Por Felipe Yapur
La comisión investigadora
abrió las ocho cajas con documentación sobre lavado de dinero
enviadas por el Senado norteamericano. Los diputados encontraron miles
de fojas prolijamente ordenadas y con sus índices respectivos,
detallando las operaciones de las cuentas que los bancos de Raúl
Moneta (el República, el Federal y American Exchange) realizaron
a través del Citibank de Nueva York. Por cierto, hubo una cantidad
abrumadora de datos imposibles de interpretar sin el auxilio de los técnicos.
Nadie entendió mucho aunque hubo cierta natural ansiedad por ver
qué nombres aparecían. Hoy, un grupo de técnicos
de la AFIP y el Banco Central comenzará a sistematizar la información.
Mientras tanto, comienzan a demarcarse las diferencias sobre cómo,
a quiénes y hasta dónde investigar. El menemismo deja traslucir
su estrategia a través de Daniel Scioli.
¿Dónde y cómo se puede demostrar el delito?,
repitió una docena de veces el diputado menemista mientras hojeaba
los documentos de la cajas. Su intención es ostensible. Scioli
considera que la comisión debe enfocar su tarea exclusivamente
en la documentación norteamericana para determinar
los posibles ilícitos que surjan del análisis de los extractos
bancarios: Debemos saber si hubo lavado, enriquecimiento ilícito
o evasión. Ese debe ser nuestro objetivo. Si se descubre un delito
hay que denunciarlo. Es lo que nos pide la gente, repitió
luego a este diario. La estrategia de Scioli, esto es la estrategia menemista
es -alegando centrarse en lo jurídico limitar la investigación:
focalizarla en los casos Banco República y Mercado Abierto, y descartar
las conexiones con el poder político. Para justificarlo, dice que
la condena política ya se aplicó, frase llamativamente
parecida a la que el lunes repitió Moneta en los tribunales de
Comodoro Py.
La mayoría no coincide con esta lectura y prefiere, como dice la
frepasista Graciela Ocaña, realizar una buena sistematización
de la información obtenida, cruzar los miles de movimientos bancarios
y tratar de detectar el camino de ese dinero. Para Ocaña como para
una buena parte de la comisión, el dictamen final debe ser político.
En coincidencia con lo que plantean Elisa Carrió y Gustavo Gutiérrez,
demostrar la complicidad de sectores privados y públicos en el
lavado de dinero a partir de la investigación realizada desde hace
años por ellos y que fue la información que aportaron al
Senado norteamericano.
Tal como estaba previsto, poco antes de las 10 llegaron las cajas que
estaban depositadas en una bóveda del Colegio Público de
Escribanos. Su arribo a las oficinas de la calle Riobamba donde
funciona la comisión estuvo presidido por sirenas, patrulleros
y curiosos. Pero lo más curioso fueron los dos policías
con sendos perros de un escuadrón de explosivos de la Federal que
quisieron ingresar al edificio para prevenir un posible atentado.
Los legisladores se opusieron a ello y los canes se quedaron sin poder
hacer su trabajo. Mientras ello ocurría, los diez pisos del edificio
donde funciona la comisión eran recorridos por un empleado del
Congreso que con unas cintas de papel blanco y una plasticola sellaba
por seguridad cada caja de cables que encontraba en las paredes
y los tragaluz. Es para evitar que se coloquen micrófonos,
justificaba el empleado mientras luchaba con los papeles que se resistían
a pegarse en las paredes.
Ya en la oficina y cuando las cajas se colocaron sobre la mesa, los legisladores
se dieron cuenta de un detalle fundamental: no tenían con qué
abrirlas. Mientras Scioli intentaba con una llave romper la cinta de una
de las cajas, un empleado de la Cámara corría por un pasillo
al grito de busquen un cuchillo. La aparición de un
cortaplumas salvador permitió que por fin los documentos salieran
a la luz.
Los diputados no perdieron tiempo, comenzaron a mirar con avidez las dichosas
hojas. Algunos, sin disimular la excitación, buscaban nombres ydatos
de aquellos que utilizaron los servicios de los bancos del menemista Raúl
Moneta. Superado este primer momento de curiosidad irrefrenable, los diputados
se abocaron a discutir cómo sería el trabajo a desarrollar.
Acordaron volver a encontrarse el jueves ya con un avance de la sistematización
que realizarán a partir de hoy junto con Carrió los técnicos
de la AFIP y el Central. Mientras tanto, la comisión espera que
especialistas de la UBA desarrollen un software que permita el entrecruzamiento
de los datos de miles de extractos bancarios.
PERALTA
Ayer murió el periodista Sergio Vladimiro Peralta, a los
76 años de edad, por un problema cardíaco. Trabajó
en los diarios El Mundo, Crónica y Diario Popular, en el
Heraldo del Cine y en la revista Imagen, además de incursionar
en la prensa partidaria, ya que fue militante del Partido Comunista.
Durante la década del sesenta, participó activamente
en el Sindicato de Prensa, hasta que con la intervención
que dispuso la dictadura de Juan Carlos Onganía se integró
a la Asociación de Periodistas de Buenos Aires (APBA). Cuando
el país sufría el Proceso, Peralta recorría
las redacciones impulsando a los trabajadores de prensa para que
lo acompañaran a reclamarle al ministro de Interior de ese
entonces, Albano Harguindeguy, por los secuestros. En los últimos
tiempos planeaba editar un diario de bolsillo, hasta que el último
domingo tuvo que ser internado por la afección cardíaca
que le causó la muerte.
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