Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

Con el Nuevo Laborismo se come y se emplea, pero no se educa ni se cura

Tony Blair parece dirigido a una victoria imparable en las elecciones del 7 de junio. Este es un balance de su mandato.


Tony Blair almuerza ligeramente en la campaña.
Su gobierno redujo sensiblemente los índices de pobreza

Página/12
en Gran Bretaña

Por Marcelo Justo
Desde Londres 

Hace cuatro años Tony Blair llegó al gobierno bajo el slogan de �things can only get better� (las cosas mejorarán) y la promesa de crecimiento económico y justicia social. Hoy las encuestas sobre las elecciones del 7 de junio le vaticinan otra abrumadora victoria sobre un Partido Conservador, que es una sombra de la todopoderosa agrupación que dominó la política británica del siglo XX. Más que la victoria del laborismo, el enigma es el margen que obtendrá el partido de Tony Blair, el grado de ausentismo electoral y el apoyo que conseguirán las agrupaciones que se encuentran a la izquierda del gobierno. Estos guarismos permitirán saber si los laboristas ganan nuevamente porque �things got better� o porque no existe ninguna alternativa creíble. 
En la oposición Tony Blair fue inequívoco respecto a sus objetivos si ganaba las elecciones del 1 de mayo de 1997: �Si no mejoramos las condiciones de vida de los más pobres habremos fracasado�. Cuatro años más tarde el gobierno laborista ha reducido significativamente los niveles de pobreza que Gran Bretaña había acumulado durante los 18 años de hegemonía conservadora. Según cálculos independientes, más de un millón de menores y unos 800.000 adultos escaparon de la pobreza las pasadas elecciones. Estos objetivos se lograron mediante una paulatina reforma del régimen impositivo y la seguridad social, que incrementó en un 8 por ciento los ingresos del 10 por ciento más pobre (unos 50 dólares mensuales más) y disminuyó en un 0,5 por ciento el del 10 por ciento más rico. 
En la misma dirección estratégica se utilizó el impuesto especial que Tony Blair le cobró al comienzo de su gestión a las compañías privatizadas durante el reinado thatcherista de los �80. Ese impuesto que el gobierno de la Alianza en Argentina no se atrevió a imitar, significó un ingreso de 5.000 millones de libras (8.000 millones de dólares) que el laborismo destinó a programas de empleo para los más jóvenes. El pasado diciembre el gobierno anunció que había cumplido con una de las promesas electorales: 250.000 puestos de trabajo para jóvenes que estuvieron desempleados más de seis meses (considerado en estas islas como desempleo �endémico�). En los últimos cuatro años, la tasa de desempleo total bajó prácticamente cada mes hasta situarse en el 3,5 por ciento, la más baja en décadas. Esto no se consiguió gracias a una flexibilización laboral o un empeoramiento de las condiciones salariales. El gobierno creó por primera vez en Gran Bretaña un salario mínimo y concedió mayores derechos sindicales a los trabajadores. 
A pesar de estos logros casi extraplanetarios para un país como Argentina, los laboristas defraudaron las expectativas de muchos de sus seguidores. Uno de los ejes de la campaña laborista del �97 fue la educación. Otro, el estatal servicio nacional de salud, que cubre a todos los británicos y se encontraba en estado crítico con listas de espera de más de un año para operaciones de rutina. Obsesionado con demostrar su probidad fiscal, el gobierno laborista restringió el gasto en la primera mitad de su mandato y sólo invirtió en estos servicios esenciales en los dos últimos años. El resultado es que el gasto fiscal total se redujo en comparación con el del gobierno conservador de John Major, aunque el aumento de las partidas para el período 2000-2003 es considerable (un incremento del 6 por ciento anual en salud, un 5,6 por ciento más por año en educación). Otro irritante para muchos votantes laboristas fue el tímido ascenso del salario mínimo. Los sindicatos y organizacioneshumanitarias proponían unas 5 libras por hora (8 dólares): el gobierno se plantó en 3,60 esterlinas (unos 6 dólares).
En su plataforma para las próximas elecciones del 7 de junio, el gobierno promete un aumento del gasto público similar al de los últimos dos años, un incremento a 4,10 libras por hora del salario mínimo y un compromiso de reducir en un tercio la pobreza infantil. Algunas iniciativas resultarán polémicas. En una indicación de la posible dirección futura del gobierno, Tony Blair propuso la semana pasada una mayor participación privada en el campo de la salud y la educación porque lo importante era �la calidad y gratuidad de los servicios, no quien los provee�. A pesar de que las encuestas sugieren que el laborismo tendría una holgada mayoría parlamentaria para llevar adelante reformas de este calibre, queda claro que enfrentaría una fuerte oposición de su propio partido, de los sindicatos y de fuerzas a la izquierda del laborismo. En gran medida un segundo gobierno de Blair dependerá del margen de su victoria, del grado de ausentismo electoral y del resultado que obtengan los liberal demócratas �que se oponen a la privatización� y organizaciones a la izquierda del laborismo, como la Socialist Alliance, que ya le han birlado al partido de Blair militantes desilusionados y hasta un pequeño sindicato, el de bomberos. Si el 35 por ciento de los británicos no concurre a las urnas, si los liberal demócratas se acercan a un 20 por ciento de los votos y las fuerzas de izquierda crecen a un 3 por ciento, la izquierda laborista y los sindicatos podría tener más fuerza en el futuro del nuevo gobierno.


