Por
Hilda Cabrera
Una
foto de familia, incluidos padres y hermanos, es el disparador del presente
de Aram Tomasian. Allí están los seres amados y perdidos
para siempre en la Armenia natal. Aram, sobreviviente emigrado a Estados
Unidos en la década del 20, los ha descabezado (todos fueron aniquilados
por los turcos en el genocidio que se desató en 1915) para poner
en su lugar a la familia que piensa fundar con Seta, una joven huérfana
refugiada, ingeniosa y delicada. Esa foto, y la necesidad de restañar
las heridas que la matanza dejó en Aram, se constituyen en símbolo
y voluntad de vida en Una bestia en la luna (Beast on the Moon), obra
que continúa presentándose en el Teatro Picadilly (Corrientes
1524) con importante convocatoria de público. Su autor, el estadounidense
Richard Kalinoski, de visita por primera vez en la Argentina, acompañó
el jueves 24 la función-debate destinada a los lectores de Página/12
de la cuidada puesta local de Manuel Iedvabni, protagonizada por Manuel
Callau (un Aram tosco y con un humor algo infantil), Malena Solda (la
esposa-niña) y Martín Slipak. Este, en el doble rol del
que cuenta y del chico que fue: un italianito huérfano con sabiduría
callejera.
Estrenada y premiada en países americanos y europeos, la obra recibió,
entre otros galardones, el Molière francés en cinco categorías
al montaje hecho por Irina Brook, hija del célebre Peter Brook.
Kalinoski, autor de unas veinte obras, nació en 1949 en la estadounidense
Racine (su padre es polaco-estadounidense) y es actualmente catedrático
en la Universidad de Wiscosin, donde se graduó. Obtuvo su Master
en la Carnegie Mellon University, destacándose con obras de muy
diferente factura y temática. Las minorías (no en cantidad
sino respecto de su aceptación social) siguen siendo materia en
sus trabajos. Entre sus obras más recientes figura Between men
and cattle, una reflexión sobre la discriminación. Entrevistado
por Página/12, se refirió al papel que cumple la foto del
grupo familiar en Una bestia en la luna.
Quienes descienden de una familia perseguida suelen decir que crecer
sin fotos es como no tener historia. ¿Qué valor le
da usted al retrato en Una bestia en la luna?
Me hace feliz hablar de esto. No soy fotógrafo, pero admiro
mucho esa profesión. En Beast on the moon necesitaba inventarle
a Tomasian una vocación que lo ayudara a aferrarse a su identidad.
No agregué datos, pero creo que el público puede imaginar
así más sobre él. Suponer que su padre fue fotógrafo
en su pueblo natal y que, casi inconscientemente, se transformó
en historiador visual de su gente. Elegí poner una foto porque
pensé que cualquier refugiado o exiliado intentaría llevarse
imágenes de su familia, aunque sé que esto no pasa, que
en los genocidios se pierde todo.
¿Desciende de sobrevivientes del genocidio armenio?
No. Estuve casado durante siete años con una mujer armenia
pura, cuyos abuelos habían sobrevivido al genocidio perpetrado
por el Estado turco. Durante esos años entre 1972 y 1979
aprendí mucho más sobre las masacres masivas de 1915 (que
se sucedieron hasta 1923). Supe de las experiencias vividas por su familia,
de las atrocidades y los pogroms. Me impactó la dimensión
de su historia y encontré en esos relatos un impresionante semillero
de emociones y pensamientos.
En su obra se cuentan hechos semejantes a los vividos por otros
pueblos que sufrieron persecución, como los judíos. Uno
de ellos, el de esconder a los hijos en huecos hechos en los pisos para
salvarlos de las razzias. ¿Buscaba algún paralelo histórico?
Tengo dificultad para hallar una respuesta satisfactoria sobre esto.
Supongo que esos detalles fueron consecuencia del empeño que puse
porextraer una especie de confesión de los armenios que entrevisté.
Era muy importante para mí descubrir la autenticidad de los relatos.
¿Sucedió lo mismo con la problemática de la
esterilidad, vivida en la obra como una derrota? ¿Qué implicancias
tiene la esterilidad en una minoría extranjera que sufrió
persecución?
Mis compatriotas armenios emigrados sabrían contestarle mejor
que yo, que no he vivido experiencias de exterminio. Pero el sentido común
me dice que si alguien quiere despojarnos de nuestra identidad la
de nacimiento, la étnica o nacional la primera reacción
es resistir. Este impulso es más fuerte en unos que en otros. El
número de armenios es muy pequeño a nivel mundial, y eso,
pienso, intensifica la necesidad de fortalecer la identidad, que en Aram
es tremendamente fuerte. Esto lo convierte en un personaje muy interesante
a nivel escénico. Mi trabajo, como dramaturgo, es tomar fragmentos
de información y crear con ellos una historia llamativa.
¿Cuál es el tema de su última obra, Between
men and cattle?
Me inspiré en unos ensayos del doctor W.E.B. Dubois (de raza
negra), quien dijo que el gran problema de Estados Unidos residía
en el color de la piel. Los protagonistas son un niño de unos 11
años, africanoestadounidense, especie de prodigio intelectual,
y un reportero gráfico de raza blanca que cree haber descubierto
en este adolescente a un futuro Martin Luther King. El reportero lo ensalza
tanto que acaba poniéndolo sobre un pedestal. Mi obra trata de
mostrar de qué manera ese comportamiento es discriminatorio, porque
lo que se busca es que la gente dirija su mirada hacia lo que está
en lo alto y no lo que se encuentra a su nivel, o más abajo. Esta
es una manera habitual y bastante curiosa que se practica en Estados Unidos.
De esa forma no vemos lo que pasa a nuestro lado, pero debiéramos
ver. Quizás el éxito de Beast on the moon logre llamar la
atención sobre esta obra, que toca un tema muy vigente en Estados
Unidos. He observado alguna resistencia. Mi sospecha es que los directores
artísticos verían con otros ojos mis obras si mi apellido
fuera Robinson en lugar de Kalinoski.
¿Quiere decir que la discriminación está latente?
Sí. La sociedad estadounidense se vuelve muy sensible cuando
los autores nos acercamos a los problemas más graves, aun cuando
lo hagamos con buenas intenciones. Teme que nos apropiemos de su cultura.
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