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OPINION
La lógica del canje
Por Julio Nudler

El canje equivale a acelerar los vencimientos de la deuda, a hacer de cuenta que títulos de vencimiento no inmediato en realidad vencen todos juntos ya mismo. La diferencia es que esas amortizaciones no se pagan con dinero sino con otros títulos nuevos, tomados por los mismos tenedores de los títulos viejos. Sin embargo, los nuevos títulos incorporan la tasa de interés hoy vigente, muy superior a la que pagan los títulos viejos rescatados en esta operación. En este sentido, es como si ahora vencieran de golpe bonos por, digamos, 20 o 25 mil millones y el país debiera salir a colocar nuevas láminas para conseguir el dinero con el cual afrontar la cancelación de esos valores. Sin embargo, la realidad es que los títulos viejos no vencen de golpe sino escalonadamente, por lo que, en principio, lo sensato sería esperar la caducidad de cada papel, para sólo entonces afrontar un costo financiero mayor, confiando incluso en que mientras tanto la tasa pudiese bajar para la Argentina. Pero, en los hechos, hoy los mercados financieros están cerrados para el país, por lo que éste tendría dificultades en reunir los fondos necesarios para afrontar los próximos vencimientos, a lo cual hay que añadir la plata que precisa para cubrir el déficit fiscal. De esta manera, y más allá del acotado auxilio proveniente del blindaje, la república vive en estado latente de default potencial, con un riesgo país disparado. Frente a ello, el canje busca juntar el paquete de casi todos los vencimientos a producirse de ahora a 2006 y reprogramarlos para un futuro algo más lejano (aunque, como se trata de una operación voluntaria, sólo una fracción de los títulos elegibles será efectivamente canjeada). Hay que aclarar que se consideró inviable plantear un canje título por título, a concretar al vencimiento de cada uno. Pero el problema de la opción elegida es que trae al presente el brusco aumento en el costo financiero de la deuda, perjuicio que no se atenúa por el hecho de que en algunos casos se abra un período de gracia, durante el cual los intereses que devenguen los nuevos bonos serán capitalizados (es decir, agregados al capital adeudado). Esto significa que, en términos de caja, el país consigue cierto respiro, beneficio al que se agregaría �según la esperanza oficial� una merma en el riesgo país y, tal vez, una reapertura más rápida del acceso a los mercados de crédito. Pero, del otro lado, la nación asume anticipadamente y a largo plazo un costo financiero mayor por la deuda canjeada, más impagable aún que el que venía soportando. Habrá que ver si todo se reduce al negocio de quebrar mañana en lugar de quebrar hoy, pagando un alto precio por el mero aplazamiento de la sentencia.


 

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