LA ELECCION EN IRLANDA DEL NORTE
El voto que sí cuenta

Por M.J.

Si en Gran Bretaña el resultado de la elección parece decidido de antemano, en Irlanda del Norte, los comicios electorales del 7 de junio son decisivos para los acuerdos de paz de Semana Santa. Estos acuerdos condujeron a la creación de un gobierno de unidad nacional, liderado por el protestante David Trimble y de un parlamento autónomo de Londres, en el que la mayoría unionista, probritánica, convive con la minoría católica, que desea la unificación con la República de Irlanda. En un referendo en 1998 un 71,1 por ciento de la población respaldó el acuerdo, pero la distribución de este apoyo entre la minoría católica y la mayoría protestante presagiaba tormentas: mientras que entre los católicos un 90 por ciento se inclinaba por el sí, entre los protestantes sólo lo hacía un 55 por ciento. 
A tres años del referendo, el cuestionamiento de la comunidad protestante al liderazgo de David Trimble y a los acuerdos se ha profundizado. Su partido, el moderado Unionista del Ulster, está dividido parejamente respecto a la marcha del proceso de paz y la convivencia en el gobierno de unidad nacional con Sinn Fein, ala política del Ejército Republicano Irlandés, IRA, que mantiene intacto su arsenal armamentístico. A su derecha, los abiertamente anti-acuerdo, los Democráticos Unionistas del reverendo Ian Paisley, buscan aprovechar estas divisiones para ganar más escaños en el Parlamento británico y más concejales en las elecciones locales que se celebran también el 7 de junio. 
Las encuestas anticipan un final reñido. Si los Demócrata Unionistas consiguen un resonante triunfo, el virtual gobernador de Irlanda del Norte, Trimble, se vería forzado a renunciar y la legitimidad del parlamento autónomo norirlandés y de los mismos acuerdos quedaría en cuestión. Contra esta posibilidad, el ex presidente estadounidense y uno de los principales impulsores internacionales del proceso de paz, Bill Clinton, alertó en una gira por la provincia que concluyó el jueves. �Yo sé que no se consiguió aún implementar todas las provisiones del acuerdo de paz, pero les pido que comparen su situación actual con la que había en 1995. Fíjense lo que pasa cuando la gente abandona el proceso de paz porque no consiguen el 100 por ciento de lo que querían. Lo pueden ver todas las noches en las imágenes que transmite la televisión sobre Medio Oriente�, advirtió el ex presidente estadounidense. 

 

 

 

PRINCIPAL