El episodio fue narrado infinidad
de veces y de varias maneras, pero para los estadounidenses Pearl Harbor
sigue siendo una obsesión. Esta semana se estrenó a
bordo de un portaaviones, en Hawai, Pearl Harbor, una superproducción
de Michael Bay que actualiza el relato de aquel ataque, contando con los
que se dice son los mejores efectos especiales de la historia. La televisión
acompaña a su modo el lanzamiento, con un documental que la señal
National Geographic estrenará este domingo a las 21. El programa
Pearl Harbor. El legado de un ataque se verá en los
canales 42 de Cablevisión y 98 de Sky, con repeticiones los días
23 y 27 de junio. Una visión política preside el documental
que busca explicar como fue posible el ataque de las fuerzas japonesas
sobre la base militar estadounidense, el 7 de diciembre de 1941. El programa
incluye testimonios de ciudadanos norteamericanos, japoneses, ex combatientes
y sobrevivientes de la tragedia, que desembocó en el ingreso de
Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Pearl Harbor comienza con la relación víctima-victimario:
según el programa los jóvenes marines estadounidenses gozaban
de una especie de paraíso terrenal hasta el ataque de los también
jóvenes orientales kamikazes. El historiador Stephen Ambrosse arroja
una hipótesis sobre por qué Japón quería entrar
en guerra con Estados Unidos. Querían los yacimientos petrolíferos
de las islas neocelandesas, el estaño y el caucho de Malasia, pero
por su posición estratégica nadie pensó que llegarían
aquí, plantea.
Uno de los puntos fuertes de la investigación Pearl Harbor
es que revela, a diferencia de lo que señala la historia oficial,
que el primer disparo de ese día salió de un destructor
estadounidense, que dio en el blanco de un submarino japonés. Sin
embargo, el hundimiento de este submarino una hora antes de que
llegaran los aviones no nos alertó, comenta uno de los sobrevivientes.
Si bien existe un relato sobre la planificación llevada a cabo
en el ataque japonés, el documental le otorga más importancia
a los errores tácticos de las tropas estadounidenses que al acierto
del adversario. Uno de ellos fue la falta de relación en el hundimiento
de este submarino con el inminente ataque oriental. Otro ocurrió
el mismo 7 de diciembre a las 3.42, cuando el destructor Cóndor
divisó un periscopio y dio aviso a otro buque estadounidense, pero
los tripulantes no comprendieron el mensaje y fueron a investigar a un
lugar equivocado. El tercer error sucedió a las 7 de la mañana,
poco antes del ataque: un gran número de aviones japoneses se acercaba
a la isla desde el norte, pero fueron confundidos por los altos mandos
con un escuadrón de B17 estadounidenses.
Paralelamente al relato, el documental narra las expediciones que National
Geographic realizó en la búsqueda del submarino japonés
hundido, que podría develar uno de los tantos misterios en relación
al acontecimiento y que permitiría una reconstrucción histórica
más detallada. Junto a estas expediciones hay imágenes del
descenso de robots submarinos provistos de cámaras para ingresar
al Arizona, un acorazado de 100 años de antigüedad destruido
por una bomba de 1200 kilos. Este monumento acuático tiene dos
facetas muy distintas: está considerado un museo pero es también
una bomba de tiempo, ya que aún conserva 250 mil litros de petróleo
en su interior, que podrían provocar una tragedia ecológica.
De lo que no da cuenta el programa es del bloqueo petrolífero que
Estados Unidos ejerció sobre Japón, de las sospechas sobre
una maniobra de Roosevelt de utilizar a la escuadra de Pearl Harbor como
una manera de que su país entrara en la guerra con un alto consenso
popular. Tampoco menciona la última instancia de las represalias
de Estados Unidos por el ataque a la base, sintetizada en las bombas nucleares
a Hiroshima yNagasaki. Está claro quién escribe la historia.
Y que eso, como siempre, quiere decir que hay otra historia.
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