Por Pablo Suárez
Con El círculo, la obra maestra del realizador iraní Jafar Panahi que obtuvo el León de Oro de la última Mostra de Venecia y que acaba de estrenarse en Buenos Aires, se cierra el tríptico iniciado hace seis años con El globo blanco, su ópera prima, ganadora del premio Cámara de Oro en Cannes y que continuó con El espejo, Leopardo de Oro en el Festival de Locarno 1997. Según Panahi, El círculo surgió de un episodio al que los periódicos de Teherán le dedicaron apenas unas pocas líneas: el suicidio de una mujer tras haber asesinado a sus dos jóvenes hijas. Lo que más impactó al director fue que la prensa no informó nada sobre las causas del crimen y del suicidio, dando por sentado que tratándose de mujeres de una sociedad patriarcal no era �relevante� profundizar en el tema. A partir de ese disparador, Panahi concibió un film sobre la situación de las mujeres en su país que puede considerarse subversivo para la tradición islámica y el régimen político iraní. Lo que sigue es parte de una charla con Panahi realizada en el marco del Festival de Nueva York, en octubre pasado.
�¿Cómo comienza el proceso creativo de sus películas?
�Antes que nada, proyecto y diseño cada film con cada uno de sus planos y de sus escenas según el contenido de la historia. Mis tres films
�El globo blanco, El espejo y El círculo� comienzan con un largo plano secuencia. En El globo blanco, la cámara está ubicada donde el director, un observador casual, o el mismo público están ubicados. Desde ese punto de vista, observa una cantidad innumerable de situaciones potenciales que pueden generar la historia del film, pero ni la cámara ni el espectador pueden decidir cuál de todas estas situaciones van a poder seguir. Súbitamente, dentro de esta confusión, aparece un rostro femenino con rasgos marcados por la angustia y la ansiedad y, de inmediato, la cámara quiere seguir a esa mujer, sin saber nada más...
�Pero esa mujer no es esencial en la historia.
�No, en absoluto. El punto crítico es que al final del film nos damos cuenta de que podríamos haber seguido cualquier otra de las situaciones iniciales e igual llegar a la misma conclusión. Es la cámara la que está siempre buscando un sujeto, pero no se detiene en ninguno, hasta que finalmente lo encuentra: el globo blanco que cierra el relato. La historia de la niña que quiere tener un pececito dorado no es sino una excusa de la narración para llegar a otro lugar.
�Como el Mac Guffin según Hitchcock...
�Exacto. Un recurso narrativo para que el espectador, en este caso, realmente llegue a conocer a fondo a personajes periféricos que son, a la vez, marginales, tangenciales.
�El espejo tiene una secuencia inicial similar.
�Sí. Pero ahí la voluntad principal era indicar el paso del tiempo,y me refiero al tiempo real que busco atrapar en mis films. En esa secuencia inicial, se abre una enorme puerta de una escuela primaria, es el fin del día escolar, un grupo de muchos chicos sale y se dispersa, mientras que la cámara hace un giro de 360 grados. Al terminar el movimiento, sólo vemos a dos niños capturados en su soledad. Aislados.
�Hablemos de El círculo.
�El film comienza con la cámara haciéndose una pregunta a sí misma. ¿Qué pasa que el nacimiento de una niña hace que tanta gente sea infeliz? Por eso, en realidad, los ochenta y seis minutos restantes del film son la explicación de ese primer minuto fundamental.
�¿Cómo arma un guión tan geométrico?
�Cuando tengo una idea trazo un bosquejo lo más rápido posible, sin dejar de lado mi meticulosidad habitual. Eso me da un esqueleto y un contexto. Y siempre es mi primer paso. Después, comienzo con la forma dela narración y me concentro en los personajes que van a llevar al espectador a otros personajes que, a su vez, también van a llevarlo a otros personajes y a las acciones que se suponen van a ejecutar. Recién en esta etapa, comienza el diálogo con el guionista, quien se va a ocupar de desarrollar los personajes que tengo en mente y también introduce nuevos personajes.
�¿Y después?
�Empiezo con la búsqueda de locaciones para los personajes. También es el momento para pensar más a fondo y fijar todos los detalles. O puede ser al revés: tengo una idea muy pensada y voy a las locaciones, pero al llegar no siento que me sirvan y las descarto.
�¿Es usual que usted vuelva a filmar escenas en el rodaje?
�Aunque tenga que repetir una escena o un plano por cualquier error, los vuelvo a hacer tal como fueron hechos por primera vez, volviendo a generar las mismas circunstancias. Por ejemplo, la primera toma de El círculo la hice trece veces. Y todas las tomas son similares. También salieron mal todas las tomas filmadas frente al cine. Pero repetimos la escena poniendo la cámara exactamente en el mismo lugar que fue marcado desde el principio.
�¿Usted diría que en sus films los escenarios son personajes en sí mismos?
�Los escenarios son tan relevantes como los personajes porque dan la inspiración para saber qué hacer con ellos. Por ejemplo, el concepto de la circularidad está presente en mis locaciones. Creo que todo es circular y que todos nuestros movimientos son circulares. Todo depende de la circunferencia de cada círculo.
