Unas 600 personas celebraban
una fiesta en el tercer piso de un edificio de Jerusalén cuando
el piso cedió y arrastró a las otras dos plantas. El saldo
provisorio, anoche, era de por lo menos 25 muertos y 300 heridos. El edificio
derrumbado, ubicado en el oeste de Jerusalén, estaba siendo remodelado:
habían eliminado algunas columnas y eso, en principio, habría
originado la tragedia. El jefe de los servicios de inteligencia israelíes,
David Tzuri, descartó que se haya tratado de un atentado. Es
una de las tragedias más grandes que hemos conocido, dijo
al evaluar el accidente el ministro del Interior, Eli Yishai.
Según informó la televisión israelí, varias
columnas del edificio habían sido derribada en obras para la ampliación
de locales. El propietario de la construcción estaba siendo interrogado
por la policía.
Los organismos de socorro trabajaban entre los escombros en el rescate
de personas que quedaron sepultadas. El operativo, estimaron demandará
no menos de tres días. Entre las víctimas fatales habría
numerosos niños.
La tragedia ocurrió a las 22.45 hora local (16.45 de la Argentina).
Cerca de 300 personas -de las 650 que se encontraban dentro del
edificio cuando se desplomó- fueron hospitalizadas, la mayoría
con leves contusiones, pero tal vez haya decenas en estado grave, muchas
de las cuales son intervenidas quirúrgicamente, informó
el jefe de la Estrella Roja (equivalente a la Cruz Roja), Avi Zohar.
En la tercera y última planta del edificio propiedad de una
única empresa se celebraba una boda a la que asistían
más de 600 personas, cuando toda la planta se derrumbó e
hizo desmoronarse toda la construcción sobre el sótano,
sin que llegase a alcanzar el garage, según informó el jefe
de Defensa Civil, Gaby Ofir.
Los dos novios que celebraban su enlace en la sala Versalles
resultaron heridos, pero están vivos y se recuperan en un hospital.
Fue como una película de ciencia ficción, de pronto
todo se vino abajo y la gente empezó a caer más de tres
pisos, dijo un transeúnte que fue testigo de la tragedia.
No se sabe con certeza cuántos son los que siguen atrapados entre
los restos del edificio, aunque algunas fuentes hablan de un centenar.
Voceros policiales dijeron, por el contrario, que podrían ascender
a unas quince personas y que en su mayoría están vivas,
ya que disponen de aire para respirar.
Los equipos de salvamento intentaban acceder a las ruinas desde una carretera
subterránea que corre contigua al garaje de la sala de fiestas.
Muertos
en el desierto
Nadie puede llevar
suficiente agua para durar un día en el calor implacable del desierto
de Arizona. Catorce mexicanos, de entre 17 y 35 años, murieron
intentando alcanzar la frontera de Estados Unidos. El grupo había
sido abandonado por los coyotes, a quienes les habrían
pagado unos 1500 dólares cada uno para ser guiados por el desierto.
Los traficantes les habían prometido volver con agua y les aseguraron
que estaban a sólo un par de horas de la carretera. Pero en realidad,
la carretera estaba a más de 80 kilómetros. Los hombres
sucumbieron a la deshidratación y el agotamiento cuando la temperatura
llegó a los 46 grados. Los guardias norteamericanos fueron alertados
por once sobrevivientes. Se lanzó una búsqueda con helicópteros:
once cuerpos fueron encontrados a unos 40 kilómetros de la frontera
y un sobreviviente murió camino al hospital. Otros dos cuerpos
fueron hallados más tarde. Ayer los guardias seguían buscando
otras tres personas que aún estarían en el desierto.
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