Por Javier Valenzuela
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Desde Washington
Desde el demócrata Tom
Daschle, convertido en nuevo líder de la mayoría del Senado
de EE.UU., hasta el republicano moderado John McCain, pasando por los
análisis de los diarios más prestigiosos, una opinión
mayoritaria en Washington sostenía ayer que ha sido la muy derechista
política de George Bush en sus cuatro primeros meses en la Casa
Blanca lo que lo ha llevado al apuro en que se encuentra ahora. Mirando
a la Casa Blanca de Bush, Daschle declaró: Si queremos construir
algo en Washington, tenemos que hacerlo con espíritu bipartidista.
La base del problema fue explicitada por el propio autor del apuro, el
senador James Jeffords, que al abandonar el Partido Republicano y convertirse
en independiente ha entregado a los demócratas la mayoría
en la Cámara alta. Según Jeffords, su abandono del Grand
Old Party se origina en el enojo con el empeño de Bush en imponer
la visión más conservadora en asuntos como el aborto, la
reducción de impuestos, la financiación pública de
organizaciones religiosas, el medio ambiente y la crisis energética,
la privatización parcial de la Seguridad Social y el escudo contra
misiles.
La deserción de Jeffords, dijo la senadora republicana Olimpia
Snowe, debería llevar al liderazgo republicano a comprender
que las voces de los moderados en el partido tienen que ser bienvenidas
y respetadas. Su colega McCain, quien le disputó a Bush las
primarias presidenciales y sólo fue derrotado por el peso en su
contra del ala conservadora republicana, defendió públicamente
a Jeffords por actuar siempre según su conciencia.
La tolerancia de la disidencia es la prueba de la madurez de un
partido -dijo McCain. Ya va siendo hora de que el Partido Republicano
se haga mayor.
El abandono de Jeffords de las filas republicanas devuelve a Washington
a una situación habitual en la política estadounidense,
aquella en que no coinciden el color político de la Casa Blanca
y el Capitolio. A Bush sólo le ha durado 4 meses la situación
ideal de que sus correligionarios republicanos detentaran la mayoría
en los dos organismos del Congreso: la Cámara de Representantes
y el aún más poderoso Senado. En ese tiempo, Bush, pese
a las promesas de Gobierno centrista que efectuó al confirmarse
su corta derrota sobre Gore, ha impulsado una política marcadamente
derechista. Desde el nombramiento del ultra John Ashcroft como fiscal
general del Estado a su renuncia al tratado climático de Kioto,
pasando por su programa energético favorable a las petroleras y
las centrales nucleares, Bush ha gobernado en Washington satisfaciendo
exclusivamente a su base más conservadora.
Ahora el político texano que ganó por los pelos los comicios
presidenciales del 2000 va a tener que demostrar la veracidad de la voluntad
de diálogo, reconciliación y bipartidismo que proclamó
al tomar posesión. A eso lo invitó ayer Daschle, al declarar
que los demócratas están dispuestos a trabajar con la Casa
Blanca republicana en un espíritu de compromiso que no renuncia
a sus principios. Los demócratas subrayaron que el programa
legislativo puesto en marcha o anunciado por Bush está muy lejos
de lo que su predecesor, Bill Clinton, llamaba el centro vital
de la política estadounidense.
Pero los conservadores parecían no comprenderlo. Bush reafirmó
que continuará adelante con su programa, porque es lo que quiere
el pueblo. Y lo mismo declaró su correligionario Trent Lott,
despojado de su condición de líder de la mayoría
del Senado. Entretanto, la prensa conservadora se desencadenó contra
Jeffords, un traidor según The New York Post, un
niño grande según The Wall Street Journal y un
Judas de primera categoría según The National Review.
Con el episodio del transfuguismo del senador por Vermont,
Bush, según The Washington Post, se aleja de su sueño de
ser un segundo Ronald Reaganpara aproximarse a la situación de
su padre, la de un presidente de un solo mandato. Sólo podría
evitarlo si demuestra tener la capacidad de adaptación de Clinton,
quien, tras la conquista de la mayoría en el Congreso por los republicanos
en 1994, abandonó sus objetivos más progresistas, gobernó
desde el centro y consiguió la reelección.
Es imperativo que Bush reconozca que no es muy inteligente decir:
Soy un conservador y no me preocupa lo que piensen los otros, voy
a gobernar como yo quiero gobernar. Este nuevo comentario
crítico para el presidente procedió también de filas
republicanas, lo efectuó el senador Chuck Hagel. La única
buena noticia de la jornada para Bush fue que Jefford prometió
que no hará nada para impedir que el presidente firme el recorte
de 1,35 billón de dólares de impuestos aprobado el miércoles
en el Senado.
La contraofensiva republicana para paliar el daño causado por Jeffords
comenzó ayer mismo. Los republicanos hicieron un llamamiento a
Zell Miller, un senador demócrata de Georgia de ideas conservadoras,
para que también cambie de bando. Pero Miller declaró que,
aunque comparte puntos de vista con Bush y los republicanos, piensa seguir
conservando la etiqueta de demócrata. Y los demócratas se
frotaban las manos imaginando que de seguir Bush con su derechismo se
producirán nuevas deserciones en las filas del partido que tiene
como mascota un elefante.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
Claves
Con la decisión
del senador James Jeffords de abandonar el Partido Republicano y
asumirse independiente, cambió el balance del Senado, ahora
encabezado por los demócratas con 50 escaños contra
49 de los republicanos. Los demócratas recuperan la mayoría
por primera vez desde 1994.
Una mayoría de
los estadounidenses está a favor de la actitud tomada por
Jeffords: según una encuesta difundida ayer por los medios
USA Today y CNN, un 50 por ciento acuerda con el senador en que
el Partido Republicano giró en exceso hacia el conservadurismo,
un 43 por ciento considera que el traspase de la mayoría
en el Senado es bueno para el país y un 35 por ciento opina
lo contrario.
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BUSH
SIGUE ANTE UNA RECESION
Economía
en contra
Por Jane Martinson
y Charlotte Denny
Desde
Nueva York y Londres
Sombríos datos económicos
y la advertencia de Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal
(la FED) de que la desaceleración en Estados Unidos está
lejos de haber llegado a su fin, pincharon ayer el estado de ánimo
en Wall Street. Los inversores inundaron el mercado con acciones, bajando
el Dow Jones tanto como uno por ciento a 11.018, ayer a la mañana
mientras el Nasdaq Composite perdió 1,6 por ciento a 2.245.
Greenspan dio una clara insinuación en un discurso el jueves que
la Fed seguiría su campaña de cortes abruptas de tasas de
interés si la economía no daba señales de mejorar
antes de la reunión del mes que viene. Pero su ofrecimiento de
mayores cortes no alentó a un mercado que esperaba un pronóstico
más alentador frente a noticias de que el crecimiento del primer
trimestre del año era más lento de lo que lo que esperaban
los estadísticos, 1.3 por ciento en lugar de 2 por ciento. Las
empresas están reduciendo sus inventarios a la velocidad más
rápida en 18 años, informó el Departamento de Comercio.
El pesimismo echó una sombra sobre el mercado inmobiliario y las
ventas de las casas en Estados Unidos cayó 4,2 por ciento en abril,
según un cuerpo de inmobiliarias de Estados Unidos. Ian Shepherdson,
jefe economista en High Frequency Economics, predijo que el costo del
crédito caería dos veces más este verano. La Fed
ya recortó tasas en 2,5 puntos de porcentaje desde el comienzo
del año. En una nota a los inversores, Shepherdson escribió:
Alan está en una misión. Mejor salgan del camino.
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