Las
rústicas palabras
de la ira y la justicia
Por Osvaldo Bayer Desde Bonn
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Los que se negaron han
pasado a ser los héroes. Hace varios años, en 1997, en esta
misma contratapa transcribimos una valiente resolución del Congreso
Alemán que calificó así a la Segunda Guerra Mundial:
La Segunda Guerra Mundial fue una guerra de agresión y de
aniquilamiento, un crimen del que fue culpable la Alemania nazi.
En ese momento surgió la discusión sobre todos aquellos
jóvenes soldados que se negaron a combatir en esa guerra injusta,
criminal, genocida. Treinta mil jóvenes alemanes fueron condenados
a muerte por negarse a ir a combatir, ya sea por su concepción
de la vida, porque eran pacifistas, porque su religión se lo impedía
o sencillamente porque querían vivir la vida en el amor y la felicidad
y no ir a matar y hacerse matar por figuras uniformadas, cobardes obedientes
debidos, lacayos de feroces dictadores inhumanos y mediocres. De los treinta
mil jóvenes fueron fusilados veinte mil. Una columna interminable
de jóvenes que hoy llenarían una ciudad con su trabajo,
sus mujeres, sus hijos, su humanidad. Veinte mil fusilados por tener la
valentía, la suprema valentía de decirle no a la Muerte.
Hoy, las condenas llevadas a cabo por la justicia militar de aquella época
son consideradas legalmente como injustas. Y se acaba de levantar un monumento
en el campo de concentración de Buchenwald en honor y memoria de
las víctimas de la justicia militar. Los que dijeron no a la obediencia
debida. No hay obediencia debida que nos puede obligar a la muerte ni
que nos disculpa del crimen ordenado desde la jerarquía.
Pero nosotros los argentinos hicimos justamente lo contrario: liberamos
a los dueños de la muerte de todos sus crímenes haciendo
valer la criminal y deshonesta Obediencia Debida. Más
todavía, en la Argentina tenemos el Escuadrón perdido,
todos aquellos jóvenes soldados conscriptos que fueron desaparecidos
dentro del ejército, traicionados por sus propios jefes (el caso
más notorio es el del dictador Benito Bignone que permitió
el secuestro de sus propios soldados, un caso de deshonor y alevosía
sin parangón en la historia militar). En esto, el general Brinzoni
el jefe del Ejército que supimos conseguir que se codea
con abogados nazis rocambolescas figuras que quieren implantar el
reino de Hitler en las pampas argentinas tendría una tarea
ineludible: dar con los asesinos de esos soldados que se perdieron en
la desaparición, según la enfermiza explicación del
monje de los infiernos Jorge Rafael Videla.
Cuando uno contempla estos aspectos del poder en la Argentina, sólo
cabe preguntarse: ¿en qué país vivimos? Nuestro presidente
actual fue aquel senador que votó en el Senado de la Nación
la absolución de los bestiales asesinos de picana eléctrica.
Votó por la Patria y San Martín la libertad
de los torvos asesinos de la ilegalidad. Los tres presidentes que tuvimos
hasta ahora desde el 83 conchabaron a conocidos amanuenses de la
dictadura mostrando una falta de ética tan argentina que ni siquiera
consideraron necesario dar explicaciones de esto a los parientes de las
víctimas. Más todavía, los argentinos votaron como
gobernadores, intendentes, diputados a personajes a los cuales sus muertos
se les caían del prontuario. Según el lema: Yo voto
a asesinos porque son nuestros legítimos representantes, los que
mejor nos entienden. Bussi. Hombre de bandera azul y blanca, escarapela
los 25 de mayo y picana al cinto.
Por eso nadie se sorprendió cuando un individuo hipócrita
y ladino propuso hace días premiar a los soldados conscriptos que
acompañaron a los asesinos de uniforme en sus raídes de
la muerte. La periodista Victoria Ginzberg lo describió en estas
páginas. Se trata del coronel Olivera, que presentó papeles
falsos para librarse de la justicia. Todo un hombre de bien. Y el general
Brinzoni se calla la boca. Pues bien, se ha creado la Agrupación
de ex combatientes sanjuaninos del Operativo Independencia.
Son ex soldados que hicieron la conscripción con el general Bussi
y lo secundaron a él y tantos otros en los operativos fuera de
toda legalidad. Se autodenominan ex combatientes. Creo que
en la Argentina el cinismo todavía no había llegado a estas
alturas. Exigen pago ahora. Porque hemos defendido a la Patria.
A qué Patria habría que preguntarles, tal vez a la de Martínez
de Hoz. Segundo Herrera se llama el individuo que vestía uniforme
de la Patria para manejar la ametralladora y esperar afuera.
Es decir, fue un evidente cómplice del sistema de desaparición
de personas, un miembro de los rebaños de asesinos dirigidos desde
la Casa Rosada. Ahora quieren plata. Como todos los que fueron a comer
locro en el regimiento 22 de San Juan. Allí, oficialmente encubiertos,
recordaron sus heroicidades cuando capturaban a una embarazada
indefensa o a un grupo de jóvenes desarmados. Los sucios
de la guerra sucia se reunieron para recordar la vergüenza de la
que fueron actores. Lo decimos otra vez: nunca la ética había
caído en tales profundidades en esta Argentina.
Plata quieren los ayudantes de verdugo. Soldados conscriptos que querían
sobrepasarse en su sed de ser alcahuetes.
Recuerdo mis tiempos de soldado allá por 1948. Había soldados
alcahuetes, así los llamábamos, que eran capaces
de arrastrarse por el suelo y besar las botas de mi cabo;
los había más alcahuetes todavía, a los que nosotros
llamábamos los alcahuetes culorrotos que mantenían
informados a mi sargento o mi teniente primero
de las cosas que decían o tramaban los soldados anarcos,
comunachos y ateos.
Tres calificativos que desde ya condenaban a salir en la última
baja. Los culorrotos se hacían entallar el uniforme
de soldado, se lustraban las botas hasta dejarlas hechas un espejo y caminaban
raudos y hacían la venia cuando en el horizonte se divisaba una
jineta de mando. Me imagino que esos comandos de represión de Bussi
en Tucumán eran acompañados por soldados alcahuetes y culorrotos.
Que ahora exigen paga por sus manos sucias. Una bandera argentina adornaba
la reunión de los culorrotos del operativo Independencia. Argentina,
¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre! Ya hay
diputados que van a apoyar a los soldados de la muerte. Son los legisladores
culorrotos que votaron Obediencia Debida y Punto Final.
Si seguimos así, terminaremos todos los argentinos siendo los culorrotos
de América.
Pero como ahora los desertores germanos tienen su monumento en Buchenwald,
alguna vez nuestros queridos soldados desaparecidos estarán de
cuerpo presente en las plazas donde juegan nuestros argentinos del futuro.
Pese a los Brinzoni, pese a los legisladores que votaron Obediencia Debida
y Punto Final.
REP
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