Por Emanuel Respighi
Alfredo es argentino, desocupado
y va rumbo a los 60 años. Tiene el rostro surcado de arrugas y
el cuerpo cansado. Sin embargo, cuando comienza a hablar sobre el pasado
todo en él parece revivir. Yo militaba porque no estaba conforme
con el mundo en que vivía. Deseaba un mundo mejor a toda costa,
explica, mientras se sumerge en un viaje en taxi que lo llevará
a reencontrarse con una parte de su vida ultrajada por la dictadura militar
1976-83: va en busca de los libros que escondió bajo tierra en
la hora del terror. Esta noche, a partir de las 22.15 el programa En
la vía mostrará la historia de este hombre que reencuentra
los libros que entonces podían ser un salvoconducto al infierno.
Bajo el título El desentierro, el capítulo 12
del programa documental que se ve por Canal 7 mostrará la experiencia
vivida por Alfredo y su familia al intentar desenterrar los libros enterrados
en el fondo de la casa de sus suegros hace exactamente veinticinco años.
Un estilo de fuerte tinte cinematográfico identifica al capítulo,
en que las cámaras no hacen mucho más que testimoniar los
hechos, con un estilo ascético que, sin embargo, transmite al televidente
la emoción y los sentimientos de los protagonistas.
La historia que se verá esta noche comenzó el mismo día
en el que se produjo el golpe militar. Militante de izquierda y sindicalista
en el gremio del Seguro, Alfredo debió cambiar su forma de vida
a medida que el plan sistemático de exterminio de personas implantado
por la Junta Militar se chupaba a compañeros o vecinos.
Con el fin de resguardar la vida de su esposa y de su pequeña hija,
Alfredo decidió cambiar de domicilio y enterrar con la ayuda de
su familia algunos libros en la casa que sus suegros tenían en
Florencio Varela. Alfredo recuerda que le dijo su suegro,
con esto también se entierran tus ideas.
Veinticinco años después, su hija Amalia, que con sus seis
años había presenciado aquella excavación, le propuso
a su padre ir en busca de los restos de un pasado que es hora de
que sea presente. Alfredo no quiso. Cuando tiempo después
aceptó la propuesta de su hija y de María Cabrejas, ideóloga
y productora de En la vía pensó que en había
una historia universal que contar. Porque lo que nos pasa hoy está
contenido en los libros. Es una verdad histórica, explica
en el programa.
El programa muestra cómo Alfredo y su hija realizan el mismo trayecto
hasta Florencia Varela que hicieron aquel domingo de 1976, mientras las
vivencias e intrigas de las dos generaciones se actualizan a medida que
se acercan a la casa donde todavía viven los abuelos de la joven.
Al llegar, la discusión por el lugar exacto en donde fueron enterrados
los libros grafica, drásticamente, la cantidad del tiempo transcurrido.
Finalmente, en el lugar que marcó la anciana abuela de Amalia estará
el tesoro preservado.
El encuentro de la bolsa de plástico con libros de Cicerón,
Platón, Max Weber y otros desencadena la única escena de
alegría familiar del programa. Sabía que no podía
fallar, grita Amalia. Estos son los restos de una época.
Lo que quedó de ella. Estos libros dicen mucho acerca de nuestro
pasado, agrega Alfredo con lágrimas en los ojos. Es probable
que muchos espectadores encuentren en el programa un reflejo real, o metafórico,
de los años de plomo.
OPINION
Por Sergio Kisielewsky
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Poesía y vértigo
Te veo en una mesa del bar La Paz en la década
del ochenta.
La boquilla sosteniendo el cigarrillo rubio, encendido.
Sobre el mantel tenías un libro de un poeta francés
y un cuaderno azul brillante, todo escrito y muy pulcro.
Pronunciabas las erres para dejar en claro tu amor a Tucumán.
Allí donde tus primoste albergaban en un sitio de solidaridad
y encuentro.
Aún te veo hablando de Rimbaud o sobre los poetas malditos.
Aún te veo cenando en la parrilla Los Muchachos sobre Montevideo
y te confieso, Leonor, que nunca entendí por qué te
creías fea.
Tus ojos claros construían una obra de terciopelo, un narrar
la poesía como quien sugiere y otorga sentido.
Una obra escrita como una lluvia de sangre.Palabras de amor y perplejidad
ante las diversas formas que adquiere la dominación y el
acoso. El amante está seguro de su rara bellezade como
cae/ la luz iluminando el ojo sano./ El amante corta mi corazón
en pequeños trozos y con /él alimentará a su
gato.
Te conocí en 1974 en el Taller Literario Mario Jorge De Lellis,
te escuché en las reuniones de la revista Mascaró
pero ante todo sentí la respiración en tus poemas,
el aliento de una voz que no se la puede igualar. Como a una atleta
de la palabra que no se la puede alcanzar. Andabas por Corrientes
con tus chalinas, tus lecturas de Salgari, Stevenson, esa moral
del coraje, esa epopeya de la aventura por la que sentías
devoción.
El mundo cambiaba, el país era una cueva creada por la represión
y vos escribías Negras ropas de mujer, La enagua cuelga del
clavo en la pared, tus Tangos..., melodías que no tienen
fin, sólo sugerencias queaniman otras imágenes.
Escribías con el sentido que sólo da el pudor. Lo
llevabas como a un estandarte, como a la cultura con la que pensabas
la vida.
Ahora que ya no estás, que sólo quedan tus libros,
me pregunto por tu destreza en cruzar las avenidas, en comer un
sandwich en La Academia y no querer ir a Europa, sólo volver
a Tucumán.
¿Qué será de nosotros sin Leonor? Aún
te escucho diciéndome: Chiquito, escribí más.
Aún te veo dando una flor.
Toda tu obra es un consuelo para los que vivimos en un país
muy distinto al que soñábamos.
(El libro El cansancio de los materiales, de Leonor García
Hernando, se presentará hoy a las 21 horas en el Palais de
Glace, Posadas 1725.)
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