Por
Luis Bruschtein
La
batalla terminó; Carlos Menem tuvo su día de gloria; La
Rioja también y si no fuera porque la marca la tiene Federico Klemm,
podría decirse que terminó la boda telemática con
su banquete de locro y bailarinas de sausau. La novelesca unión
del ex presidente de 70 años y la ex Miss Universo de 36 declarados
logró mantener en vilo a argentinos, chilenos y público
de otras latitudes durante tres días. Por casualidad o por visión
periodística, el sábado 26 de mayo, con los medios ávidos
de noticias por el feriado del 25, parecía elegido para eso. Cerca
de 200 representantes de radios, televisoras y medios gráficos
se rompieron el alma durante estos tres días por conseguir la primicia
del vestido de la novia o la foto del primer piquito público de
la pareja. Ayer, como un ejército agotado tras la batalla, la mayoría
emprendió el regreso, pero el incansable protagonista de esta historia
tuvo todavía restos de energía tras su noche de bodas para
jugar al golf y participar, junto a su esposa Cecilia Bolocco de Menem,
en la entrega de trofeos de un campeonato en el Golf Club.
En Anillaco, que se había preparado para ser el centro de los festejos
debieron resignarse a sólo una noche de fiesta, cuando después
de la boda, la pareja llegó hasta el pueblo natal de Menem para
recibir a sus amigos en la casa del hermano Amado. La quietud de La Rosadita,
la casa que Menem construyó durante su presidencia como su casa
de retiro, no fue interrumpida en ningún momento por el jolgorio
de estos tres días. La prohibición de su hija Zulemita,
a nombre de quien está la casa y quien se opone al casamiento,
fue una de las sombras que empañó la fiesta. Hasta último
momento corrieron rumores de que Zulemita llegaría a Anillaco para
atrincherarse en La Rosadita mientras su padre contraía segundas
nupcias.
Zulemita no llegó, y aunque Menem se animó a venir, no quiso
provocar la reacción airada de su hija y no se alojó en
la hermosa casaquinta. Prefirió pasear a su nueva familia, los
Bolocco Fonk, por sus posesiones, los viñedos y la bodega Menem,
las plantaciones de tunas y el zoológico privado de Aminga a pocos
kilómetros de Anillaco. Tampoco pudo visitar la cabaña de
reposo que tiene en la Quebrada de los Burros, en las faldas del agreste
cerro Velazco, donde algunos de sus enemigos aseguran que se recluye para
concertar tratos con el diablo. El mito que se creó con la cabaña
dice que allí Menem tiene una especie de víbora que habla
y a la que consulta sus decisiones. Para bien o para mal, Menem da que
hablar y para tejer historias. Para los riojanos, un hombre que salió
del pueblito de Anillaco, fue tres veces gobernador de la provincia y
dos veces Presidente de la República, está por encima de
la razón y es una especie de ser mítico.
La gente de Anillaco, amable y tranquila, estaba molesta con los periodistas
que invadieron esta localidad. En parte, porque la mayoría se fue
a La Rioja cuando Menem cambió los planes para su casamiento. En
parte también, porque están orgullosos de este nativo costeño
con el que mantienen una relación de vecinos y confunden los comentarios
sobre éste como si trataran de ellos. Y en parte también,
porque muchos periodistas tenían que llenar espacios hablando sobre
el lugar con comentarios poco felices. Anillaco tiene su historia. En
las paredes de la Iglesia hay varias placas en recuerdo del presbítero
Virgilio Ferreyra, que fue encarnizado enemigo en los años 70 del
obispo Enrique Angelelli. El párroco tenía una posición
muy conservadora dentro de la iglesia y con el apoyo de la Unión
Vecinal local echó a pedradas al obispo Angelelli, muy querido
por los pobres riojanos y que fuera asesinado posteriormente, junto a
otros curas de su diócesis, por la dictadura militar. El sábado
a la noche finalmente regresaron los periodistas a Anillaco detrás
del matrimonio Menem y muchos de los vecinos tuvieron la oportunidad de
participar en el asado que ofreció en la Hostería Los Amigos
en la entrada del pueblo. Cuando terminó la cena, Menem regresó
a La Rioja. Ayer domingo, la paz había vuelto a Anillaco, adonde
no llegan los diarios, aunque sí se ven todos los canales de televisión.
El pueblo está otra vez en calma, hasta la próxima aventura
de su hijo dilecto, el anillaquense más famoso de toda la historia,
Carlos Menem.
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