Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


ENTREVISTA A LAS ACTRICES DE “MONOLOGOS DE LA VAGINA”
“Sigue siendo un tema tabú”

La obra, que se representa a sala llena desde hace un mes, enfrenta la semana próxima su primer recambio de elenco. �Es feminista pero no vuelve a la guerra entre los sexos�, dicen sus primeras actrices.

Andrea Pietra, Betiana Blum y
Alicia Bruzzo, en escena. Arriba: Paola Krum, Cipe Lincovsky y Mirta Busnelli.

Por Silvina Friera

Coño, almejita, cucha, tajo, argolla, concha son expresiones utilizadas en muchos países para mencionar a la vagina, órgano femenino vital que a 30 años de la revolución sexual sigue siendo una palabra tabú, que genera un amplio abanico de reacciones que van del pudor al rechazo. Dramaturga, poeta y guionista cinematográfica, la estadounidense Eve Ensler se embarcó en una doble cruzada: escribió Monólogos de la vagina, tras un viaje a Bosnia en el que fue testigo de la violencia sexual ejercida sobre las mujeres como estrategia de guerra de las fuerzas serbias. El texto surgió de un cúmulo de más de doscientas entrevistas a mujeres jóvenes, mayores, amas de casa, universitarias, desempleadas, prostitutas, negras, blancas, hispanas, indias, bosnias y judías. Seguramente, en la aproximación a ese puñado de historias punzantes, marcadas por el desconocimiento del propio cuerpo, las mutilaciones y violaciones sistemáticas, la autora exorcizó sus propios fantasmas: de niña sufrió el abuso sexual de su padre, que ocultó durante muchos años por temor a perder a su familia. Pensado originalmente como un espectáculo unipersonal, Ensler lo estrenó en un espacio experimental, el Here Arts Center de Nueva York en 1996. La obra, que menciona 128 veces la palabra vagina, revolucionó el ambiente teatral neoyorquino y ganó el premio Obie a la mejor pieza teatral de la temporada.
La actuación de primeras figuras como Glen Close, Alanise Morisette, Jane Fonda, Susan Sarandon, Winona Ryder, Melanie Griffith, Kate Winslet y Whoppi Goldberg, entre otras, alimentaron el fenómeno. El efecto vagina pasó por Londres, Sarajevo, Jerusalén, Amsterdam, Bruselas, París, Roma, México, Bogotá, San Pablo, Montevideo, entre otras ciudades. De la mano de la directora Lía Jelín, los Monólogos... entran este fin de semana en su primer mes de representaciones en el Complejo La Plaza (Corrientes 1660), siempre a sala llena. La obra en formato semimontado tiene –tal como lo exige la autora– un trío de actrices rotativo, encabezado inicialmente por Andrea Pietra, Alicia Bruzzo y Betiana Blum, que este domingo culminan sus presentaciones porteñas, para llevar los Monólogos al interior. La posta aquí en Buenos Aires estará a cargo de Mirta Busnelli, Cipe Lincovsky y Paola Krum, a partir del jueves 31 de mayo, mientras que desde julio Valeria Bertucelli, Mercedes Morán y Juana Molina transitarán con humor, dolor o lirismo la complejidad del mundo femenino y su sexualidad.
“La rodea tanta oscuridad, secreto y misterio, que terminan siendo como el Triángulo de las Bermudas: nunca nadie se reporta de vuelta”, se lee en la obra de Ensler, respecto al carácter enigmático del órgano femenino. “Prendés la televisión que está llena de tetas y culos y no pasa nada. Ahora si hablás de la vagina, generás un escándalo. Es el mundo al revés”, reflexiona Andrea Pietra, encargada del monólogo “Pelo”, en el que una mujer es obligada por su marido a afeitarse el vello púbico. Betiana Blum recrea la catastrófica vivencia de una mujer mayor que recuerda cómo se relacionó con un hombre, sin llegar a tener sexo. “Su vagina se transforma en un no lugar, se refiere a ella como el sótano, sólo va cuando tiene que arreglar algo .-cuenta la actriz–. Se olvida de su existencia.” Después, le pone voz a una vagina “enojada” con los tampones sin lubricación, con el espéculo frío que introduce el ginecólogo, entre otras calamidades, y concluye con el monólogo del parto, inspirado en el nacimiento del nieto de Ensler. Para Alicia Bruzzo, que encarna a la mujer de origen musulmán violada en Bosnia, uno de los monólogos más traumáticos, la obra es “bien metabolizada” por el público. “Estamos hablando de nosotras y, por momentos, riéndonos de nosotras mismas. Es una obra feminista pero no utiliza el recurso de volver a la guerra entre los sexos”, subraya a Página/12.
–¿Qué aspectos de estos monólogos les resultaron más atractivos?
A.P.: –Me interesó que hablara de la vagina y de todo lo que hay alrededor de ella. Después me sentí identificada con un montón de cosas que me contaron, que viví y todo eso estaba volcado en este material.
A.B.: –Al principio pensé que el tema estaba superado, me parecía una antigüedad hablar de la vagina. Cuando empecé a comentar el tema con distintas personas, descubrí que había una especie de resquemor. ¡Ah eso!, decían. Supe que hubo actrices que no quisieron hacerlo. Los textos son muy comprometidos y me atrajo la idea de movilizar a la gente con algo que no estaba resuelto.
B.B.: –Me parece que tiene un contenido muy liberador, es muy importante que se haga. Con el monólogo del parto llegué a esa comprensión de lo sagrado, de lo que pasa con nuestro órgano, cómo se transforma. Me lleva a zonas muy íntimas como mujer. Es tan misterioso nuestro sexo, el hecho de que esté tan escondido, que tenga tanta sensibilidad y problemas a la vez, que genere a nuestro alrededor tanta supresión, tanto dolor.
–¿ Por qué piensan que la vagina es una palabra tabú?
A.P.: –Se la nombra poco porque se suele decir mucho más concha...
A.B.: –Despectivamente...
A.P.: –Genera mucho espanto porque no está en el lenguaje cotidiano.
A.B.: –Creo que cultural y religiosamente, toda la sexualidad, especialmente la femenina, es muy censurada. La idea de placer en las mujeres está castrada. Sufrirás en este mundo para ser feliz en el otro. La vagina, el clítoris pueden dar placer aunque no nos hayan dejado enterarnos hasta hace muy poquito tiempo.

