Página/12
en Francia
Por Eduardo Febbro
Desde París
La izquierda italiana vuelve este domingo a las urnas con una mano en el corazón y la otra en los horóscopos. Tras la apabullante victoria del magnate Silvio Berlusconi en las últimas elecciones legislativas, la segunda vuelta de las elecciones municipales que se celebran es para la izquierda una apuesta política que tal vez le permita conservar los tres grandes feudos que le quedan: Turín, Roma y Nápoles. La consulta, que concierne 75 municipios, es un auténtico desafío para una izquierda reducida a una mera sombra luego del triunfo de la coalición conservadora Casa de las Libertades en la Cámara de Diputados y en Senado. Mientras Berlusconi va a las urnas convencido de que puede reiterar sus éxitos del pasado 13 de mayo, el ala progresista italiana busca conservar sus tres tesoros para evitar una bancarrota peor. Pero lo que parecía una quimera hace unos meses, el domingo puede convertirse en pesadilla: la derecha berlusconiana tiene a su alcance al menos la conquista de la capital, Roma.
Más allá de esta elección, cabe preguntarse cómo hizo la izquierda italiana para pasar del poder a la oposición y encontrarse hoy a un paso de ser guillotinada en las urnas municipales.
Página/12 conversó al respecto con uno de los grandes pensadores italianos contemporáneos, Massimo Cacciari, filósofo, ex intendente de Venecia, ex diputado del PC y hoy profesor de Estética en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia. Este discípulo de Nietzsche, Heidegger y Wittgenstein es considerado hoy como la �conciencia� de la izquierda y uno de los pensadores indispensables de la nueva Europa. Desencantado pero activo, sin ilusiones pero creyente, esteta y moralista, implacable con los errores de la izquierda pero también con los enemigos, Cacciari ofrece un análisis conciso de la derrota y un retrato del movimiento de Berlusconi, Forza Italia, al que compara con el peronismo.
�Las preguntas sobre la actualidad política italiana son inevitables luego de la victoria de Silvio Berlusconi en las últimas elecciones. ¿Cómo puede explicarse que la izquierda haya perdido el poder?
�Los reflejos suicidas de la izquierda son enormes. Su derrota es eminentemente política y es el resultado de varios años de errores. Se produjo una suerte de encadenamiento de desaciertos que nada tienen que ver con el hecho de que, desde el punto de vista técnico, la coalición de izquierda gobernó adecuadamente. En Italia no hay una auténtica coalición de centroizquierda sino una serie de partidos que en su momento apoyaron al gobierno y que luego le retiraron ese apoyo. La crisis empezó ahí. Pero las disonancias internas de la coalición del Olivo, que saltaron a la luz pública tras la victoria del �96, no hizo más que acentuarse con el correr de los años.
�Silvio Berlusconi ganó de forma aplastante. Hoy gobierna un país con una oposición
desarticulada al tiempo que su propio partido, Forza Italia, aparece como una suerte de formación tentacular muy potente. ¿En qué margen puede actuar la oposición?
�No resulta fácil hacer pronósticos. Silvio Berlusconi ganó devorándose a todo el mundo, incluido a sus propios aliados. Ahora es a él a quien no le quedan más excusas: o gobierna bien, o se va rápidamente. Forza Italia es un partido que aglutina de todo un poco, algo parecido al peronismo. En una situación distinta a la de hoy podría ser un partido peligroso pero creo que la vocación europea de Italia hace que el riesgo sea limitado. Berlusconi tratará siempre de estar en sintonía con los dirigentes de Bruselas. Mucho depende también del tipo de oposición que la izquierdapueda encarnar. Si es buena, no caben dudas de que las contradicciones en el seno de la coalición de derecha, sobre todo entre Fini y Berlusconi, no tardarán en estallar.
�Ahora, mucho más filosóficamente, usted ha reflexionado acerca del poder y la política, de la relación entre ambos, sobre el lugar en que el poder está situado hoy, sobre el retroceso de las ideologías y la emergencia de esa nueva forma de poder que es la técnica y las finanzas. No obstante, usted no se suma al campo de los escépticos y, por el contrario, cree que la política se volverá a hacer cargo de aquellos campos donde las nuevas formas de poder son ineficaces.
�Estoy convencido de que la acción política requiere una revolución, una destrucción de eso que Nietzsche llamaba �los monstruos fríos�, es decir el aparato centralista autoritario y burocrático de los viejos Estados. Hoy tenemos la impresión de que el poder se mudó de lugar. El Estado actual está atrapado entre los regionalismos y los grandes poderes supranacionales técnico-económicos-financieros y culturales. Atravesamos una fase que se inició con la derrota de las ideologías y cuyo pasado son dos siglos dominados por la política, o sea un período que va de la Revolución Francesa de 1789 hasta la caída del Muro de Berlín. Creo que pronto el poder volverá a manos de la política. Hoy, es cierto, se distribuyó en otras esferas, en las esferas de la técnica, la finanza, la economía, la ciencia, los medios de comunicación o la cultura. Pero todas esas potencias no pueden resolver los grandes problemas planetarios como los del Tercer Mundo, la inmigración, el medio ambiente o la elaboración de una nueva definición de los espacios geopolíticos.
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