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Una bicicleta más cara y riesgosa que la del Brady

Como en el �93 con el Brady, Cavallo vuelve a recurrir al megacanje de deuda para superar una situación de ahogo. Pero ahora pagaría una tasa muy superior y con menos garantías de producir un círculo virtuoso. Para los economistas ajenos al establishment, no es seguro que despeje el riesgo de default.

Por David Cufré

Es poco probable que después del 4 de junio, cuando se conocerá el resultado del megacanje de la deuda, el Gobierno lance una campaña publicitaria con el slogan: “Con la bicicleta, la Argentina crece”. Hace cinco meses, sin embargo, vendió la ilusión del crecimiento cuando acordó con el FMI las condiciones para acceder al blindaje financiero. Con aquella operación se buscó garantizar a los acreedores que cobrarían religiosamente a cada vencimiento de títulos públicos. Y se esperaba que el paquete de ayuda disipara el temor de los financistas a la cesación de pagos, dando lugar a un círculo virtuoso de caída de las tasas de interés, aumento de la oferta crediticia, crecimiento de la producción, el empleo y el consumo. Pero la estrategia se desmoronó más rápido de lo que se tardó en gestarla. Por lo tanto, el Gobierno se encuentra hoy en el mismo lugar –o en uno más incómodo– donde estaba en diciembre pasado: tratando de escapar al default. Y vuelve a repetirse la historia de que el megacanje no resuelve los problemas de crecimiento, pero para Domingo Cavallo es la gran apuesta.
“En el fondo, el blindaje financiero y el megacanje de deuda son los instrumentos a los que apela un país que tiene una clara situación de insolvencia”, evaluó Oscar Quatromo, director del Banco Provincia y economista del Frepaso, en diálogo con Página/12. “A lo sumo, el canje resuelve el problema de los tenedores de bonos en el corto plazo, pero no es ninguna señal importante en términos de desarrollo económico y compromete el futuro del país si en los próximos años no se crece a un ritmo del 5 por ciento”, opinó Héctor Valle, de FIDE.
No es la primera vez que Argentina recurre a un megacanje ante una situación de ahogo financiero. En 1993, Cavallo compró la idea del Plan Brady, por el que se entregaron bonos que rendían una tasa promedio del 6 por ciento, mientras que la tasa de referencia de los Estados Unidos era del 3. La operación actual se pactaría a una tasa del orden del 15 por ciento, cuando en Estados Unidos la tasa es del 4. La comparación de esas cifras evidencia la magnitud del deterioro económico y es una muestra de la dimensión que ha adquirido el problema de la deuda. Además, “que el Estado pague una tasa tan alta por el canje fija un piso muy elevado para las tasas de interés internas, lo que conspira contra la reactivación”, apuntó Valle.
“El canje es un intento por comprar tiempo, pero también es la manifestación de que las políticas neoliberales nos han conducido a un cuadro de cesación de pagos”, consideró Claudio Lozano, economista del Idep-CTA. En cuanto a la forma de identificar el éxito de la operación, mencionó tres elementos: el primero es la magnitud del canje, que debería ser no inferior a los 20 mil millones de dólares. En segundo lugar, hay que ver quiénes se pliegan, ya que en caso de limitarse a bancos que operan en la plaza local y a las AFJP sería una prueba de que los
inversores internacionales siguen considerando que Argentina está cerca del default. Por lo tanto, seguirá cerrado el financiamiento externo y la caída del riesgo país será moderada. El tercer elemento es la tasa de interés, que marcará el nivel al que hay que crecer en los próximos años para sobrellevar el peso de la deuda.
En líneas generales, los economistas consultados por este diario coincidieron en que el canje, en el mejor de los casos, dará oxígeno financiero por un tiempo, pero si no se resuelven los problemas estructurales de la economía, la crisis de la deuda volverá a estar en el primer plano más temprano que tarde. “El problema de fondo es que la regresividad de la distribución del ingreso pulverizó el mercado interno. Además, exportamos bienes con poco valor agregado y escasa tracción sobre el empleo. Y para colmo, nos manejamos con bastante irresponsabilidad en la relación con Brasil”, señaló Valle. Quatromo, por su parte, agregó que el modelo establecido con la Convertibilidad exige del ingreso decapitales externos para que la economía pueda crecer, lo que genera una fuerte dependencia.
La estrategia de Cavallo, una vez superado el problema del riesgo del default, si el canje tiene éxito, pasa por mejorar la rentabilidad de algunos sectores mediante los planes de competitividad, favorecer la oferta crediticia con la baja del riesgo país, y regenerar las expectativas para que se recupere el consumo. Lozano y Quatromo marcaron
algunas contraindicaciones de ese programa. “Los planes de competitividad están atados a más flexibilización laboral, lo que trae aparejado una caída de ingresos de los asalariados y una retracción del consumo”, dijo el primero, quien también señaló que el ministro no hace frente a otros dos problemas cruciales, como los elevados costos financieros y de las tarifas de servicios públicos. Finalmente, Quatromo indicó que la recuperación del consumo no será tan espectacular como entre el 91 y 94, dado que las familias están mucho más endeudadas que hace diez años y el nivel de desempleo es sideral.