�Hay un momento en el film en el que una de las mujeres dice: �Es igual en todos lados�, a lo que otra responde: �No, el paraíso está allá. Odiaría ver que ese paraíso no existe�. ¿Es El círculo un viaje hacia ese paraíso que no existe?
�Obviamente una de las mujeres está en la búsqueda de esa utopía, pero la experiencia de la otra mujer indica que no existe. En todos los lugares siempre hay un problema.
LA ODISEA EN EL AEROPUERTO JFK DE NUEVA YORK
Como un prisionero medieval
A fines de abril pasado, Panahi sufrió un trato humillante por parte de la policía inmigratoria del aeropuerto de Nueva York: fue detenido y finalmente deportado por el solo hecho de ser iraní. Lo que sigue es la carta abierta que Panahi envió a un grupo de intelectuales norteamericanos luego del hecho.
Estimadas señoras y señores:
Como ganador del Premio a Libertad de Expresión (Freedom of Expression Award) por mi película El círculo, desearía su amable atención por lo que me sucedió en su país, un hecho que acontece a diario en los Estados Unidos. Y permítanme ver su reacción ante estos hechos inhumanos. Creo tener derecho a sentir curiosidad acerca de la respuesta del Consejo que me otorgó el premio y que esa respuesta sea proporcional al comportamiento que yo y muchas otras personas enfrentan y seguirán enfrentando. Ustedes han considerado mi película como �un film maravilloso y audaz� y deseo que su Consejo y los medios de Estados Unidos se atrevan a condenar los salvajes actos de la policía norteamericana y de inmigración.
El 15 de abril partí desde el Festival de Cine de Hong Kong hacia los festivales de Montevideo y Buenos Aires, en el vuelo 820 de United Airlines, un viaje de 30 horas vía el aeropuerto de Nueva York, donde debía permanecer por 2 horas y tomar el vuelo a Montevideo. En respuesta a mis inquietudes, los organizadores de los festivales habían ya chequeado si necesitaba una visa de tránsito y me aseguraron que no había necesidad de tal visa. Más aún, la aerolínea me emitió un ticket visado para Nueva York. Yo mismo le pregunté al personal de United Airlines por la visa de tránsito a Nueva York en el aeropuerto de Hong Kong y escuché la misma respuesta. Ni bien arribé al aeropuerto JFK, la policía norteamericana me llevó a una oficina, donde me pidieron mis huellas digitales y mi fotografía debido a mi nacionalidad. Me negué a hacerlo y les mostré mis invitaciones a los festivales. Me amenazaron con encarcelarme si no hacía las huellas digitales, y pedí por un intérprete y por un llamado. Se negaron. Luego me encadenaron como a los prisioneros medievales, me subieron a un patrullero policial y me llevaron.
Me pusieron cadenas en mis pies y me engancharon a otros encadenados, todos a la vez encadenados a un banco muy sucio. Por 10 horas sin preguntas ni respuestas fui forzado a sentarme en ese banco a presión junto a los otros. No me podía ver, estaba sufriendo de una vieja enfermedad, sin embargo nadie lo notó. Otra vez les requerí que me dejaran llamar a alguien en Nueva York, pero ellos se negaron. No sólo ignoraron mi pedido sino que también el de un muchacho de Sri Lanka quien quería llamar a su madre. Todo el mundo estaba conmovido por el llanto de este chico, gente de México, Perú, de Europa del Este, India, Pakistán Bangladesh y... Yo estaba pensando que todos los países tienen su propia ley, pero no podía entender estos actos inhumanos.
Al final vi la mañana siguiente. Otro policía vino y me dijo que me tenía que sacar una fotografía. Yo dije nunca. Y les mostré mis fotos personales. Dijeron que no, que ellos tenían que sacarme la foto (en la manera que se lo hacen a los criminales) y tomarme las huellas digitales. Me negué. Una hora más tarde dos personas me amenazaron para que me hiciera las huellas digitales y la fotografía por computadora y otra vez me negué y pedí un teléfono. Finalmente aceptaron y pude llamar al Dr. Jamsheed Akrami, de la Universidad de Columbia, y le expliqué toda esta historia. Le pedí que los convenciera debido a que él me conoce bien y sabe que yo no soy una persona que hace lo que ellos me pidieron que hiciera.
Dos horas más tarde, un policía vino y me tomó mi foto personal. Me encadenaron y me llevaron de vuelta a un avión el cual iba de vuelta a Hong Kong. En el avión, desde mi ventana, podía ver Nueva York. Sabía que mi película, El círculo, había sido estrenada hacía dos días y que había sido muy bien recibida también. Sin embargo, el público hubiera entendido mejor mi film si hubieran sabido que el director era encadenado al mismotiempo. Hubieran aceptado mejor mi idea de que los círculos de límites humanos existen en todas partes de este mundo, pero con diferentes proporciones. Vi la Estatua de la Libertad e inconscientemente sonreí. Traté de cerrar las cortinas y vi las cicatrices de las cadenas en mi mano. No podía soportar a los otros pasajeros mirándome fijo y sólo quería pararme y gritar ¡No soy un ladrón! ¡No soy un asesino! ¡No soy un traficante de drogas! Yo... yo soy sólo un cineasta iraní.
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