Por Julian Borger*
Desde Nueva York
Las ya tensas relaciones entre
Estados Unidos y China se tornaron aun más vitriólicas ayer
cuando Pekín denunció al gobierno de George W. Bush por
interferir en nuestros asuntos internos. Puntualmente, sus
asuntos internos estaban jaqueados por la recepción en Nueva York
del presidente taiwanés Chen Shui-Bian, y la entrevista hoy entre
Bush y el Dalai Lama. Fuentes del gobierno norteamericano minimizaron
estos encuentros, y señalaron que ambos hombres, vistos como renegados
por China, ya habían visitado el país anteriormente. La
visita del presidente Chen a Nueva York, de hecho, no es una visita oficial
sino una escala en su gira por América Latina. Sin embargo, la
visitas no podrían ocurrir en peor momento, con la crisis del avión
espía y las declaraciones de Bush en favor de la autonomía
de Taiwan, que China reclama como provincia rebelde. Los gestos
de la Casa Blanca se enmarcan así en la postura de competencia
estratégica que impulsa el Pentágono.
Es una confrontación donde los símbolos son primordiales.
Ese era el motivo por el cual la llegada de Chen Shui-Bian a Nueva York
despertó tanta ira en Pekín. Durante una visita al país
el año pasado, el presidente taiwanés había pasado
toda su estadía recluido en un hotel de Los Angeles por órdenes
expresas de Bill Clinton, quien también intentó impedir
que se entrevistara con congresistas. Pero ayer su experiencia fue mucho
más placentera. Al llegar se encontró con el alcalde Rudolph
Giuliani para el desayuno, y después recibió una delegación
de 21 congresistas que volaron desde Washington especialmente para verlo.
Después hizo anfitrión de una recepción en su honor,
mientras que sus partidarios y detractores se intercambiaban insultos
fuera de su hotel.
Así, no era extraño que el portavoz de la cancillería
china, Zhu Banzao, disparara que su gobierno estaba fuertemente
molesto por esta visita. Esta acción viola los compromisos
que nos ha hecho Estados Unidos e inevitablemente llevará a un
deterioro en nuestras relaciones, subrayó. Washington niega
reconocimiento diplomático a Taiwan desde 1979, cuando se firmó
el acuerdo para normalizar las relaciones con China. Es este acuerdo lo
que Estados Unidos estaría violando, según Pekín,
con la recepción que le prodigó al presidente taiwanés.
Pero esta disputa representaba sólo la mitad de la crisis que estalló
ayer. Mientras Chen desayunaba con Giuliani, el Dalai Lama conversaba
con el Secretario de Estado, Colin Powell, y hoy se entrevistará
con Bush. El líder tibetano ya había sido recibido por Clinton,
pero el gobierno chino teme que el encuentro de hoy represente una estrategia
mucho más siniestra para desestabilizar a China al agitar la oposición
a su anexión del Tibet. Sus sospechas crecieron esta semana cuando
Bush nombró a un Asistente Especial para Asuntos Tibetanos. Llamamos
a que Washington reconozca que Tibet es territorio chino, que cese el
apoyo a su independencia y deje de usar el tema para interferir en nuestros
asuntos internos, advirtió la cancillería en Pekín.
La portavoz de la Comisión de Seguridad Nacional, Mary Ellen Countryman,
aseguró que el encuentro de hoy será puramente espiritual
y que no era ninguna amenaza a la soberanía china: Supongo
que discutirán las esperanzas norteamericanas para fortalecer el
diálogo entre China y el Dalai Lama, y por mantener la identidad
cultural y religiosa de Tibet. Sin embargo, el Dalai Lama denunció
en una columna en el Washington Post que el gobierno chino estaba endureciendo
su actitud hacia él y se rehúsa a recibir una delegación
que envió a Pekín.
Todo esto podría demorar bastante la devolución del avión
espía norteamericano, que todavía sigue retenido en la isla
china de Hainan. Funcionarios norteamericanos afirman que el gobierno
chino aprobó en principio devolver el EP-3, pero que todavía
faltaba acordar cómo transportarlo a Estados Unidos. El vicepresidente,
Dick Cheney, advirtió que probablemente tendría que ser
desmantelado para repatriarse.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12
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