obras de Nicolás Rubió y Carlos Alonso; y la galería
Van Eyck, con consagrados como Aizenberg, Lozza, Le Parc, Magariños
y otros.
El stand de Daniel Maman es impactante por el despliegue visual y su dedicación,
como Van Eyck, sólo a los consagrados (Badii, Bonevardi, de la
Vega, Iommi, Macció, Prilidiano Pueyrredón y Seone). La
espectacularidad de la exhibición está pensada como una
puesta en escena teatral, pero cabe preguntarse si el galerista pretende
hacer un asadito con los cuadros, por la potencia notoria con que se los
ilumina. No parece lo más recomendable exponerlos a esa intensidad
luminosa, porque se borran y aplastan los matices, se enfatizan
exageradamente las sutilezas de la materia pictórica, y se exageran
también los contrastes y relieves. Pero además esa intensidad
está fuera de toda recomendación. Cualquier profesional
formado en los estándares internacionales de exhibición,
ante tal potencia de luz enfocada agresivamente sobre las obras del stand
de Maman, en vez de exponer telas se expondría a sí mismo
con bronceador y anteojos de sol.
El Espacio de Escultura, curado por Nelly Perazzo, que con pequeñas
variaciones presenta casi siempre a los mismos artistas (compárese
el listado de las anteriores nueve ediciones), ya está tan burocratizado
que parece ser siempre el mismo. Son todos buenos o muy buenos escultores,
pero al haberse transformado en una repetición anual, no resulta
un espacio con propuesta. ¿No hay nuevos escultores en diez años?
¿no hay nuevos curadores? ¿no hay otras formas de concebir
la escultura? Resulta incomprensible y profundamente aburrida esta reiteración
y el sostenimiento de un staff de escultores recurrente. Hay tres soluciones
posibles: 1) Cambiar cada año de curador. 2) Continuar del mismo
modo previa entrega de cinco diplomas vitalicios para el espacio y su
curadora por la duración, la perseverancia, la insistencia, la
pertinacia y la permanencia. 3) Ampliar el espacio de bar y colocar un
cartelito que diga Espacio de esculturas: ídem anteriores,
S.E.U.O..
Entre los varios puntos a destacar de los primeros días de la feria
se cuenta la decisión de la Secretaría de Cultura del Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires, que destinó 30.000 pesos para la
compra de arte joven para ser incorporado al patrimonio artístico
de Buenos Aires.
Siguiendo con los apoyos al arte local, el primer cuadro vendido fue uno
de Marcelo Pombo (Ruth Benzacar), comprado en el marco del Premio Chandon
que la bodega instituyó con el fin de donarlo a un museo del país.
En este caso el museo elegido fue el Juan B. Castagnino de Rosario. Se
invitó a su director, Fernando Farina y a la periodista especializada
Alicia de Arteaga, para elegir una obra entre todas las exhibidas en la
Feria. La elección recayó en Rectángulo de
lluvia, un esmalte sobre madera de 70 x 100 cms, de Pombo, que se
convirtió en la primera pieza vendida, incluso antes de la inauguración.
Finalmente, a un año de la muerte de la galerista Ruth Benzacar,
durante la anterior edición de la feria, el domingo a las 18,30
se rindió un homenaje a su trayectoria y personalidad en el espacio
que ocupa sugalería, que desde hace un año dirige, en la
misma línea que su madre, Orly Benzacar.
(Hoy, mañana y el jueves, de 12 a 22, en la Rural, Pabellón
A, Avenida Sarmiento 2704, Plaza Italia. Entrada general:
$ 6; estudiantes y jubilados: $ 3; menores de 12 años: gratis.)
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