 

OPINION
Por Julio Nudler

El prospectus de Mr. Mulford

Desde la portada misma, el folleto de once páginas que entregó ayer el Ministerio de Economía para presentar el megacanje es un penoso testimonio de adónde ha llegado el país, dicho sin ánimo de dramatizar. Este cronista recuerda, como antecedente, el escándalo que estalló a fines de 1987 cuando el entonces ministro Juan Sourrouille leyó ante el gabinete nacional en Olivos el nuevo programa económico que se aprestaba a llevar a Washington para obtener asistencia del Fondo Monetario. El caso es que Sourrouille leía el texto sin mucha fluidez porque, en realidad, lo estaba traduciendo en ese mismo momento del inglés, idioma en el que había sido redactado. La política económica argentina empezaba a ser ya entonces una mera traducción.
Volviendo a la portada de la víspera, cuya prosa original quizá pertenezca a David Mulford, ella se refiere a este país como la “República de Argentina”, presumible traducción de Republic of Argentina, tal vez pergeñada por el programa de computación Power Translator o algún otro. La oferta cambia de género y pasa a ser “un oferta”, mientras que los títulos resignan el acento para ser simplemente “títulos valores”. Algo semejante le ocurre a su oferta pública, que por lo visto será “publica”. En cualquier caso, la información pertinente estará incluida en un “prospectus”, el cual “será puesto a la disposición del publico a través de la República”. En lo alto figura estampado el escudo nacional.
En las páginas interiores del opúsculo se consigna que “el canje reduce las necesidades financieras en (un) momento crucial para encarar (el) crecimiento de la economía”. ¿Qué momento no lo es? También se caracterizan las circunstancias actuales por la necesidad de “afrontar defasajes en la transición previsional”. De este modo viene a admitir Domingo Cavallo que su reforma previsional de 1994 abrió una amplia brecha de déficit fiscal al desfinanciar a la Seguridad Social, desequilibrio que debió ser cubierto con la emisión de deuda, hasta que ésta se tornó inabordable y condujo al actual megacanje. El esquema se cerró como una culebrilla.
Sin embargo, el asunto se presenta bajo la mejor luz posible al afirmarse que “el crecimiento de los FJPs (Fondos de jubilaciones y pensiones) supera al de la deuda pública”. Si se cumpliera la proyección oficial, en 2015 los activos administrados por las AFJPs lograrían superar al monto de la deuda del Gobierno Nacional, que se mantendría en torno de los 150 mil millones de dólares. Esto significa, simplemente, que el Gobierno (éste y los sucesivos) dispondrá de una fuente de financiación cautiva, alimentada por el ahorro forzoso de los trabajadores, con la que cubrir una proporción creciente de la deuda pública (o riesgo soberano). Precisamente, lo que diferencia a los FJPs de los demás fondos es que no pueden beneficiarse de la globalización. Por ende, están atados a la suerte que corra el Estado como pagador.
Viendo la cuestión desde otro enfoque, el cuadernillo entregado por la oficina de Daniel Marx, secretario de Finanzas, sostiene que “cualquier incremento marginal de los costos de intereses (sic) del Gobierno se transfiere a los futuros jubilados”. En otros términos: el hecho de que con el canje el país se endeude a largo plazo a tasas de interés altísimas, posiblemente cercanas al 15 por ciento anual, es una excelente noticia para todo futuro jubilado por capitalización, ya que implicará una excelente rentabilidad para su fondo individual. No se menciona, por supuesto, que esa tasa es impagable y mantendrá en vuelo rotativo sobre la deuda pública a los cuervos de la quiebra.

 

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