 


 

UNA OBRA CON EL ACENTO DEL “TEATRO MANIFIESTO”
Reivindicando la concha

Por Cecilia Hopkins

Monólogos de la vagina está compuesta por dieciocho fragmentos dedicados a integrar “el aspecto sexual y profano de la vagina con su lado sagrado .-según aclara la directora Lía Jelín en el programa de mano– porque este centro del placer es también el centro de la vida”. Ya toda una especialista en la puesta en escena de obras con temática femenina, Jelín ubicó a las protagonistas vestidas de negro y descalzas, de frente a la platea. Desde allí, las tres actrices pronuncian incontables veces la palabra vagina y en todas las oportunidades lo hacen como si desplegaran una bandera. Convertida en lo que podría ser el estribillo del tema principal del espectáculo, la palabra de referencia actúa como disparador de una multitud de temas, cuyo desarrollo o simple mención hace las delicias del público femenino. No obstante, junto a ellas son muchos los hombres que ríen o aplauden con ganas, aún cuando en algunas funciones se encuentren en aplastante minoría.
El discurso general de Monólogos... lleva el acento del “teatro manifiesto”, con su ímpetu puesto en conmocionar al espectador y tomar por asalto el lugar con sus ideas. Se habla de las dificultades femeninas para lograr el orgasmo, de la necesidad de aceptar las secreciones y olores vaginales tal como son, de la masturbación en compañía o en soledad. A cada cosa se la llama por su nombre y es cierto que lo que se dice puede sonar impertinente o vulgar a los oídos más conservadores. Quién sabe si para amortiguar un tanto el impacto de la provocación, la autora ha mechado algunos pasajes en los que se advierte una inocultable dosis de demagogia .-y cierto lirismo fácil también– especialmente en los segmentos llamados “A qué huele tu vagina” y “Reivindicando la concha”. En similar cuerda poética, hacia el final surge una comparación entre el corazón y la vagina, en base a la capacidad de entrega que la autora atribuye a ambas partes del cuerpo femenino. Pero en otros tramos, el espectáculo se eriza de gritos destemplados .-como los que profiere una imparable Betiana Blum– o de arengas al público, como cuando Alicia Bruzzo termina de recitar un acróstico armado sobre la palabra concha, animando a las mujeres a que griten todas juntas la palabra de marras.
Compuesto de un material variado, Monólogos... incluye textos anclados en la denuncia social, como el de la mujer musulmana víctima de la mutilación sexual, pero acepta también el chiste verbal liso y llano o los relatos breves en tono de humor que muestran a algún personaje sufriendo las consecuencias de su pertenencia al sexo femenino. Según se aclara, estos relatos surgieron a partir de las 200 entrevistas que mantuvo la autora con mujeres de toda laya. La figura del hombre aparece allí en los roles del novio cortamambos o del marido desconsiderado, pero el espectáculo no abusa de la invocación al género masculino. Después de todo, a cualquiera le queda claro a quiénes van dirigidos los dardos reivindicatorios que se disparan desde el escenario y a quiénes se les reclama el pago de las cuentas que han quedado pendientes desde tiempo inmemorial.

 

PRINCIPAL